La fusión de las universidades europeas ha dejado de ser un sueño: ya se imparten estudios desde distintas sedes

La Unión Europea pretende dar un paso más en su idea de cohesionar Europa a través del conocimiento. A las 41 alianzas de universidades europeas que ya están echando a andar con financiación comunitaria ―los alumnos pueden cursar carreras entre distintos países y los centros intercambian investigadores y personal de administración― se le sumarán pronto otras 19, involucrando en total en esta iniciativa al 10% de las 5.000 instituciones de educación superior europeas (incluyen también enseñanzas artísticas superiores y centros de FP superior). Además, la UE trabaja ya en la creación de grados europeos supranacionales con los que esas alianzas refuercen la efectividad internacional de sus títulos conjuntos y en otras medidas que faciliten la vida a los universitarios paneuropeos, como una tarjeta de la UE que permita a los alumnos identificarse y acceder a los descuentos de los que gozan en todos los países los universitarios (en transporte, museos…)

A todas estas medidas se refería recientemente el ministro de Universidades Joan Subirats, durante una entrevista con este diario, para recalcar el empuje de Bruselas en este ámbito. “El espacio europeo va a ser más influyente en las universidades españolas. Lo que ha tenido más éxito en la construcción de Europa son, probablemente, los 35 años del programa Erasmus y los 12 millones de estudiantes que han superado barreras participando”, dijo Subirats, que se acaba de reunir con sus homólogos en París.

El empujón, plasmado en una estrategia y una propuesta de recomendación sobre la construcción de puentes en la educación superior, coincide con la presidencia francesa de la UE porque Emmanuel Macron es el principal impulsor de la convergencia universitaria. “Igual que los pioneros de Bolonia, Montpellier, Oxford o Salamanca creyeron en el poder del aprendizaje, el espíritu crítico y la cultura, quiero que estemos a la altura de este gran propósito”, afirmó en 2017 en un solemne discurso en la Sorbona. Cinco años después, queda mucho por hacer.

Para empezar, esos títulos europeos que ofrecerían con sus grados conjuntos las alianzas de universidades ―por ejemplo, dentro del mismo consorcio, una carrera se puede empezar en la Pompeu Fabra de Barcelona y terminarla en Gotemburgo― tratarán de mitigar los contratiempos legales que suponen siempre cruzar distintas normativas. Joan Guàrdia, rector de la Universidad de Barcelona, ejemplifica: 90 créditos académicos equivalen a un curso en Países Bajos y en España a año y medio o dos años.

Un estatuto para cada consorcio

La complicidad entre los Estados les ha permitido salvar las barreras burocráticas, pero se necesita una solución más ágil. Por eso Bruselas se plantea dotar de una personalidad jurídica propia a las alianzas. Cristina Galache, consejera de Educación de España ante la UE, cree que “tiene todo el sentido que tengan su propio estatuto, cuando van a compartir cada vez más recursos, estudiantes, profesores y personal”. Para facilitar el día a día, se ha creado también esa tarjeta de la UE. La Unión Europea financia cada alianza durante tres años, en esta primera etapa, con un máximo de cinco millones de euros del programa Erasmus+.

Juan Romo, rector de la Carlos III de Madrid, va más allá en los pasos a dar: “La idea es que en 10 o 15 años converjan todas las universidades de YUFE [Young Universities for the Future of Europe, la red a la que pertenece su institución]”. Eso supondría fusionarse con otros campus de menos de 50 años: Maastricht, Amberes, Bremen, Chipre, Este de Finlandia y Roma Tor Vergata. La red incluye también a la Universidad de Essex, pero pertenece al Reino Unido y no recibe financiación comunitaria. En su plataforma ya ofrecen talleres y clases conjuntos.

El rector de la Universidad de Barcelona ―la institución española mejor posicionada en la clasificación Shanghái― no va tan lejos como Romo, aunque sí se sentaría a hablar sobre fusiones, “porque si no iría en contra del espíritu universitario”. Guàrdia aboga por estrechar vínculos con los lugares donde florezca el conocimiento, da igual si es en China, Australia o Estados Unidos. Barcelona, junto a otros cuatro campus ―Trinity College de Dublín, Utrecht, Loránd Eötvös de Budapest y Montpellier― oferta ya un máster conjunto, Retos globales para la sostenibilidad. “Para el curso que viene 200 personas ya nos han solicitado información”, cuenta entusiasmado.

Rij Mathot, holandés de 25 años, estudia en Barcelona el primer semestre de ese máster. El segundo lo cursará en Utrech y el tercer destino, el de su tesina, ya lo decidirá. Eligió este programa porque quería que fuese internacional y solo centrado en sostenibilidad. Cada día imparte clase un profesor en un campus y el resto ―20 alumnos en cada sede― la siguen en remoto y, a través de una plataforma, trabajan con sus compañeros en otros países. Mathot comparte aula desde Barcelona con universitarios de Irlanda, Nigeria, Bélgica o India.

El título de máster de Mathot llevará el sello de las cinco universidades organizadoras, pero la UE discute en la Comisión de Educación ―con la idea de que se apruebe en el Consejo del 5 de abril― la creación de un certificado común europeo para los grados ofrecidos por varias universidades del continente. Galache lo explica: “Hay que dar validez con un título a las experiencias transnacionales facilitadas en las alianzas. La idea es empezar desarrollando criterios comunes para conceder el sello, porque tenemos que confiar en que los sistemas educativos son sólidos”.

“Las alianzas europeas entusiasman porque es bueno para la financiación de las universidades y agregar fuerzas mejora la gestión, la investigación y la docencia”, recuerda Dámaso López, vicerrector de Relaciones Internacionales en la Complutense de Madrid. Su consorcio, Una Europa ―junto a la Sorbona y Bolonia, entre otras―, va a inaugurar un grado en Estudios Europeos coordinado desde Lovaina y ya tiene los permisos para un grado en Sostenibilidad.

La Universidad de la Soborna, en París, que forma alianza junto a la Complutense, Lovaina y Bolonia.
La Universidad de la Soborna, en París, que forma alianza junto a la Complutense, Lovaina y Bolonia. Ken Wiedemann (Getty)

Los primeros consorcios (2019) van a pasar esta primavera su primera auditoría, y a la vez que los de la segunda fase (2020) buscan nuevos socios. José Antonio Mayoral, rector de la Universidad de Zaragoza, preside UNITA-Universitas Montium, una red compartida con las universidades de Turín, Saboya Montblanc y Pau, los Países del Adour, Beira Interior y Oeste de Timisoara. La idea del consorcio es abrirse a otras instituciones también de Francia, Italia, Rumania y Portugal, e incluir a la Universidad Pública de Navarra.

Táctica frente al antieuropeísmo

Todas las socias de UNITA comparten retos de investigación comunes: son transfronterizas y en zonas montañosas, de clima duro y poco pobladas. “Se trata de llegar a sitios en los que solo conocen Europa por la PAC [la política agraria común]”, sostiene Mayoral, para que no prenda el sentimiento antieuropeísta que llevó al triunfo del Brexit. Estudiantes de Enfermería o Educación de otros países de la red ya han hecho prácticas en la comarca Campo de Daroca (Zaragoza). Un curso de intercomprensión de la alianza sirve a los alumnos para comunicarse, pues el inglés no opera en la España vaciada. “Al ser lenguas romances funciona, con algunos problemas con el rumano”, explica Mayoral. UNITA apuesta por los microcredenciales (cursos de aprendizajes específicos y cortos), los doctorados ―con hasta 40 becas para hacer la tesis con distintas estancias― y por asignaturas optativas de grado en remoto compartidas.

Este marzo, en tercera ronda, Bruselas escoge a otros 19 consorcios más. A Josep Maria Garrell, rector de la Universidad Ramón Llull y miembro del Board de la European University Association (EUA), le preocupan el 90% de instituciones que no van a recibir financiación comunitaria: “Me falta el reconocimiento a las otras realidades, las de universidades con un rol social que no pueden o quieren participar. ¿Van a ser distintas o de segunda?”. Garrell, que representa a la conferencia de rectores (CRUE) en las alianzas, teme también que la diferencia de financiación entre universidades pase factura: Francia dedica a las alianzas 10 millones anuales frente a los 3,5 millones en España. “Es un proyecto al que se ha dedicado un presupuesto significativo y lo vamos a seguir haciendo. Además, es necesario que progresivamente se doten de más presupuesto. El objetivo es que estas alianzas permitan mejorar nuestro sistema universitario y su internacionalización”, adelantan desde Universidades sin detallar aún cuantías.

“La CRUE está hablando de la financiación de las alianzas con el ministerio y, a nivel regional, también lo hacemos. A ver qué nos propone el ministro [Joan Subirats] en el Consejo de Universidades. En la ley, las alianzas necesitan su espacio”, razona Pilar Aranda, rectora de la Universidad de Granada, la mayor receptora de erasmus del programa. Este curso recibe a 1.600 erasmus y envía a 2.000, cifras casi prepandemia. “El 30% de nuestros alumnos tienen alguna experiencia de movilidad”, señala la rectora. Su alianza, Arqus, que se coordina desde Granada e incluye a las históricas universidades de Bergen, Granada, Graz, Leipzig, Lyon y Padua, define un grado conjunto en ciberseguridad, ha impartido cursos virtuales e incluso organizó con éxito una escuela de verano sobre sostenibilidad, el tema estrella. “Claro, es una de las claves de la Agenda 2030”.

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