Los ‘hijos de Sankara’ marchan hacia el cambio


“Ya no podíamos aguantar más la situación del país: queríamos un cambio y ya lo tenemos. Hay que esperar para ver qué nos ofrecerá en los días venideros. No hubo revueltas tras el golpe de Estado, pues la persona que tomó el mando inspira confianza a la población”. Son palabras de Congo Lassané, presidente de Mê-Toecé y posible aspirante a alcalde en las próximas elecciones locales de Burkina Faso. El 16 de febrero, el nuevo jefe de Estado de este país, el teniente coronel Paul Henri Sandaogo Damiba, prestó juramento del cargo ante la Constitución restablecida. Él es el líder de los sublevados del pasado 24 de enero, en su mayoría militares jóvenes, y creó el Movimiento Patriótico por la Salvaguarda y la Restauración (MPSR). Ahora el país vive un periodo de transición hasta que se convoquen las nuevas elecciones dentro de tres años.

Estos hechos se han producido en medio del descontento de miembros del Ejército y de las protestas de la sociedad civil, encabezadas también por la juventud burkinesa. Ambos acusan al Gobierno de inacción frente al avance de la violencia yihadista desde 2015; hasta entonces, el país era un remanso de estabilidad y paz en una región convulsa. Mientras que desde la citada fecha Burkina Faso sufría atentados con víctimas mortales, el reciente presidente depuesto, Roch Kaboré, era acusado de malversar fondos –que deberían destinarse al pueblo– y de inacción frente al terrorismo creciente.

De 2016 a 2019, las víctimas de los ataques subieron de 80 a 1.800, como desveló el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU). A ello hay que sumar la desesperación de 1,81 millones de personas desplazadas forzosamente –lo que supone más del 8% de población total del país–, según datos de la ONU del 31 de marzo. Una gran parte del territorio es inaccesible por la inseguridad y la violencia extremista que deja aldeas y pueblos arrasados, prácticamente “borrados del mapa”.

Nueva esperanza en Burkina Faso

Congo Lassané forma parte de la llamada “nueva generación consciente”. Él ha optado por quedarse en su país para contribuir a su mejora, a pesar de ser uno de los pocos privilegiados que puede disponer de un visado para atravesar las fronteras por vías seguras. Ve con esperanza este cambio de Jefe de Estado: Damiba, el nuevo presidente, al jurar el cargo el 16 de febrero, se presentó al país con un discurso que incluye como objetivos primordiales el cese de las matanzas y del terrorismo.

El pasado 21 de marzo, una reunión de gabinete en torno al Jefe del Ejecutivo trataba de reforzar la base sobre la que deben enraizarse todas las acciones del Gobierno en el ámbito de la gestión de la crisis de seguridad. Los otros objetivos del discurso son: facilitar que los desplazados internos puedan regresar a sus pueblos de origen, llevar a cabo la transformación de la Administración que reclaman los ciudadanos, practicar una gobernanza inclusiva y luchar contra la corrupción. Lassané recalca que todos querían que dejara su cargo el presidente depuesto, Roch Kaboré, que fue nombrado porque “el país está corrupto hasta los huesos”, opina Lassané. “Tras la revuelta popular de 2014, el pueblo quería un cambio y no que el presidente electo fuese el de la Asamblea Nacional del régimen que se derrocaba, cosa que sí sucedió por fraude electoral”, denuncia. Añade que en muchos países africanos como el suyo hay un analfabetismo elevado y las campañas electorales no son reales. Mientras en naciones occidentales se presentan programas de gobierno, “aquí vas a las aldeas, distribuyes arroz y dinero y verás cómo luego te van a votar seguro”, denuncia.

La nueva generación toma conciencia formando movimientos estudiantiles y movimientos activistas que cuestionan y presionan al poder establecido.Congo Lassané

Lassané es una persona muy comprometida con su patria y piensa que, si se presenta como candidato a las próximas elecciones municipales de Toécé, podría contribuir a sensibilizar y aportar ideas positivas de desarrollo a su aldea. Expone que cada país debe hacer lo que pueda por el bienestar de su pueblo, según su historia, según su cultura y sin imitar a otros estados. “Tenemos que despertar y proclamar que nuestro desarrollo realmente depende de nosotros. Hemos de construir nosotros mismos nuestra África”.

Estos ideales recuerdan a los del expresidente panafricano Thomas Sankara, “que en cuatro años de mandato logró lo que no se ha podido hacer en más de 20 o 30 en otros países africanos”, pues luchó contra la corrupción y el hambre, y promovió la reforestación, la educación, la salud y los derechos de las mujeres. Para Sankara era vital huir del alineamiento colonial heredado y arremetió contra el imperialismo, ganando muchos seguidores más allá del continente. “Sankara es mi padre espiritual. Es el efecto de la luz en una oscuridad, no solo para mí, sino para toda Burkina y otros países de África”, explica Lassané. Añade que antes de su asesinato, en 1987, Sankara dejó marcado un camino claro para el futuro. Sus propuestas e ideas siguen vigentes hoy, aunque no se llegan a implementar a causa de la corrupción y de intereses externos.

Como presidente de Mê-Toecé desde hace más de una década, Lassané es un ejemplo de los burkineses que dedican su vida a mejorar las condiciones de su población regional a través de organización no gubernamentales (ONG) locales. Ha fundado el Centro de Recuperación y Educación Nutricional para atender a niños malnutridos, y su asociación trabaja también para proveer de agua potable a las aldeas de los alrededores. Como educador, ideó un programa de formación para niños sin recursos o huérfanos incentivado por la práctica del fútbol. Ello le llevó a hacer colaboraciones con el Futbol Club Barcelona. Recalca que ellos no son pobres, sino que han sido empobrecidos y también que Occidente les ha creado unas “necesidades artificiales” que antes ni se planteaban.

El suyo es considerado por la ONU como uno de los diez países más empobrecidos del mundo, a pesar de ser el cuarto productor de oro de África. “Si los burkineses nos unimos y reflexionamos, veremos que podemos aprovechar las riquezas de nuestro país para el beneficio de nuestro pueblo, y podemos llegar a ser de los más adinerados del mundo”, proclama.

Adversidades en el “país de los hombres íntegros”

Tanto Lassané como la población mayoritaria esperaban cambios profundos tras el levantamiento popular que lideraron los jóvenes en 2014. Esta insurrección desembocó en la dimisión del dictador Blaise Compaoré, quien estuvo en el poder durante 27 años con el apoyo de Francia. La elección del presidente Kaboré en 2015 auguraba una mejoría; sin embargo, se sienten traicionados. Ahora depositan su confianza en este nuevo cambio. “Ya basta, ¡a los burkineses les toca decidir!”, se escucha en los debates estudiantiles de las universidades de Uagadugú, la capital.

La nueva generación del país, los llamados “hijos de Sankara”, se está movilizando en los últimos años, como lo demuestra el movimiento Balai Citoyen (que en francés significa escoba ciudadana, en el sentido de que ellos barren la corrupción). Es una juventud que clama contra el neocolonialismo y que presiona a los dirigentes para restablecer los derechos humanos y la justicia en el país. Bien considerado por la mayoría de la población, este movimiento ha presentado denuncias contra el Gobierno para exigir justicia.

El sentimiento antifrancés va en aumento, pues ven que en realidad la suya no es una ayuda honesta, ya que, de hecho, el terrorismo se ha multiplicado desde 2014. Piensan que Francia actúa según sus intereses, explotando las riquezas de su país, y sin protegerlos realmente de la violencia extrema.

“Hemos de construir nosotros mismos nuestra África”, comenta Congo Lassané, junto a la tumba del expresidente panafricano Thomas Sankara.Congo Lassané

Hubert Crepin, coordinador de la ONG local Eau Vie Sahel (AEVS), manifiesta que los jóvenes graduados y con diplomas se encuentran sin trabajo y están desesperados en uno de los países con más porcentaje de población joven en el mundo. Por ello, mientras algunos de ellos forman nuevos movimientos políticos para presionar a su país, otros se ven abocados a la migración clandestina, pues creen en el sueño del Dorado: “Si llegan a Europa, donde hay muchas empresas, podrán trabajar y hacer realidad sus deseos”.

Peor lo tiene la juventud empobrecida de las aldeas del norte del país, que es reclutada por los movimientos extremistas para luchar incluso contra su propia aldea. Expone que las causas de la falta de empleos tras la presidencia de Sankara son por el mal gobierno, como el del régimen de Compaoré durante 27 años. “No han desarrollado una estrategia para gestionar una política nacional de empleo y, por contra, la corrupción está muy desarrollada. Además, nuestros recursos están explotados por compañías extranjeras que casi no ofrecen puestos de trabajo a los locales, y la riqueza vuela fuera de las fronteras”, exclama.

Le afligen profundamente las oleadas de ataques terroristas que desde 2015 destruye su país. Además, tal como ha declarado el portavoz del Gobierno, Alkassoum Maiga, a principios de año, “3.280 escuelas están cerradas, –que representan un 13,09%–, hecho que afecta a más de medio millón de alumnos”.

Crepin, –como Lassané–, ha optado por trabajar en beneficio de la población local en lugar migrar. Su organización consigue proveer de agua potable a algunas escuelas y a poblados localizados lejos de la capital a donde no llega el Estado. Esta labor se ve impactada negativamente por el terrorismo, ya que no puede intervenir en todas las aldeas donde antes trabajaba, los desplazamientos se han limitado y han de ser supervisados por la policía. Por último, los colaboradores externos que financian los pozos no pueden acudir a realizar el seguimiento de los proyectos.

Fuera de las fronteras burkinesas, en nuestro país, activistas como Babou continúan la defensa de los derechos humanos. En 2019 lideró el movimiento contra el desalojo de personas de origen africano “sin papeles”, junto a portavoces del Sindicato Mantero (Papalaye) y a Fatou Secka (miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos).Mar Joaniquet

Montse Vallmitjana es vicepresidenta y cofundadora de la ONG Aigua per al Sahel, que trabaja en proyectos de cooperación en Burkina Faso desde hace más de 30 años. Lamenta profundamente el asesinato de civiles y militares desde 2015 con la llegada de los extremistas, y declara que la inestabilidad política del país genera mucha inseguridad y dificulta el trabajo. A ello se suma que las subvenciones públicas de la Agencia Catalana de Cooperación y del Ayuntamiento de Barcelona ya no financian construcciones de infraestructuras como pozos, ni acciones fuera de las grandes ciudades, que es a lo que se dedica y donde actúa la citada organización.

Desde Cataluña, los voluntarios de esta organización se esfuerzan para encontrar alternativas en pequeños financiadores y para mantener el acompañamiento y soporte a los poblados desfavorecidos de Burkina Faso. Ellos también esperan que con el nuevo Gobierno se abra un futuro positivo para dicho país. “Vamos a seguir, sea como sea, y ahora, aún es más necesario”, señala Vallmitjana.

La fuerza de nuevas generaciones continúa tras las fronteras

Nebon Babou Bassono, (conocido como Babou) es militante del movimiento social Balai Citoyen, y también, como Lassané, forma parte de la nueva generación consciente burkinesa. Él optó por migrar a España buscando un futuro mejor. Desde hace casi 15 años suma a su activismo por su patria la defensa de los derechos de las personas migrantes consideradas “ilegales” en el país europep. Para dicho colectivo, el intento de regularizar su situación es una tarea ardua y casi imposible por las dificultades de la Ley de Extranjería española. En este sentido, Babou es promotor pionero del colectivo #RegularizacionYa, plataforma que actualmente está lanzando a nivel estatal una campaña de recogida de firmas para una ILP (iniciativa legislativa popular) y así conseguir su posterior debate en el Congreso de los Diputados español.

Babou considera que las causas reales de la emigración en África son el neocolonialismo y el despojo sin escrúpulos de los recursos naturales del continente por parte de las potencias capitalistas desde hace siglos. Este expolio continuado ha generado la extrema pobreza con graves consecuencias en la actualidad, las enormes desigualdades existentes debido a la mala redistribución de las riquezas y la falta de oportunidades para la juventud.

Delegado de la diáspora burkinesa en España y presidente de la Asociación de Burkinabeses de Barcelona, Babou se distingue por su activismo, tanto en foros internacionales organizados en Canarias, como en las manifestaciones contra el desalojo de la llamada “casa de África” en la capital catalana, donde habitan personas “sin papeles”. Se considera sankaractivista y aplaude la reanudación efectiva del juicio por el asesinato de Thomas Sankara y sus 12 compañeros, magnicidio que aún sigue impune después de 30 años: finalmente la Fiscalía militar ha exigido el 8 de febrero 30 años de prisión para el expresidente Compaoré. “Sankara fue y seguirá siendo mi ídolo y el modelo a seguir, al igual que lo es para la nueva generación africana”, recalca.

Babou explica que la crisis económica, la corrupción y la mala gobernanza son algunas de las causas principales de los recientes golpes de Estado en Guinea-Conakri, en Mali y en su país, Burkina Faso. En los últimos años, la inseguridad debida al terrorismo se ha convertido en la principal preocupación de las poblaciones de los países del Sahel. En el caso de Burkina, hay que añadir la gran decepción de todos los actores que hicieron posible el levantamiento popular que lideraron los jóvenes en 2014 y que acabó con la huida del dictador Compaoré. Se esperaba haber conseguido algo mejor hasta hoy, pero lamentablemente la realidad es otra. Su expectativa es que el MPSR que ha tomado el mando del país tenga como máxima prioridad la lucha contra la inseguridad y facilite el regreso de todos los desplazados internos a sus localidades de origen.

Burkina Faso es uno de los países con más porcentaje de población joven en el mundo, un 45% frente al poco más del 20% en países europeos.Mar Joaniquet

Babou señala que la cara positiva del continente africano no es visible en Occidente: “África se está movilizando: existe una joven generación plenamente consciente que se deja la piel todos los días y clama alto y fuerte el lema de ‘ya nada será como antes”. Recalca que, desde el pacifismo, estos movimientos juveniles ejercen de contrapoder y se definen como centinelas de los avances democráticos.

La juventud africana actual, frustrada por la mala gestión de sus gobiernos, ha comprendido que ha de ser actora del debate político y si es necesario, ha de asumir su responsabilidad (como ya hizo en el levantamiento popular de 2014). Estos movimientos se cuestionan el poder establecido y presionan a sus dictadores y dirigentes a través de nuevos métodos e instrumentos, ya sea a través de asociaciones estudiantiles, así como desde el arte, desde Twitter –para movilizar masivamente a la población– hasta el rap y el grafiti. Son organizaciones que han demostrado su eficacia, como Y’en a Marre (¡ya estoy harto!, en francés) de Senegal, que nació en oposición al tercer mandato del presidente, y fue el ejemplo seguido para la creación de Balai Citoyen, actualmente hermanados. También destacan el Frente Revolucionario Anti-Imperialista Popular y Panafricano (FRAPP) y el Colectivo #480 en Senegal, y Filimbi y Lucha en la República Democrática del Congo (RDC). El debate descolonizador y lograr la plena soberanía de sus Estados están de plena actualidad y son los temas más candentes para todos ellos.

Babou enfatiza que hay muchas preguntas sin respuesta, siendo la más crucial la siguiente: ¿Por qué África es tan rica y tan pobre a la vez? La juventud africana consciente, tanto de allí como desde la diáspora, necesita respuestas convincentes y se permite cuestionarlo todo: la moneda colonial, la presencia militar de tropas extranjeras en sus territorios, el drama de la emigración, la política migratoria de la Europa-fortaleza y la externalización de las fronteras, entre otras cuestiones clave.

La eficacia de estos movimientos juveniles ha quedado demostrada en diferentes países, ya que han generado dinámicas de cambio hacia una verdadera democracia. Pero, a menudo, estos logros quedan ocultos por el gran peso de lo negativo en los medios de comunicación, encasillando a los africanos en los temas de hambre, guerra, sida, miseria, golpes de Estado… A pesar de ello, personalidades y eminencias africanas auguran que gracias a estos jóvenes será posible el advenimiento de una sociedad africana basada en sus realidades socioculturales. Su responsabilidad es grande, porque ellos traen esperanza para un futuro mejor.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.




Source link