Goretzka salva a Alemania de la quema

Goretzka, en el momento de salvar a Alemania.
Goretzka, en el momento de salvar a Alemania.KAI PFAFFENBACH / Reuters

Hungría abofeteó a Alemania, pero Goretzka le puso la pomada con un tanto postrero, un salvavidas a tiempo que le vale para pasar ronda, pero no para evitar el rubor ni las críticas, ni evitar Inglaterra en Wembley en octavos. Y es que la selección húngara, bajo un aguacero monumental y en Múnich, casi pone fin a la era de Löw [será relevado por Hansi Flick al acabar la Euro], la etapa de un seleccionador que le dio a Alemania el Mundial en 2014, además de un sello futbolístico a imagen y semejanza de la mejor España. El susto no se lo quita nadie. Mérito de la correosa Hungría, capaz de dar la talla en el denominado grupo de la muerte (Francia y Portugal además), pero que acabó eliminada con todos los honores.

El seleccionador, Marco Rossi, no cambió ninguna pieza de su once, animado por el empate frente a Francia, la actual campeona del mundo. Tampoco varió de plan —cerrojo para salir escopeteados a la contra— y le salió a pedir de boca. Resulta que en la segunda ocasión que pasaron con el esférico controlado de la medular hicieron diana. Fue un centro medido de Sallai entre el portero y los defensas que acabó por atacar Adam Szalai, suficiente para batir a Neuer y retratar a los centrales alemanes (Hummels y Ginter), que se contentaron con verlo. El primer hachazo.

Con el resultado adverso y la sombra de la eliminación, Alemania recuperó el esférico porque Löw nunca renunció a sus convicciones ni a su gusto por el fútbol asociativo, menos aún cuando podía ser su último partido al frente de la selección. Así, Alemania se quedó la pelota en propiedad, pero le costó descomponer a Hungría, atrincherada en su campo, equipo solidario como pocos, de esfuerzo infinito, generoso en las ayudas y coberturas. Un conjunto con callo que resultó todo un quebradero de cabeza para la desbravada Mannschaft.

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Sobre todo porque Hungría aceptó el asedio pero con condiciones, pues cerraba los pasillos interiores para que el rival solo pudiera expresarse por las bandas, desdibujados Gündogan y Kroos. Y con Sané desafinado, Alemania se refugió en el costado derecho. Avisó primero Kimmich, negado por Gulácsi; lo intentó después Ginter y prosiguió con el acoso con un remate demasiado centrado; y se puso serio Hummels, que cabeceó un córner al larguero. Ataque al abordaje sin puntería que le hizo saltar las alarmas, también recordar viejos fantasmas como la eliminación prematura en el pasado Mundial o alguna derrota reciente; expresiva frente a España (6-0) o sonrojante ante Macedonia del Norte (1-2).

Löw mueve la pizarra

Sin más argumentos, Alemania se bloqueó, anestesiada ante la propuesta defensiva de Hungría. Trató Löw de revitalizar a su equipo con un cambio de sistema —del 3-4-3 al 4-3-3—, con Kimmich por dentro. También quitó a Gündogan para poner a Goretzka. Pero no había manera de descuajaringar a la ordenada Hungría. Hasta que llegó una falta lejana lateral, un centro de Ginter que Gulácsi se zampó y que Hummels puso en juego, finalmente embocado el balón por Havertz. Era el empate, el alivio. Pero le duró un santiamén, apenas dos minutos porque Hungría sacó de centro y tras un pelotazo y un rechazo, Szalai recogió el balón y lo filtró a la carrera de Schäfer, que batió a un Neuer, en tierra de nadie con su salida. Segundo hachazo.

Para fortuna de Löw y de Alemania, Goretzka llegó a tiempo para cazar un balón huérfano en el área, un gol redentor que también castigó de mala manera a Hungría. Ahora, Inglaterra aguarda a la selección germana en un duelo de tintes históricos como recuerda la final del Mundial de 1966, resuelta en la prórroga a favor de los ingleses con el polémico gol fantasma de Hurst. Pero esa es otra historia. En esta, Alemania está presente por los pelos.

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