El tesoro dura tres minutos


Para ganar un partido en la jornada número 34 de la Liga, con todo el mundo al límite de sus recursos para llevar a buen puerto el trabajo de la temporada, la candidez se paga con la pérdida de puntos. Ni contra un Levante que en este campeonato ha dicho su última palabra se hizo acreedora la Real a la victoria. Porque prácticamente en ningún momento fue notoria la necesidad txuri urdin de quedarse con los puntos. No se comportó con el mordiente necesario para batir al oponente. Con la madurez obligada para quien consigue ponerse por delante. Para, en suma, ser competitiva de verdad.



Si la Real no capturó el triunfo contra el Levante fue porque no acertó en la lectura de los recursos que tenía a su disposición. Conocida la crueldad de la plaga de lesiones que está acuciando a la plantilla, era la hora de olvidarse de apelar a la teoría. Al aferrarse a un estilo que se reveló demasiado doméstico como para poder ganar un partido a estas alturas de la Liga. Cuando nadie, ni el más aparentemente frágil, perdona. Ahí está José
Luis
Morales para testificar la ausencia del gen competidor en grado sumo: garrafal acción defensiva de Aritz
Elustondo, desconectado del resto de la línea, lento y superado en la jugada del empate. Le puede ocurrir a cualquiera. El pecado fue que hacía tres minutos que Isak había anotado el 0-1. Un tesoro muy preciado como para desprestigiarlo tan rápido.

Recursos infrautilizados

La intervención más llamativa de Imanol en todo el partido llegó en el minuto 53. Diego
Llorente y Zubeldia salieron al campo por Zubimendi y Odegaard. Y de plasmar el habitual 4-3-3, la Real varió su dibujo a un entramado de cinco defensas, tres medios y dos delanteros. Es muy posible que el partido se hubiera difuminado de igual manera con la conservación de la idea original. El problema no fue el cambio de sistema. Era que la Real no se manifestaba con la capacidad de gestionar el principal recurso que tenía en el equipo: la velocidad arriba. Una infrautilización decisiva a todos los efectos.

Atascada en la elaboración desde la más alejada parcela al gol, la portería, la Real atravesó ingentes apuros para conectar con sus jugadores estrella. Zubimendi y Merino hacían lo imposible por encontrarse con Oyarzabal, Portu e Isak, y cada vez que hacían buenas migas, era en zonas intermedias. Un balón largo que ganó Portu lo hizo efectivo Oyarzabal para servírselo a Isak, sembrado en el 0-1. Otra acción directa, ya con empate, pudo ser el 1-2 si no fuera por el gazapo de Portu en la definición. Hasta ahí llegó la Real, muy espesa al no darse cuenta de que el partido necesitaba la rapidez de sus delanteros para descorchar el resultado.

Todo cuenta. Con 30 grados, un cúmulo traicionero de lesiones y la vorágine de las jornadas la sangre llega con dificultades al cerebro. Y el cerebro de la primera vuelta, Odegaard, no está para demasiados trotes. Con su condición física no se puede pretender que sea el mismo que antes de la Navidad. Quizá haya que pensar en un plan alternativo.


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