Kamala Harris arrolla a Joe Biden en el segundo debate demócrata



La senadora Kamala Harris arrolló al Joe Biden, el vicepresidente de Barack Obama y favorito en los sondeos, en el segundo debate demócrata para elegir al candidato en las elecciones presidenciales de 2020. La noche estaba diseñada para convertirse en un duelo entre el moderado Biden, de 76 años, y el senador izquierdista Bernie Sanders, de 77, que le sigue a la zaga en las encuestas, pero la exfiscal de California, de 54 años, pasó como una apisonadora por las vulnerabilidades del veterano político: un historial legislativo de medio siglo que no ha envejecido bien en asuntos raciales y un legado obamaniano que en este nuevo tiempo del Partido Demócrata se antoja demasiado conservador en economía e inmigración.
Este fue el segundo de los dos debates consecutivos que los precandidatos demócratas han celebrado en Miami como gran pistoletazo de salida a la campaña de primarias. 10 se batieron el martes y otros tantos este miércoles, una sesión mucho más caliente, no solo por las intervenciones sino porque reunía a cuatro de los cinco favoritos de los sondeos. Estos eran Biden, Sanders, Harris y el joven alcalde de South Bend (Indiana), Pete Buttigieg, un hombre de 37 años desconocido hasta ahora por el gran público pero con un perfil rompedor: exmilitar, religioso, homosexual, capaz de atraer voto demócrata y conservador en su territorio. Esta noche salió reforzado con una oratoria impecable y Sanders tuvo menos protagonismo del esperado.

La ola progresista que quiere jubilar la era Obama dejó aislado desde el principio a un Biden algo apadado, nadie apeló directamente al vicepresidente como la senadora Harris. Más que apelarle, se lanzó a la yugular. Primero, criticó la política de deportaciones de su Administración, y relató cómo ella, desde su puesto como fiscal, trató de contrarrestar. Pero el momento más tenso se produjo a raíz del debate racial. La senadora, de padre jamaicano y madre india, única persona negra del escenario, afeó a Biden haber presumido recientemente de su buena relación con legisladores segregacionistas.
“No creo que usted sea un racista”, dijo, “pero eso fue hiriente”. Porque, además, le recordó, él colaboró con los segregacionistas para oponerse a los programas busing, unos planes de transporte y distribución de niños por escuelas que trataba de combatir la segregación en los años 70. “Había una niña en California, de segunda clase, a la que llevaban en esos programas, esa niña era yo”, enfatizó Harris. Poco minutos después, la cuenta de Twitter de la senadora publicaba una foto de una pequeña con coletas y esa misma frase, que es fácil imaginar ya escrita en chapas y camisetas.
Biden se defendió como pudo: “Eso es distorsión de mi posición”, empezó, para defender su compromiso con los derechos civiles. Harris, que en el Congreso es una interrogadora serena pero implacable, le cortó: “¿Considera que fue un error opornerse a esos programas?”. Biden respondió: “Yo no me opuse al busing en EE UU, me opuse a que lo ordenara el Departamento de Educación”. “Yo no elogié a racistas, yo me metí en política por los derechos civiles”, subrayó, pero acabó con otra frase de camiseta: “En cualquier caso, ha terminado mi tiempo”, dijo en referencia a su intervención, carne de doble lectura. El congresista de California Eric Swalwell, de 38 años, le acabó de noquear por el flanco de la edad, en otro momento de la discusión: “Biden tenía razón cuando dijo que había que pasar el testigo a la nueva generación, cuando lo dijo hace 32 años”.
Hay un gran salto generacional entre los candidatos demócratas. El más joven, Buttigieg, lleva 40 años con el mayor, Sanders, de 77. Y también diferencias ideológicas, que no entienden de edad. Grosso modo, lo que divide a los demócratas es su enfoque sobre el sistema sanitario, los que como Sanders o Elizabeth Warren defiende un sistema público único y universal, frente a los que, como Buttigieg o Biden creen que hay que garantizar el acceso para todos sin renunciar al modelo de seguros privados. Los hay que creen que en la formación universitaria gratuita –de nuevo, como el Sanders- y los que solo la contempla así para familias sin recursos. Los que quieren reforma la política migratoria de mano dura de Donald Trump frente a los que quieren descriminalizar las entradas irregulares.
El veterano senador de Vermont, en su segundo intento por convertirse en candidato demócrata (en 2016 perdió ante Hillary Clinton), se erigió en garantía de una economía más justa. Acabó admitiendo que la clase media pagaría más impuestos si él llegaba a la presidencia, pero a cambio, aseguró, “pagará menos en Sanidad”.
Lo que el Partido Demócrata elige con estas primarias es, en resumen, si acude al duelo contra Donald Trump con un candidato progresista pero no escorado a la izquierda, capaz de seducir al votante de centro, a lo que apela una figura como Biden, percibido como moderado. O si los demócratas, por el contrario, eligen como apuesta para la Casa Blanca a un político con una agenda económica marcadamente socialdemócrata, como la de Sanders. Si optan por un político veterano varón –Biden, un hombre, blanco católico- o se atreve de nuevo con una mujer –Warren o Harris- o con un joven como Buttigieg, muy solvente en el debate, muy preparado.
A diferencia del día anterior, cuando se mencionó muy poco a Trump, esta noche los precandidatos sí le atacaron. Sanders fue muy duro: “Es un mentiroso patológico, un racista, y ha mentido a los estadounidenses porque les dijo que estaría con los trabajadores y no ha sido así, ha bajado los impuestos a los más ricos y recortado la cobertura sanitaria”.
Fue una mala noche para Biden porque partía como favorito, y resultó victoriosa para Harris porque nadie esperaba que fuera la noticia. Pero faltan casi 500 días para las elecciones presidenciales, ganar un debate no es ganar las primarias, mucho menos la votación final contra Donald Trump.


Source link