Explosión de talento en la libertad del ‘podcast’

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Hazlo tú mismo: el lema de la contracultura está vigente como nunca en la era digital. El fenómeno del podcast se explica en cómo se abre paso ahí el talento. Cualquiera puede permitirse producir un audio digital con poco dinero y, si tiene buenas ideas, crecer por el boca a boca. Y lo que nace como alternativo a menudo es capaz de llegar a las masas. Pasa lo mismo en las plataformas de vídeo: Ibai Llanos no pretende hacer televisión, y no le faltarán ofertas para ello, pero lo suyo en Twitch se va pareciendo tanto que hasta tendrá a Ramon García con él dando las campanadas.

Existen audios digitales de producción ambiciosa que hacen los grandes medios, y programas de radio con más impacto en diferido; también hay podcasts que dan el salto a la radio. Otros son obra de aficionados: un profesor de instituto de Granada, Juan Jesús Pleguezuelos, grababa con el móvil lecciones amenas de historia para los estudiantes de selectividad y captó a muchos que peinan canas y dejaron muy atrás las aulas. Y está en auge un formato que ofrece cercanía, complicidad, espontaneidad, la charla que no parece seguir un guion (no es así: para improvisar hay que prepararse bien).

En este nuevo terreno, casi un nuevo lenguaje, las mujeres pisan muy fuerte: Deforme semanal, Mi patio de vecinas, Malasmadres, Gabinete de curiosidades… Divertidas, descaradas, combativas. Hay algo liberador aquí: estas creadoras están menos expuestas al público hostil —ese que acosa en las redes—, porque solo sigue un podcast el que ya es afín. Eso, en estos tiempos crispados, es una ventaja.

Decían que en España no triunfan las cómicas: lo desmiente con rotundidad Estirando el chicle, el espacio de Carolina Iglesias y Victoria Martín, que se ha puesto en cabeza de lo más escuchado. Han empezado a grabar el programa en teatros llenos. Y agotaron en un día las 12.000 entradas para un especial en el Wizink Center de Madrid el próximo septiembre. Las nuevas voces del entretenimiento se han hecho a sí mismas. Por eso son libres.

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