EL PAÍS

Hay empresas a las que les va mejor en las crisis que en la normalidad

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En las crisis siempre hay personas, empresas y sectores a los que las cosas les van mejor que en tiempos de normalidad. Máxime si esas crisis se dan por la acumulación de dificultades de distinta naturaleza, como sucede ahora. Muchos de esos sujetos son los que repiten públicamente que las crisis son oportunidades, mientras el resto las sufre en silencio. La cúspide de la sociedad actual ha cambiado de composición con la de respecto, por ejemplo, hace apenas una década o tres lustros. En la misma están, sobre todo, los responsables de las empresas tecnológicas, energéticas y de materias primas y, arropándolos, como un manto protector, el mundo de las finanzas. No se trata del 1%, como escribió el antropólogo americano David Graeber en Occupy Wall Street, sino del 0,01%: se han concentrado aún más. Una élite dentro de la élite.

La cima de la sociedad se transforma cuando surge una nueva oportunidad geopolítica. En este caso, han sido la pandemia y la guerra de Ucrania sin solución de continuidad, un periodo de tiempo lo suficientemente extenso para permitir los cambios. Si se repasa lo ocurrido en los principales países del mundo —también en España—, los márgenes empresariales de los sectores citados comen terreno al de los demás, pero sobre todo a los salarios. Los trozos de la tarta son cada vez más disímiles. Paul Krugman lo ha atribuido a dos factores nuevos que se unen a los que siempre acontecen en las partes bajas del ciclo económico (la “destrucción creativa”, la debilidad sindical, etcétera): la alta tecnología ha tomado un rumbo acelerado que hace que los sectores menos dinámicos y la mano de obra estén en desventaja; y, sobre todo, los efectos de una creciente oligopolización (las empresas instaladas engullen rápidamente a las de creciente aparición para evitar que les hagan la competencia), lo que significa el acaparamiento de buena parte del poder político (para acoplar las reformas fiscales, los intentos regulatorios o incluso para condicionar las formas de pensar de la gente). Biden declaró hace poco tiempo: “El capitalismo sin competencia no es capitalismo sino explotación”.

En la cucaña por la que suben las diez empresas con más beneficios hay tres tecnológicas (Apple, Microsoft, Alphabet), cinco energéticas (Exxon, Shell, Total, Chevron, AP Moller-Maersk), una farmacéutica (­Pfizer) y un gran banco, JPMorgan. En realidad, la banca —comercial, de inversión o banca en la sombra— financiariza todas las demás actividades a través de productos como los derivados, los futuros…, de modo que en muchas ocasiones da igual si sube o baja el precio de lo que ofrecen: siempre ganan más dinero. Esa imagen totalizadora de las finanzas se describe en la novela titulada Fortuna (Anagrama), del escritor argentino Hernán Díaz, cuando uno de sus personajes fantasea: “Todo financiero ha de dominar múltiples disciplinas, porque las finanzas son el hilo que recorre todos los aspectos en la vida, son el nodo donde confluyen las distintas corrientes de la existencia. Los negocios son el denominador común de todas las actividades y empresas humanas. Esto a su vez significa que no hay asunto que no ataña al ámbito del hombre de negocios. Para él, todo es relevante. Es el verdadero hombre del Renacimiento”. Ni siquiera lo hubiera expresado mejor Rafael Termes, aquel ilustrado banquero español presidente de la patronal del sector, que representaba lo mejor del liberalismo económico (el mercado siempre tiene razón; nunca la tienen quienes lo intentan controlar) siempre que ese liberalismo se detuviese a las puertas del sector financiero.

En uno de los platos de la balanza de la distribución está la situación de la cúspide empresarial de la sociedad, para la que 2022 ha sido un año memorable en lo que respecta a sus beneficios; en el otro, los problemas agudizados del resto: una deuda gigantesca, las desigualdades, la emergencia climática, la creciente vulnerabilidad financiera de los bancos pequeños y medianos, la inseguridad que ha generado la globalización o una inteligencia artificial sin regulación que amenaza la profundidad de las democracias. Así es el sistema.

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