Hallados muertos en un contenedor en Paraguay siete migrantes magrebíes que viajaban hacia Italia

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Lukas coge el diccionario y consigue entender qué les ha pasado a los dos hombres quienes tienen cara asustada y sin esperanza: Ali y Said acaban de ser devueltos por la policía bosnia desde Bosnia-Herzegovina hasta Montenegro. Ellos solo representan un ejemplo de lo que los migrantes viven cada día en toda la ruta balcánica que, a pesar de las dificultades, violaciones de los derechos humanos e injusticias, sigue siendo una de las pocas opciones para miles de personas de migrar hacia Europa Central. La falta de vías legales tanto de migrar económicamente de forma segura como de pedir asilo sin arriesgarse en un viaje largo, peligroso y dispendioso, obliga a quien quiere migrar a hacerlo de una forma tan inhumana como forzada.

“Están muy preocupados, no saben a dónde ir. Dicen que han sido golpeados por la policía. A uno le duele la pierna y al otro el brazo izquierdo; necesitan ir al hospital, podrían tener algo roto o fracturado”, reporta Lukas.

Ali y Said están en una condición administrativa irregular, así que el acceso a tratamiento médico se le deniega tanto en el campo de Spuz, en las afueras de Podgorica, como en el hospital público donde se requiere que los pacientes tengan algún tipo de identificación nacional. No queda otra opción que una clínica privada. Lukas hace unas llamadas y lo organiza todo para que el día siguiente Ali y Said sean atendidos.

Está todo listo, solo hace falta despedirse, descansar y quedar para el día siguiente.

“Anoche ha habido una pelea en las puertas del campo, la policía cogió unas personas… Es probable que se llevaran también a Said y Ali”. Dice un hombre a Lukas que, al volver cerca del campo, justo en el punto en el cual había quedado con Ali y Said, no encuentra a ninguno de los dos. Inútil llamar por teléfono, o escribir en Facebook, no se conectan desde las siete de la noche del día anterior. Lukas no puede hacer nada más que llamar la clínica, anular la cita y volver a casa; cargando el peso de sus dudas en soledad.

“Están muy preocupados, no saben a dónde ir. Dicen que han sido golpeados por la policía. A uno le duele la pierna y al otro el brazo izquierdo; necesitan ir al hospital, podrían tener algo roto o fracturado”

“Nos han devuelto a Albania. Una pelea empezó en las puertas del campo, el servicio de seguridad llamó la policía que al llegar no preguntó nada, solo cogió a mí, Ali y otros chicos que estaban por ahí. Nos pusieron en la parte de atrás de un coche que no se podía identificar como coche de la policía, era todo negro. Yo estaba asustado y me sentía como en una jaula. Después de unas horas pararon y nos dijeron: “Bajar del coche y correr; sin dar la vuelta”. No sabíamos ni dónde estábamos”. Escribe Said cuyos huesos rotos ahora le duelen menos que la injusticia que acaba de sufrir: devuelto de Bosnia a Montenegro y de Montenegro a Albania en menos de 24 horas.

Durante 2019, 8.000 personas en tránsito fueron registradas en Montenegro. El jefe de la policía bosnia, Zoran Galić, admitió 7.000 devoluciones ilegales entre su país y los vecinos: Serbia y Montenegro. Las devoluciones, cometidas por parte de oficiales bosnios durante los primeros 8 meses del 2019, son ilegales no solo porque lo admitiera Galić, sino porque así lo estipula el derecho internacional cuando las devoluciones son realizadas de forma grupal, por fuera de las fronteras legales y reconocidas y sin un procedimiento administrativo que las avale.

Informes publicados por la plataforma Border Violence Monitoring Network (BVMN), cofundada por No Name Kitchen, arrojan alguna luz sobre las devoluciones ilegales en la ruta balcánica. “En Montenegro se observa una inversión del flujo migratorio: Personas que antes migraban hacia el norte, ahora retornan a Grecia, después de perder el ánimo tras ser devueltos de forma ilegal y violenta en diferentes puntos fronterizos”, según el informe publicado por BVMN en junio de 2019.

Valentina Angotti pertenece a la ONG No Name Kitchen, que trabaja en los Balcanes con refugiados.


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