Dios volvió al cielo

Cuando empezó el Mundial de España 82 yo tenía 16 años y mi único ídolo era el gran Fernando Chalana. Cuando terminó, empecé a tener otro ídolo, el italiano Bruno Conti, y un Dios futbolístico llamado Diego Armando Maradona. Cuando vi al genio argentino jugar por primera vez el impacto en mí fue brutal porque nunca había visto nada igual y yo era zurdo como él. Cuando el Barça le contrató ese verano nunca me perdía los resúmenes de los domingos por la noche de la tele portuguesa para verle a él. En mi grupo de amigos me llamaban “Mara” y yo les decía que algún día jugaría junto a él, nuestros Dios futbolístico. Cuatro años después, tras el Mundial de México 86, Diego ya era el mejor jugador del mundo y muchos empezaban a plantearse que también fuese el mejor de siempre. Yo tenía 20 años, había jugado ese Mundial con Portugal, pero no llegué a coincidir con él, la persona a la que más deseaba conocer del planeta. Ni el Papa Juan Pablo II, ni mi gran ídolo musical Freddie Mercury, ni mi actriz favorita Ornella Muti. Y eso que Ornella Muti era mucha Ornella Muti.

En mayo de 1987 fui campeón de Europa con el Porto con un partidazo, firmé el mes siguiente con el Atlético de Madrid y empecé a soñar que me convocarían para la “Selección del Mundo” FIFA XI. Por aquel entonces se organizaban partidos All-Star con los mejores del planeta. Tenía mucho prestigio en la época, era un privilegio ser convocado. En aquella ocasión se organizaría el 8 de agosto de 1987 en Wembley por el centenario de la liga inglesa. Tenía 21 años y me dieron la gran noticia a finales de julio. Finalmente llegó el día y conocí a Diego en el hotel la noche anterior al partido. Aldía siguiente el entrenador dio el once titular en el vestuario. Cuando llegó a los tres últimos dijo: “con el 9 Platini, con el 10 Maradona y con el 11 Futre”. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, no os podéis hacer una idea. En aquel once titular también estaban otros grandes cracks como Dassaev, Hysen, Berthold y Lineker. ¡Qué pena que ya no hagan partidos de ese tipo!

Maradona con el Barça
Maradona con el Barça

Antes de salir al calentamiento, el genio argentino, con las botas sin atar, comenzó a dar toques con una naranja. Sentado y con ambos pies. Tras varios toques paró la naranja con el pie izquierdo y en el movimiento siguiente nos dejó boquiabierto a todos, y eso que éramos los mejores jugadores del mundo: sentado, con el talón apoyado en el suelo, y la naranja apoyada en el empeine, la lanzó hacia arriba haciendo una elástica perfecta, que acabó con la fruta en su frente, totalmente pegada, parecía un imán. Siempre he tenido perros y me encantan, pero nunca me han obedecido al decirles “¡quieto!” como aquella naranja le obedeció a él.

Tras unos segundos, el fenómeno, que seguía sentado y sin moverse un centímetro, se inclinó un poquito para dejar que la fruta fuese bajando por su nariz, boca, mentón, pecho, abdomen y cuando llegó a su muslo le dio un pequeño toque para que volviera a uno de los pies. Y empezar de nuevo. Todos aplaudimos boquiabiertos. Insisto: éramos los mejores del mundo pero estábamos rendidos ante aquel espectáculo. Disfrutando en primera fila y sin pagar el billete. Cuando salimos al calentamiento se notaba que había vergüenza por coger el balón. ¿Qué vas a hacer después de ver arte en estado puro? Nunca olvidaré aquel fin de semana mágico.

Después de aquel momento, hasta el final de mi carrera, hice miles de veces aquel ejercicio con un balón. Con el tiempo empezó a ser muy fácil el control y dejar caer el balón. Lo difícil era el movimiento inicial, el maldito lanzamiento. El balón tenía que salir con una elástica muy precisa, con la velocidad y toque perfecto para que se quedase exactamente en la frente. No tenía mérito lanzarla al aire y buscarla con la cabeza. Tenía que ir perfecta, sin moverte, teledirigida hacia la frente de un solo impulso y que cayese muerta allí. Nunca lo llegué a dominar del todo con un balón, ¡cuánto menos con una naranja! En el vestuario del Atleti mis compañeros también me aplaudieron y me decían que era el mejor. Yo les seguía el rollo pero en realidad pensaba por dentro “si hubiesen visto lo que yo vi en Londres, me estarían silbando ahora mismo”.

Diego Armando Maradona
Diego Armando Maradona

Si Maradona jugase hoy en este nuevo mundo de internet y redes sociales, tendría que haber dos billetes, uno para ver el partido y otro para ver su calentamiento. No entiendo de arte como pintura, escultura, arquitectura y demás…pero en mi mundo que es el fútbol aquello era una obra de arte. Magia en movimiento entre un genio y una pelota.

Aquel partido de la selección del mundo se retransmitió en directo en Portugal y mis amigos estaban muy orgullosos de mí. Justo antes del pitido inicial sabía que estaban apuntando todas las cámaras a Diego, me acerqué a darle un abrazo y desearle buena suerte y pensé “sí amigos, acabáis de ver cómo finalmente conseguí conocerle, jugar a su lado como titular y dar un abrazo a nuestro Dios futbolístico”.

Dios ha vuelto al cielo. Hasta siempre Diego.


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