El viacrucis del PP hacia una condena anunciada


“Con distancia”, respondió Soraya Sáenz de Santamaría cuando, el pasado jueves, en su primer día en el Consejo de Estado, le preguntaron cómo veía la situación del PP. Apenas habían pasado dos meses desde que anunció su retirada y cuatro desde que se presentó a las primarias del partido para suceder a Mariano Rajoy y aspirar a ser la primera presidenta del Gobierno, pero los biorritmos en política son diferentes: los cumpleaños se celebran a los 100 días y algunos acontecimientos pueden llegar con efecto retardado. Lo saben bien los populares, que en lo que va de año han despedido a un presidente del Gobierno, una exvicepresidenta, una presidenta de comunidad y una ex secretaria general, o lo que es lo mismo, a Rajoy, Santamaría, Cristina Cifuentes y María Dolores de Cospedal.

Tres tormentas —Gürtel, el comisario encarcelado José Manuel Villarejo y las primarias— han arrasado el organigrama del PP. La metamorfosis arrancó hace nueve años, cuando aún no imaginaban cuántas figuras del partido iban a desaparecer de la foto familiar, y se ha precipitado en las últimas semanas, cuando apenas diez días bastaron para destruir una carrera de dos décadas: la de Cospedal.

“¿Quién se imaginaba, hace cinco meses, que Rajoy iba a salir del Gobierno por una moción de censura cuando justo acabábamos de conseguir el apoyo del PNV para los Presupuestos?”, repiten todavía algunos cargos populares en estado de incredulidad. El presidente fue desalojado de La Moncloa en la primera moción de censura exitosa de la historia de la democracia española, impulsada por un político al que los populares habían dado dos veces por muerto: Pedro Sánchez. Nueve años después de reunir a todo su comité ejecutivo para decir frente a las cámaras “Gürtel no es una trama del PP, es una trama contra el Partido Popular”, la primera sentencia por la trama corrupta obligaba a Rajoy a dejar la presidencia del Gobierno. De aquella foto, en la que le arropaba la plana mayor del PP, iban a caerse otros muchos.

Rajoy no quiso dimitir, como hubiesen preferido algunos cargos populares, y tras su abrupta salida regresó a su plaza en el registro. Ahora no quiere salir en ninguna foto. Se ausenta de todas las citas políticas de su partido, aunque esté en la misma ciudad, como ocurrió el pasado 27 de octubre en la interparlamentaria de Sevilla. Y la dirección del PP admite que no será fácil convencerle para lograr la imagen con la que el nuevo líder, Pablo Casado, quiere promocionar la convención nacional del próximo enero: él, Aznar y Rajoy juntos.

De aquella escenificación de 2009, cuando Rajoy negó la Gürtel, cayó Federico Trillo, ideólogo de la estrategia jurídica de defensa contra la trama, que tuvo que dimitir el año pasado como embajador en Londres por el informe que responsabilizaba al Ministerio de Defensa del accidente en 2003 del Yak-42, en el que murieron 62 militares.

También desapareció de la foto Esperanza Aguirre: en 2016 dejó la presidencia de los populares madrileños y en 2017 su acta de concejal en el Ayuntamiento tras los sucesivos escándalos de corrupción en el PP madrileño, con la entrada en la cárcel del presidente Ignacio González y del número tres en el gobierno autonómico, Francisco Granados.

Francisco Camps dejó la presidencia de la Generalitat valenciana en 2011 por su implicación en el caso de los trajes. Fue absuelto de aquella causa, pero la Audiencia Nacional ordenó el pasado septiembre reabrir una pieza de Gürtel para investigarle. También su vicepresidente, Vicente Rambla, dimitió en 2014 imputado por el caso Gürtel.

Ana Mato, que aparece junto a Camps en la imagen, abandonó el ministerio de Sanidad en 2014 como ministra de Sanidad después de que le juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz la señalara como partícipe a título lucrativo de la trama.

El pasado abril también se fue a una de las figuras recurrentes en las quinielas sucesorias, la presidenta madrileña Cristina Cifuentes, tras el escándalo de un máster de 2012 rodeado de irregularidades.

La última tormenta, la de las primarias, se llevó por delante a Javier Arenas, el eterno superviviente del PP, que abandonó el comité ejecutivo para ser portavoz adjunto en el Senado tras apoyar a Santamaría. También se retiró el exministro Íñigo de la Serna, que apoyó al bando perdedor en la carrera sucesoria. Y la sangría no ha terminado. Otros cargos que apostaron por la exvicepresidenta en las primarias preparan su retirada. En el PP hay quien opina que la salida de Santamaría y Cospedal, cuya rivalidad condicionó la vida interna del partido en los últimos años, traerá un periodo de tranquilidad a las siglas. Otros hablan del capital de gestión que han perdido — “esa era nuestra principal diferencia con Ciudadanos, la experiencia de Gobierno”—. Hay quien celebra el haberse liberado de la “mochila” de esas prácticas que el nuevo líder, Pablo Casado, dice que le “avergüenzan”, y quienes desconfían del retorno del hombre que invitó a varios futuros presos a la boda de su hija: José María Aznar. Porque muchos se fueron, pero solo él volvió.


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