El invitado de las grandes ocasiones


Como cada vez que se cruza en el camino, el Celta de Vigo aparece en escena como un invitado presente en las grandes ocasiones para la Real. Hay veces en que no ha metido mucho ruido, en otras ha molestado lo justo, como si fuera un convidado de piedra, y hubo una tarde en que directamente destrozó el corazón y la fiesta que tenían previsto organizar los txuri urdin. El Celta, aunque no lo parezca, siempre está ahí, como el recuerdo que le susurra a la memoria.

La visita del domingo a Balaídos provoca que la familia de la Real se desplace por enésima vez a pasajes inolvidables de la historia reciente. Del agur a la Liga en 2003 se puede pasar al ascenso a Primera de 2010 (fue en Anoeta) para terminar volando de nuevo a Vigo para celebrar la última clasificación de la Real a Europa, en 2016.

Hay, por lo tanto, desenlaces muy felices y uno trágico desde el punto de vista deportivo, pero al mismo tiempo fantástico desde el prisma emocional y social. Cuando la Real se despidió prácticamente del título en junio de 2003, el orgullo por el equipo fue eterno y le acompañaron más de 10.000 almas a Galicia.

En aquella penúltima jornada, la Real perdió 3-2 contra un Celta que se jugaba clasificarse para la Champions y dejó de ser líder en beneficio del Real Madrid, posterior campeón. Una jornada en la que, más allá de la derrota, enterneció ver a todo un pueblo detrás de sus colores, llorando entre la lástima que sentía y el sentimiento de arraigo que cosía su piel al escudo.

El fútbol viaja por ciclos vitales y sólo siete años después, recién refundado el club, la Real había argumentado tesis de toda clase para abandonar la Segunda División y regresar a Primera. Faltaba traducirlo en realidad con el último punto y el Celta como huésped de excepción en Anoeta. En aquella ocasión no hubo lamentos y sí festejos por todo lo alto.

De Kovacevic a Juanmi

Seis años después de subir, con una escalada colosal de por medio, la Real firmó su decimoquinta clasificación a Europa en mayo de 2016, gracias a un empate agónico, logrado en la última jugada de la Liga. Balaídos fue el escenario de un capítulo memorable, valga la redundancia.

Es complejo, como se puede comprobar, desligar al Celta de la vida txuri urdin. Los vigueses vieron perder el liderato a la Real camino de su tercera Liga, cómo recuperó su sitio en Primera o su último billete al Viejo Continente. No será sencillo encontrar a otro equipo que haya vivido tan de cerca las mayores emociones realistas. Estos relatos, como todos, tienen a sus protagonistas.

Kovacevic cayó lesionado en plena búsqueda y captura del título en Vigo, los dos goles de Nihat sólo fueron los del honor, Xabi
Prieto se disfrazó de héroe al marcar dos penaltis para ascender, estaba naciendo una estrella como Griezmann, Oyarzabal hacía sus primeros ‘pinitos’ camino de Europa y Juanmi se hizo con una esquina de los libros sagrados gracias a su cabezazo.

El Celta vuelve a escena y, cómo no, la Real se viste de gala: puede ponerse colíder.


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