El viejo mapa político ya no existe en Châteaudun

El viejo mapa político ya no existe en Châteaudun


El café-tabac de la calle de la República abre muy temprano. Desde primera hora hombres y mujeres en ropa de faena consumen cafés y se juegan los cuartos, pocos, en loterías y apuestas. Jean-Jacques, empleado del sector servicios (limpieza), encarna la fluidez del mapa político en Châteaudun y en el conjunto de Francia: votará en primera vuelta a Jean-Luc Mélenchon, el líder de la izquierda populista; si Mélenchon no pasa a la segunda, Jean-Jacques optará por la abstención o, “según esté el panorama”, votará a la ultraderechista Marine Le Pen. “Cualquier cosa”, dice, “menos Emmanuel Macron; cualquier cosa menos esta Unión Europea y esta mundialización de mierda”.

Sobre la inmigración, el trabajador no responde. Llama a otro hombre, le pega un puñetazo de broma y, entre risas, le grita: “¡Tú eres marroquí! ¡Tú eres el culpable de todo!”. El otro se ríe también. Curiosamente, en Châteaudun no hay inmigración argelina, sino marroquí. También hay una pequeña colonia turca. La charla de café dura apenas unos minutos. Es hora de fichar. Hacia las 8.00, el establecimiento queda casi vacío.

Antes, las trincheras políticas estaban claras y no se pasaba fácilmente de una a otra. “Esta era una ciudad obrera, de izquierdas, y en bastantes cosas se parecía a Clochemerle; ya sabe, peleas entre católicos y marxistas que acababan en nada”. Clochemerle es una novela satírica de 1934 sobre la vida en una pequeña ciudad de provincias. Su nombre se convirtió en sinónimo de las broncas de campanario. Quien habla es Alain Venot, de 76 años, el zorro más viejo de la política local. Venot fue alcalde entre 1983 y 2008 y entre 2014 y 2020; también fue diputado nacional y consejero regional.

Châteaudun [13.000 habitantes] alojó numerosas industrias de armamento y suministros militares a partir de 1945 porque el general Charles de Gaulle, entonces jefe del Gobierno provisional, las quería cerca de París, pero no demasiado: sospechaba de los obreros comunistas. Venot empezó a interesarse por la política en 1958, cuando De Gaulle volvió para fundar la Quinta República. Siempre fue fiel al general.

“Por entonces el pueblo estaba dividido”, rememora Venot. “Católicos y conservadores eran clientes del Crédit Mutuel, mientras la izquierda trabajaba con el Crédit Agricole. Ese es solo un ejemplo entre muchos. Pero no eran divisiones graves. Yo era gaullista y llegué a la alcaldía en coalición con los socialistas-radicales. Si no se contaba con la izquierda no había nada que hacer, porque eran mayoría”.

El antiguo alcalde (que no se lleva demasiado bien con el de ahora) comprende que el mapa ideológico tradicional se haya disuelto, e incluso comprende que haya quien sea capaz de votar por Mélenchon y por Le Pen dos semanas después: “La desindustrialización, la de aquí y la de toda Francia, la mundialización y la mecanización de la agricultura han hecho daño a la economía y el empleo. De ahí que invocar la recuperación de la soberanía nacional tenga éxito, sea desde la derecha o desde la izquierda. Existe el deseo, utópico, de revertir el proceso”.

Venot añade que Macron ha usado ya demasiadas veces el cuento del lobo con Marine Le Pen. “Le Pen ya no da miedo. Es un rostro familiar. Yo no olvido que procede del Frente Nacional, cuyos fundadores quisieron asesinar a De Gaulle. Pero otros la consideran casi moderada”.

Es viernes y comienzan las vacaciones escolares. Los chavales del liceo Émile Zola, en la parte baja de Châteaudun, cerca del río, salen de clase a toda prisa. Varios de ellos entran un rato después en el supermercado para comprar refrescos y patatas fritas. “Un pícnic”, dicen. Ya fuera del comercio muestran una botella de vodka. “Esto no nos lo habrían vendido, somos menores”, ríen. Habrá botellón, por tanto, pese al frío y la lluvia.

Ninguno de ellos ha seguido con mucha atención la campaña electoral, pero tanto los chicos como las chicas coinciden en dos cosas: en que no se habla lo suficiente de ecología y en insultar a Vladímir Putin con epítetos de grosor considerable. Pese a los esfuerzos del enviado, el diálogo desemboca en la eliminatoria PSG-Real Madrid. “París tenía que haber ganado los dos partidos por goleada”, afirma una chica. Eso es parecido a lo que antes dijo el exalcalde Venot, seguidor del PSG: “Todavía no entiendo cómo pudimos perder el partido en el Bernabéu”.

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