“Están empezando a llegar a la consulta niños de 8 años por ciberacoso”


Amanda y Aino se mueren de risa. Van vestidas de princesas con un tutú y flores y sujetan con otros cuatro compañeros de su clase de seis años un laberinto de madera con agujeros por el que, entre todos, deben conseguir que pase una bola sin caer al suelo. Lo intentan varias veces. Y lo consiguen. Ya sentadas en el sofá de la clase, mientras sus compañeras hacen planetas con globos y papel, les da otro ataque. “¡Jajajajaja!”. Imparables. “¿Qué es Kiva? Kiva es divertido…”, responden a una pregunta que no entienden. Ninguna de estas dos niñas rubias tiene ni idea de lo que es acoso escolar (ni falta que hace) ni de lo que significa en realidad Kiva Koulu (en finlandés Escuela Divertida), el programa antibullying que Finlandia practica en el 90% de sus escuelas, incluida la suya. Estamos en el colegio finlandés de España, situado en Fuengirola (Málaga), con 300 estudiantes y 25 años de trayectoria. Sin saberlo, entre carcajadas, estas dos alumnas están empezando a trabajar una de las grandes claves del asunto: se gana en equipo.

En 2009, el Gobierno finlandés implantó un modelo en el que habían trabajado previamente investigadores de la Universidad de Turku, el programa Kiva Koulu. Y lo llevaron a los centros. Las primeras investigaciones apuntan a descensos sensibles de casos de acoso. El modelo está ya en marcha en otros países (Italia, Holanda, Estados Unidos, Reino Unido…) y fue presentado en España en mayo por el Instituto Iberoamericano de Finlandia, sin que hasta la fecha se haya apuntado ningún centro público español. El Ministerio de Educación español acaba de sacar el borrador de un plan de convivencia que anunció ya en abril y con escasa concreción de momento. Lo ha anunciado acuciado por el caso de un niño, Diego, que se quitó la vida sin que nadie detectara que algo iba mal y dejó a sus padres escrita una carta en la que decía: “Ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera de no ir”. El caso se ha reabierto. Otra chica de Madrid, Arancha de 16 años, se suicidó en mayo después de que los padres lo hubieran denunciado en comisaría. Algo está fallando.

Profesores alerta

“Lo más importante es que el profesor esté realmente alerta, notar si tus chicos están fuera del grupo y no tiene amigos, aprender a conocerles y facilitar grupos seguros, en los que todos se sientan a salvo”. Ann-Charlotte Ahl Quist es una de las cuatro profesoras especialistas en Kiva del colegio de Fuengirola, que implantó el sistema hace cuatro años. Sobre la mesa de la sala de profesores, despliega el material: Libros vídeos, revistas,… El programa incluye 10 sesiones al año en cada curso. Pero además de las clases específicas, hay guardianes como esta docente a la que le llegan todos los casos. El grupo de cuatro especialistas debe diseñar las estrategias.

Primera planta. Aula de los alumnos de siete años. El miércoles pasado tocaba una clase sobre emociones dentro del plan antiacoso. El profesor saca un dibujo con un niño abrazado a sí mismo, con el flequillo de punta y los ojos muy abiertos. “¡Pelko!”, gritan los niños. (“¡Miedo!”). Durante 45 minutos verán otras imágenes (inseguridad, tristeza, felicidad…) y saldrán a la pizarra a interpretar ellos mismos los sentimientos con gestos y aspavientos.

Aprenden que no está bien que uno esté triste, que no se habla cuando otro habla, que no hay que reírse de los demás. Distintos expertos españoles recomiendan que la prevención y detención del acoso escolar se trabaje desde los primeros ciclos, en los años de primaria. 

Seis recreos al día

Suena la sirena de pitidos cortos que anuncia uno de los seis recreos del colegio de Fuengirola, donde solo estudian alumnos con nacionalidad finlandesa, aunque muchos hablan español. Al estar en la Costa del Sol, hay menores que pasan apenas un par de meses en el centro, muchos chicos nuevos. Para ellos también es Kiva, para integrarlos en el grupo. Los niños bajan en tropel por las escaleras de este antiguo restaurante de tres plantas situado al este de Fuengirola, en el barrio de Los Pacos en el que casi todos los vecinos son finlandeses que comenzaron a llegar en los años 60 atraídos por el sol y la posibilidad de practicar deportes en invierno.

En mitad del patio brilla el chaleco reflectante de Conchi Flores, profesora de infantil y español, que regresó a Málaga después de 17 años en Finlandia. Durante los próximos 10 minutos es una autoridad antiacoso perfectamente identificable. Otros dos compañeros como ella vigilan las otras dos plantas. “Aquí no pasan ni una”, explica coloquial entre el barullo de los pequeños, que se persiguen de un extremo a otro del patio junto a la mesa de pin-pong. “Se ataja rápidamente el problema que haya por insignificante que parezca. Nosotros en España damos menos importancia a que un chico le diga a otro: ‘Tonto, que eres tonto’, pero aquí cualquier palabra se lleva al profesor”.

Todos importan en el grupo

“¡Jono, jono, jono!” (“¡fila, fila, fila!”). La profesora de Matemáticas, Minttu Alonen, imparte también hoy una clase de Kiva con los mayores. Los 23 alumnos de sexto grado (12 años) desfilan hacia la pista de baloncesto, situada al otro lado de la calle. En este colegio la fila es sagrada: para moverse, para esperar al recreo, para lavarse las manos en los lavabos que hay en un pasillo delante del comedor que sirve a diario comida elaborada allí. Los organiza en grupos de seis, mezclados entre sí. “Es importante que hagan cosas divertidas en las que puedan trabajar en grupo. En el grupo todo el mundo sabe que es importante, aprendes a valorar al otro”, explicará la docente luego. “En mis clases no tolero que nadie se ría de otro por ser diferente o por hacer algo mal”, añade con gesto enfadado.

Información a los padres

“Se burlaban de mí porque mi padre es profesor. Pero hablé con él, contactaron con sus padres. Y paró. Ahora todo está bien”. Rasmus, de 12 años, confiesa en mitad de la pista de baloncesto que fue acosado. “Significa molestar a otro, molestarle todos los días y producirle miedo”, describe mientras sus compañeros siguen con los juegos al fondo.

El proceso normal es el siguiente: cualquier cosa que se detecte es comunicada al equipo de cuatro profesores Kiva. Si se considera grave, se avisa a los padres, y si es “muy serio” esa llamada es inmediata, explica la directora del colegio, Maarit Paaso. “No esperamos al día siguiente, ni a la semana siguiente, lo que es importante hay que resolverlo en seguida, no podemos cerrar los ojos, hay que estar alerta todo el tiempo”, señala en su despacho. El papel de los padres también es importante. Hay una guía para ellos, se les convoca a tutorías, se les informa desde una aplicación informática. El acoso sucede en el grupo (el acosador y sus acólitos) y se combate en grupo, formado esta vez por todo el sistema, desde el Gobierno al niño recién llegado a la escuela. “No podemos bajar la guardia”, asegura la directora.


Source link