EL PAÍS

Jorge Zepeda: “La descalificación es la solución mágica aunque se sepa falsa”

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El círculo íntimo de colaboradores de Donald Trump organiza un plan para empujar las encuestas políticas a su favor. Se trata de matar a varios niños y ancianos blancos para culpar de ello a los hispanos e infundir en Estados Unidos el miedo que dará la razón a sus ideas racistas. ¿True or fake? Refiere una hipótesis un poco inclinada al abismo de lo posible con la que el escritor Jorge Zepeda Patterson ha armado un thriller político con un escenario conocido: oscuras oficinas de campaña donde los estrategas electorales intentan dominar la conversación para convertirla en votos. ¿Hasta dónde se puede llegar para alcanzar la Casa Blanca? Hasta donde lo permita el factor humano, que siempre es capaz de torcer el destino fijado, confiriendo grises donde algunos solo ven blancos y negros (o hispanos). El dilema de Penélope (editorial Planeta) es la nueva novela del periodista mexicano (Mazatlán, Sinaloa, 70 años), perfectamente imbricada en los tiempos extremos que está viviendo la política estadounidense y quizá la de medio mundo. Un texto inquietante que no deja ver el final hasta el final mismo, de igual modo que se vuelve inaprensible el futuro de estas nuevas sociedades copadas por una conversación extremista y emocional. El desasosiego ante la incertidumbre sociopolítica no perturba la serenidad con que este analista examina el panorama de Estados Únicos, de México y el mundo.

Pregunta. ¿Se nos ha apuntado usted a la teoría de la conspiración?

Respuesta. Ja ja, sí. Y no soy nada complotista, debo decir, pero la trama tiene todos los elementos de thriller, que no es más que una aceleración de las posibilidades de la realidad, pero tampoco escapa a las posibilidades de esta realidad… solo espero no estarle dando ideas a los perversos. Ilustra en cierta manera todo aquello que pueda estar sucediendo en los cuartos de guerra de todos los candidatos en campaña, esas tormentas de ideas que pueden convertirse en el argumento decisivo para hacer ganar a tu candidato; lo llevo un poco más allá de los límites, pero dibuja la perversidad de nuestras campañas, que al final todo lo basan en percepciones: la apuesta es la construcción de un candidato con el objetivo de generar una percepción, parece que todo se vale.

P. La realidad en el contexto estadounidense supera a la ficción.

R. Si hace 10 años nos dicen que ese señor que dirige un reality show y que incluso como empresario era un fenómeno circense, va a ser presidente en la Casa Blanca te echas a reír, ni siquiera podría haber sido verosímil en un thriller sin que pareciera absurdo. Y ya siendo presidente habría costado trabajo asumir la invasión del Capitolio, un editor no lo habría admitido. La novela trata también la enorme fragilidad de nuestros procesos electorales, entregados al circo mediático; pero incluso en una competición razonable, la decisión final puede estar sujeta a un imponderable.

P. La realidad a veces la cambia una dimensión humana impredecible.

R. Mi obsesión era desentrañar la antropología del poder que opera tras bambalinas. Hay un personaje, un asesor de Trump [en la novela Dan Thompson] que no es mala persona en sí mismo, si no que está entrampado en la adicción por el poder. Aunque es un académico, intelectual, poco a poco se ha visto subsumido por las altas esferas y acaba operando estas terribles infamias de cara a un objetivo que a él le parece razonable, viene a decir que hay más víctimas por una mala decisión médica o un por un político que lanza a sus ejércitos a una guerra, por tanto, unas decenas de muertos es poca cosa para él si se trata de una buena causa, es la banalidad del mal, que opera en alguien como este personaje, Luca Page, con quien por otro lado podríamos ir a cenar y encontrarlo moderno civilizado, razonable y encantador, incluso.

Jorge Zepeda Patterson.AGGI GARDUÑO

P. El gobernador de Texas ha enviado un centenar de migrantes frente a la vivienda de la vicepresidenta Kamala Harris. ¿Construyen una ideología para ganar las elecciones o realmente les asquea la pobreza?

R. Sienten como si estuvieran ante un genocidio de la población blanca, desconociendo el hecho de que lo norteamericano es un rompecabezas de migraciones previas. Estos 20 trumpistas que han paralizado la Cámara de Representantes provienen de varias generaciones de gente bien comida y próspera, blanquitos por lo general, pero actúan como sí la población blanca hubiera nacido directamente de la Biblia , de un estado primario, como si no fueran la suma de italianos, ingleses, irlandeses, alemanes, africanos.

P. ¿Esto es cíclico en el mundo o se da por las circunstancias de gran movilidad humana?

R. Las dos cosas. La movilidad estuvo presente desde el principio de los tiempos, así se pobló el planeta, pero también es pendular, se expande y se contrae como producto de los tiempos que se viven. Por otro lado, sobre todo para Europa, se está cosechando la irresponsabilidad de un periodo colonial extractivista que no construyó nada.

P. ¿Están pagando los pecados de aquella colonización?

R. Así es. Y en Estado Unidos se está construyendo una colonización distinta. Estados unidos en el siglo XX impulsó una América subordinada a las necesidades de las transnacionales, operó políticamente una y otra vez en su favor, para impedir las autonomías de los pueblos que ahora llaman a sus fronteras, Centroamérica, El Caribe, etcétera. Nunca los permitieron crecer, ni alcanzar la prosperidad. Lo que no ve esa población blanca es que ellos generaron estas masas aunque estuvieran a miles de kilómetros de distancia. Y ahora les parecen de otro planeta, miserables que están tratan de pauperizar sus vidas.

P. ¿Qué va a pasar con Trump?

R. El desgaste de Trump ha sido alto. Ya no es capaz de mandar en el partido. No están dadas las condiciones para que él sea la carta ganadora. Biden no es un buen presidente, pero el mejor regalo para él sería que Trump ganara la candidatura republicana. El riesgo para los demócratas es que surja un republicano distinto, más fresco, que agarre a la Administración demócrata cansada, se habla de alto riesgo de recesión económica. No son buenos tiempos, en este escenario se abren muchas incertidumbres.

P. ¿Si se extrema mucho el discurso podría producir un efecto búmeran que devuelva a la población a posiciones más moderadas?

R. Ojalá, pero vemos el camino inverso, la polarización política a partir del discurso emocional es cada vez más predominante en los procesos electorales. La construcción de la conversación publica ha cambiado mucho. Antes había niveles profesionales en la mediación, que eran los medios de comunicación, los actores políticos, ahora tenemos redes sociales abiertas en un debate que privilegia el mensaje emocional, visceral, donde los sentimientos negativos, circulan más que los positivos. El nivel de atención es mínimo y desfavorece a un candidato que intente profundizar en los temas que importan. La descalificación es la solución mágica, aunque se sepa falsa. Vende. Y eso son malas noticias para cualquier opción moderada, razonable. Los populismos de derecha e izquierda son irresistibles frente a candidatos que intentan ponderar. Esos parecen tibios, inútiles.

P. ¿Está México tan polarizado como se dice?

R. Pues en política sí, sin duda. El país parece partido en dos pedazos entre los que aman a López Obrador y quienes le odian, parece que no hay otra militancia. No hay manera de quedarse en medio de esa brecha.

P. La brecha parece coincidir con las capas sociales de pobres y ricos, pero hay una clase media que ha sufrido los embates del presidente ¿La clase media no sería un buen sustento para un Gobierno de izquierdas?

R. La clase media es fundamental para muchas de las banderas de esa izquierda moderna que tiene que ver con los derechos humanos, la ecología, el género, otros usos y concepciones del concepto de la familia. Y no es que López Obrador esté en contra de ella, sino que le parece que la reivindicación urgente que debe subordinar a todos los demás es la lucha por la mejoría de los pobres, y en ese sentido, si las clases medias no entran en esa lógica le parecen prescindibles. Pero él no va a perder los apoyos por eso. El fenómeno López obrador es irrepetible y es único. El carácter identitario que él tiene con esa base social no se va a romper, y tiene sentido porque ese 60% de la población que se veía desatendida, huérfana, siente que por primera vez un hombre en Palacio Nacional habla de esa inconformidad. Además, que donde pone la lengua pone los hechos, la derrama social, el salario mínimo, etcétera.

P. ¿Acaso no está identificada la clase medida con la lógica de atender prioritariamente a los pobres?

R. Las elecciones intermedias, donde nueve de 16 delegaciones no votaron por Morena en la Ciudad de México, donde están las clases medias, fue un golpe emocional para López Obrador, y su reacción fue pasional, se lanzó durísimo hablando de una especie de traición de la clase media que, con sus impulsos aspiracionistas, se olvidaron de los intereses de los pobres, pero el hecho es que mucha parte de la clase media se sintió defraudada por una estrategia del presidente que abandonó muchas causas que se abanderaron en el vínculo histórico con el PRD, cuando era obradorista. La capital fue siempre la vanguardia en el país en asuntos como el aborto, las familias, derechos humanos, gracias a la alianza entre estos sectores medios y el PRD.

P. Esas banderas no son incompatibles con la atención a la pobreza, tampoco supone mucho dinero legalizar el aborto o atender a al feminismo de otra manera.

R. Es cierto que no habría costado tanto, pero él lo consideró una cuestión de Estado y casi una traición la inconformidad con ello, y en ese sentido se enajenó una relación que hasta entonces había sido natural y de alianza mutua con estos sectores. Parecería que requería muy poco esfuerzo haber seguido el vínculo con estas izquierdas, por lo tanto, nos lleva a preguntarnos si es un rasgo de personalidad o un mal cálculo de administración pública, si hay un hombre tradicional en López Obrador, que una vez siendo presidente no solo no quiso hacer los mínimos esfuerzos para mantener esto, sino que salió una naturaleza antagónica con esas causas o un criterio absolutista.

Jorge Zepeda Patterson en el jardín de su casa. AGGI GARDUÑO

P. ¿Y no influye la edad?

R. Ahí entra el rasgo de personalidad, [un hombre] crecido provincianamente… Es terreno de la especulación. En este momento el gran enigma es qué va a pasar con las clases medidas, obviamente no las necesita para ganar la elección del 2024, está claro. El problema es que va a dejar a su sucesor un enorme flanco vulnerable si no se gana la Ciudad de México y las clases medias sí las necesita para ganar en la ciudad. Eso es un enorme riesgo y para nada está garantizada la ciudad de México. En este momento es la mayor pesadilla, si Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrad tienen que enfrentar una presidencia con una alcalde distinto.

P. ¿Hasta ahí llega la influencia de la capital, como para impedir maniobrar con soltura a un presidente?

R. Sí, sí. El sexenio de Fox fue un infierno, porque tenía como alcalde a López Obrador.

P. ¿Y el riesgo de que se pierda la ciudad de México cuán cierto es?

R. Está en el aire. El voto total todavía sale bastante parejo, entonces va a depender de la definición de candidatos, a diferencia de la elección nacional, donde Marcelo o Claudia superan con mucho, más allá de partidos o ideologías son percibido más sólidos que cualquier elemento que presenta la oposición.

P. ¿Y a quién ve con más posibilidades de arrastrar a su favor el voto en la capital, Marcelo o Sheinbaum?

R. Los dos gobernaron, los dos salieron raspados por el derrumbe de la Línea 12 del metro, los dos traen desgaste, no tendrán dificultad para ganar la elección federal, el problema es que no tiene Morena un equivalente para la ciudad de México, ninguna figura ni carismática o de arrastre, eso agrava el escenario de las clases medias. Y por ahí la oposición podría generar a alguien, está todavía muy abierto, pero es lo más interesante.

P. Corrupción. ¿Se ha aminorado, se han puesto las bases para erradicarla en este sexenio?

R. Sí creo que hay un cambio sustancial en la percepción de la vida pública. Es decir, se había normalizado el uso del patrimonio por parte de la clase política, quiero ver ahora qué gobernador se atreve a tomar un helicóptero para ir a jugar al golf a puerto Vallarta. Por lo menos por temas de imagen, lo suntuario, el gasto excesivo, o los 10 guaruras a la puerta del restaurante, hoy es mal visto. Haber modificado eso en cuatro años no es poca cosa. Sin embargo, las expectativas en el combate a la corrupción han sido más pobres de lo que se esperaba. Tiene que ver con la incapacidad de la Cuarta transformación para criticarse a sí misma, para revisar sus excesos y errores, y no se hace así con el argumento de que toda autocrítica implica darle municiones al enemigo. En esas soberbias se han mantenido casos como el del fiscal [Gertz Manero] con evidencias indiscutibles de usos personales de la justicia, que han sido tolerados porque eran funcionales políticamente al régimen. Una y otra vez, López Obrador ha tolerado comportamientos que sabotean sus propios valores, por ejemplo, con las alianzas vergonzantes con el partido Verde, lo más mercenario y corrupto. Ha tragado sapos por la necesidad de tener las mayorías para sacar adelante sus cambios legislativos.

P. ¿El legado de López Obrador será entonces más teórico, pedagógico, que de verdaderos resultados prácticos?

R. Sí. Por eso es un fenómeno irrepetible, porque es una mezcla de tres cosas: un estadista que intenta un giro de régimen en favor de las causas que pregona; de una fracción política que trata de construir un movimiento permanente y trasnsexenial; y por otro lado, un guía espiritual que intenta modificar valores y concepciones, ya al margen de periodos, y las tres cosas operan todo el tiempo, a veces entrando en contradicción, en una sola mañanera se pueden ver ejemplos de las tres fases del presidente.

P. Esa especie de discordia entre sus proclamas teóricas de izquierda, de justicia, con la práctica de sus políticas es donde la clase media se dice más engañada.

R. Tampoco es casual. Habría que ponerse en los zapatos de alguien que está convencido que le ganó al sistema en 2006 y el sistema lo tundió con malas artes. Y en esos zapatos se concluye que no se le puede ganar al sistema si no es utilizando algunas de sus artimañas.

P. ¿Hasta dónde cree que gobierna desde el resentimiento del 2006?

R. Yo creo que hay una parte en esta obsesión binaria, en esta polarización. Como luchador contra un sistema injusto, pasó por muchas experiencias, y es un filtro desde el que se ve la cosa pública y la disputa política, no puede dejar de ver con esos términos, pero hay mucha congruencia en sus acciones, está operando con mucha responsabilidad en las cosas que verdaderamente importan, el discurso de la oposición de que es un tirano, un déspota, no se corresponde más allá del verbo con los actos de sus gobiernos. Para terminar donde comenzamos, la actitud de López Obrador con la Administración de Trump revela su empeño por construir un proceso de cambio absolutamente responsable con la estabilidad. Trump le venía de perlas para construir un discurso populista de cara al vecino poderoso, que hostilizaba a los mexicanos. Lejos de eso, se fue al otro extremo y lo declaró su amigo, y no le hizo porque le encantara, sino consciente de la importancia de la integración con Estados Unidos y lo que eso significa para la prosperidad de México.

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