Los últimos tres presidentes de Estados Unidos se citaron este sábado en Pensilvania. A la misma hora que los votantes demócratas se reunían en Filadelfia, la mayor ciudad del Estado, para escuchar a Barack Obama y al actual presidente, Joe Biden, los republicanos se juntaban a unos 400 kilómetros de distancia para aclamar a Donald Trump en Latrobe, una ciudad de unos 8.000 habitantes en las afueras de Pittsburgh. Pensilvania es un Estado clave para el control del Senado en las elecciones de este martes y puede serlo también en las presidenciales de 2024. En él se libra la batalla por el alma de Estados Unidos, con dos relatos antagónicos sobre los problemas del país y las soluciones que necesita.
El sábado por la noche, en Latrobe resonaban las palabras inflación, inmigración, drogas y delincuencia, problemas reales que los republicanos exageran hasta el extremo y que han convertido en el eje de su campaña para movilizar al electorado. En Filadelfia, se hablaba de la democracia, el aborto, la sanidad pública y las armas de fuego. En Latrobe, Trump proclamaba su mentira de que ganó las presidenciales de 2020. En Filadelfia, Biden dejaba claro que derrotó a su “predecesor” (muy pocas veces le llama por su nombre). Las invectivas de Trump iban dirigidas contra la “izquierda radical”. Las de Obama y Biden, contra los republicanos MAGA (por el lema de Trump, Make America Great Again).
Con casi 13 millones de habitantes, Pensilvania es el quinto Estado más poblado del país (solo por detrás de California, Texas, Florida y Nueva York) y refleja como pocos la división entre dos sectores de la sociedad estadounidense que no solo tienen ideologías diferentes, sino que incluso parten de una visión de los hechos diferente.
Pensilvania fue uno de los Estados que, por un mínimo margen, dio la victoria a Donald Trump en las presidenciales de 2016 frente a Hillary Clinton, pese al multitudinario mitin de cierre de campaña que esta dio en Filadelfia con Bruce Springsteen como artista invitado. El mensaje populista de Trump conecta no solo con la población de los condados rurales, sino también con el de los habitantes de zonas industriales venidas a menos, que sienten que sus mejores momentos quedaron atrás, que ven con desconfianza a los inmigrantes, que han perdido poder adquisitivo y han visto aumentar el consumo de drogas y la inseguridad. Población blanca obrera y de clase media. Los olvidados, los llamó Ben Bradlee Jr. en su libro de 2018.
Biden recuperó Pensilvania en 2020 para los demócratas, que son fuertes en las ciudades (Filadelfia, Pittsburgh, Allentown, Erie, Scranton…), más diversas racial y culturalmente. Apostó fuerte por ese Estado en la campaña, aprovechó el plus que le supone haber nacido allí (en Scranton, en 1942) y el descontento de la población con la pandemia y los problemas económicos. Pero la ventaja fue escasa y las fuerzas siguen equilibradas entre ambos bandos.
Pensilvania es el único Estado donde Trump ha dado dos mítines en la campaña de las elecciones legislativas. También es a donde más ha acudido Biden, más de media docena de veces desde septiembre. En campaña, Obama y Biden han seguido caminos paralelos. El expresidente es ahora más popular y ha acudido al rescate de los demócratas en algunos de los Estados donde se libran las batallas decisivas, en los que una aparición de Biden podría resultar contraproducente por su baja popularidad. Pensilvania, Estado natal de Biden, ha sido la excepción.
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“¡Esta multitud es tan ruidosa que creo que pueden oírnos en Latrobe!”, bromeó Biden durante su intervención del sábado. El mitin demócrata de este sábado era el primero en que Obama aparecía junto a Biden de toda la campaña, e incluso desde que este es presidente. Pero en realidad, pese a que el cartel era el mejor posible, el pabellón Liacouras Center de la Universidad de Temple apenas cubrió entre un tercio y la mitad de su aforo teórico de 10.000 personas, según un cálculo de . La Casa Blanca cifró la asistencia en 7.500 personas.
“Amigos, [faltan] tres días, tres días hasta una de las elecciones más importantes de nuestra vida. El resultado va a dar forma a nuestro país en las próximas décadas, y el poder de dar forma a ese resultado está en vuestras manos”, empezó Biden en Filadelfia, un lugar simbólico, donde se declaró la independencia y se redactó la Constitución de Estados Unidos. “El lugar que define el alma de América”, dijo Biden. Allí fue donde acusó por primera vez directamente a Donald Trump de ser una amenaza para la democracia.
El presidente de Estados Unidos repitió su mensaje de que hay que ver la votación del martes no como un referéndum sobre su gestión, sino como una elección entre dos modelos muy distintos de país. “Este es un momento decisivo para la nación. Y todos debemos hablar con una sola voz sin importar nuestro partido. No hay lugar en América para la violencia política. (…) No hay lugar para la intimidación de los votantes”, afirmó. “Hoy nos enfrentamos a un punto de inflexión, uno de esos momentos que se dan cada varias generaciones. Uno de esos momentos en los que se mirará hacia atrás dentro de unos años”, añadió.
Biden dijo ser “más optimista que nunca” sobre el futuro de Estados Unidos. Su relato es el de un antecesor que le dejó la economía en ruinas y al país en una pandemia sin un plan para superarla. Destacó que bajo la presidencia de Trump se perdieron empleos y que en dos años de la suya se han creado 10 millones de puestos de trabajo, aunque en buena parte se debe a la recuperación de la pandemia. Y aseguró que lo que quieren los republicanos es “que los más ricos se enriquezcan y que los más ricos sigan siendo ricos”. “La clase media resulta estafada y los pobres son más pobres con sus políticas”, añadió.
Obama, que cerró el mitin, se llevó los mayores aplausos. Intervino sin la chaqueta y con las mangas de camisa arremangadas, luciendo su oratoria. “Lo que está en juego en esta elección es una economía justa que dé a los trabajadores una oportunidad justa. Los derechos fundamentales están en la papeleta. La verdad, los hechos, la lógica, la razón y la decencia están en la papeleta. La democracia está en la papeleta”, dijo. Cuando citaba a un republicano y los asistentes al mitin abucheaban, el expresidente les cortaba: “No abucheéis, ¡votad!”. Recordó cómo su derrota en las elecciones de mitad de mandato condicionó su agenda legislativa y le impidió cubrir una vacante en el Tribunal Supremo. Y echó flores al que fue su vicepresidente los ocho años de su presidencia. “La buena noticia es que tenéis un excelente presidente ahora mismo en la Casa Blanca”, dijo.
“Entiendo que la democracia no parezca una prioridad en este momento, cuando los precios de la gasolina están altos y las facturas del supermercado son elevadas. Pero dejadme deciros algo: hemos visto a lo largo de la historia, hemos visto en todo el mundo, lo que sucede cuando se renuncia a la democracia”, sostuvo.
El expresidente Donald Trump, durante el mitin celebrado en Latrobe el sábado. ANGELA WEISS (AFP)
Trump dio su mitin en el Aeropuerto Regional Arnold Palmer. Para su entrada en escena bajó la escalerilla de un avión con su apellido en letras gigantes que sirvió de decorado de fondo para el mitin. Le gustaba hacerlo con el Air Force One cuando era presidente. Donald Trump ha ido extremando su discurso y pinta un panorama apocalíptico de Estados Unidos.
“Este país se va al infierno”, repitió en Latrobe de nuevo. Un país donde los precios están subiendo, según él, el doble de lo que dice la estadística. Un país que vive una oleada sangrienta de delincuencia, donde violadores, narcotraficantes y asesinos campan a sus anchas mientras se encarcela a los “patriotas”, incluidos expresamente en esa categoría los que asaltaron el Capitolio el 6 de enero de 2021. Un país que “está siendo destruido por Biden y los radicales de extrema izquierda”. Un país donde la frontera con México “está abierta de par en par” y se está produciendo “una invasión”. Un país donde “la extrema izquierda está adoctrinando a los niños con una retorcida locura de raza y género en los colegios”. Un país que con Biden ha superado el “socialismo” y ahora está inmerso en el “comunismo”. Donde los medios son corruptos y donde los demócratas “lo único que hacen bien es la desinformación y las trampas en las elecciones”. Un país que con este Gobierno va camino de “una guerra nuclear” y que quizá “no sobreviva dos años más”.
Durante el mitin de Trump se proyectó un vídeo para ridiculizar a Joe Biden con una recopilación de todos sus lapsus. Y desde Latrobe se miraba de reojo a Filadelfia. “Dicen que han reunido a 5.000 personas para Obama y Biden, más bien parecía una multitud de unas 200 personas, Pero aquí hay decenas de miles”, sostuvo, aunque las fotografías difundidas parecían mostrar una asistencia similar o menor a la del mitin demócrata.
Esas diferentes visiones del alma de Estados Unidos son las que han polarizado hasta el extremo el país, pero en ningún Estado de tantos votantes como Pensilvania está tan equilibrada la balanza.
La batalla actual en el Estado por el Senado es entre el republicano Mehmet Oz, de ascendencia turca, un famoso y multimillonario médico televisivo, y John Fetterman, actual vicegobernador del Estado, del ala izquierdista del Partido Demócrata y que ha hecho la mayor parte de su campaña en sudadera y pantalones cortos. Fetterman parecía por delante en las encuestas, pero las secuelas de un ictus (que se hicieron patentes en el único debate entre ambos) y cierta tendencia general a favor de los republicanos en todo el país han igualado la contienda. El escaño es uno de los tres (junto a Georgia y Nevada) más igualados en las encuestas. El partido que gane dos de esos tres escaños tiene las mayores posibilidades de controlar el Senado.
Los votos de Pensilvania, además, serán clave también para las presidenciales de 2024. Trump sigue dejando patente su voluntad de presentarse. “Os prometo que en un periodo de tiempo muy, muy, muy corto, vais a ser muy felices”, dijo a sus seguidores. “Vamos a recuperar esa preciosa casa”, en referencia a la Casa Blanca, dijo también. Y Biden también mantiene su intención. El resultado del martes puede afectar a esas expectativas.
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