El primer baile silencioso de Cory Higgins

Un año atrás, el entonces ‘coach’ del Barça,
Svetislav Pesic
, me invitó a tomar un café. Al final de la conversación, le propuse un juego. Quedan tres segundos para el final de la Euroliga, el Barça pierde de dos, usted pide tiempo muerto, ¿quién se la juega? Estuvo un rato pensando y, cuando creía que diría
Mirotic
, me miró y dijo “
Higgins
. Es muy frío para estos momentos”. Y añadió que era un tirador acostumbrado a ganar finales y a ganar partidos y que, en su primer año en el Barça, tenía un problema de fascitis plantar que le había molestado todo el año.

Ahora, con
Saras
Jasikevicius
-tan carismático como exigente-, el Barça ha ganado la Copa porque su equipo juega como un equipo, porque trabajan como “cabrones” y porque las habituales lagunas de concentración fueron muy pocas ante Baskonia y Madrid. Y, claro, porque además de
Mirotic
y
Calathes
y
Kuric
y
Abrines
y
Hanga
y
Davies
y todos, está un
Cory
Higgins
, silencioso, que ha resultado imparable en las penetraciones, en el tiro y en el liderazgo.

Su padre,
Rod
Higgins
jugaba en los Chicago Bulls cuando ficharon a un joven
Michel
Jordan
.
Rod
le llevaba a los entrenos en coche. Se hicieron amigos inseparables, además de vecinos. Cuando nació
Cory
,
Jordan
fue su padrino. Al sensacional alero del Barça -serio, tímido y eficaz- se le ha pegado algo de su padrino en los momentos decisivos


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