El último baile de Kobe, el desenlace de una carrera de película cumple cuatro años


Le dije que me prometiera que iba a hacer 50 puntos… y va el cabrón y mete 60”, se congratuló Shaquille O’Neal, uno de los excompañeros y leyendas que asistieron al último baile de Kobe el 13 de abril de 2016. Era el punto y final a una carrera de película, la guinda a un pastel de cinco anillos e incontables momentos para el recuerdo en una trayectoria de 20 años con Los Angeles Lakers. En su adiós a las canchas, Bryant enchufó 60 puntos a los Utah Jazz para liderar la remontada de su equipo de toda la vida por 101-96 en su casa y coliseo, el Staples Center de L.A.



Fue una madrugada apoteósica que empezó con muchos homenajes de propios y extraños, pero lo importante es que había que jugar una vez más. Kobe falló cinco tiros seguidos para empezar, ilustrando para todos el peso del paso del tiempo en las piernas de incluso los mejores de la historia. Por suerte, en un giro de guión necesario, Bryant sacó a relucir su clase y veteranía para ofrecer su último recital. Metió las cinco siguientes canastas que intentó y levantó a un Staples dispuesto a corear “¡MVP, MVP!” hasta la extenuación. El escolta terminó con 22 puntos al descanso, pero en ese punto los Lakers también amagaron con mostrar la versión sin maquillaje de la historia: los insulsos Utah Jazz les iban a dar una auténtica paliza a los angelinos (57-42).

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Claro esta, la cosa no acabó así. Con 1.566 partidos en sus piernas y 37 años, Kobe activó la mentalidad Mamba con su equipo 14 abajo a 10 minutos de la conclusión. Tirando de épica metió un dos más uno que arrancó sus siguientes 15 puntos consecutivos para el equipo. Con 36,1 segundos, sin saber muy bien cómo, el astro angelino había situado a los locales arriba en el marcador. Ni el mejor guionista de Hollywood hubiera escrito una despedida así. Bryant recibió la falta del rival con 14,8 segundos en el electrónico, dos tiros libros para redondear su despedida: el primero, dentro. El Staples no se lo creía. El segundo, también. El coliseo del 24 se derrumbó y el mundo del baloncesto se quedó, una vez más, embelesado ante lo acontecido.

Ese día, muchísimas personas se fueron a la cama impactadas. Nadie esperaba ni tanto ni tan poco de la despedida de Kobe. Se inventó algo mágico. Yo me acosté a las nueve de la mañana y me costó pegar ojo. Era la última vez que vivíamos en directo la grandeza de uno de los más grandes de la historia. Hoy, cuatro años después, escribo a esa hora sin todavía creerme nada. Fue, sin duda, uno de los finales más épicos de la historia del deporte profesional, un final digno de Kobe Bryant.

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