La pandemia arrasa el mercado español del arte contemporáneo

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Dos visitantes en la última edición de Arco, en febrero.
Dos visitantes en la última edición de Arco, en febrero.Samuel Sanchez /

Cuando el 1 de marzo los galeristas empezaron a recoger los bártulos de los estands que durante cinco días habían ocupado en Arco 2020, la sensación no era buena. Menos visitas y menos ventas directas que en años anteriores. Muchos coleccionistas invitados extranjeros se habían marchado antes de lo previsto. En todas las ferias, un alto porcentaje de las ventas se comprometen con una señal o la mera palabra de compromiso y semanas después se remata la operación. A mediados de marzo, la pandemia empezó a extenderse como un tsunami, los acuerdos se olvidaron y lo que se había percibido como una sensación negativa se manifestó como un desastre que siete meses después tiene al mercado del arte contemporáneo español herido de muerte. Al igual que la pandemia, la crisis está siendo global, aunque los daños son desiguales. De ello habla el último informe de Art Basel UBS, publicado el 9 de septiembre. Ahí se asegura que, según un estudio realizado con galerías de todo el mundo, las pérdidas medias en la facturación eran del 36%. España, con un mercado muy débil, no forma parte de esa investigación, pero el descenso en el negocio podría alcanzar el 80%, según estimaciones del sector.

Arco, junto a sus ferias satélite (ArtMadrid, JustMad, Drawing Room, Urvanity…), supone un paréntesis de bonanza para el bajo nivel de ventas que los galeristas mantienen a lo largo del año. Las ferias internacionales proporcionan otro alivio temporal que este año también ha desaparecido, porque la mayor parte de las citas se han suspendido o aplazado. El propio Arco ha anunciado que se traslada desde el habitual final de febrero hasta el caluroso julio.

Idoia Fernández, presidenta del Consorcio de Galerías de Arte Contemporáneo, confiesa que el ánimo de los profesionales está por los suelos y teme, por el efecto pánico, que ese pesimismo se acabe multiplicando en un momento en el que cree que hay que mostrarse especialmente imaginativos. Fernández, copropietaria de la galería madrileña NF, no se atreve a dar una estimación de pérdidas en el sector desde febrero hasta septiembre, aunque señala que según los datos recabados por su organización, en el último Arco las 70 firmas españolas participantes vendieron, en conjunto, un 51,36% menos que el año anterior. Nada menos que el 87, 5% reconocieron haber bajado las ventas, el 12,5% las mantuvo y ninguna registró mejores resultados que en 2019.

Por el momento, Fernández no tiene noticias de cierres —salvo excepciones como la galería García en Madrid—, aunque intuye que muchos se lo pueden estar pensando. Reconoce que bastantes pequeños coleccionistas, después del estado de alarma hicieron un esfuerzo y compraron obra en apoyo al mercado. “El susto ha sido muy gordo y estamos expectantes con lo que nos vendrá”, explica. “Muchos coleccionistas extranjeros salieron de España antes de lo previsto por la pandemia. Los que tienen casa en España, latinoamericanos en su mayor parte, vienen a Madrid varias veces al año, pero debemos tener en cuenta que esta crisis es peor aún que la de 2008 y no se ve un final inmediato que permita ponerse a planificar. Esta situación es un tsunami para el mercado del arte contemporáneo español. Muchas galerías contemplan la posibilidad de reducción de personal y de despidos en plantilla si no se consensuan medidas que ayuden a paliar la situación en las próximas semanas”.

El Consorcio tiene preparada una batería de peticiones de medidas urgentes para el sector. Entre ellas plantean subvenciones para la producción de exposiciones y proyectos cancelados, ayuda inmediata de 2.000 euros por galería, contratos o compras institucionales y líneas de crédito sin intereses a medio o largo plazo.

El artista y comisario Isidro López-Aparicio, impulsor de la Unión de Artistas Contemporáneos de España, prefiere ser positivo y creer que las actividades canceladas en estos últimos meses, el 80%, han sido aplazadas, no anuladas. “En la crisis de 2008 había áreas geográficas no afectadas por la paralización. Ahora el problema es mundial. Como no creo que la actividad vaya a desaparecer, prefiero pensar que habrá transformaciones, pero que volverán las ferias, las exposiciones y las ventas”. Con 25.000 artistas registrados en España, de los que solo una parte minúscula puede vivir de su obra, López Aparicio opina que ahora es más necesario que nunca el garantizar un sueldo mínimo. “Nuestro trabajo no se limita a la creación de la obra. Hay un proceso de investigación. Todo lo que gastamos en el taller tendría que desgravar, algo que no ocurre: desde el alquiler del espacio hasta la compra de materiales o el transporte. La precariedad es censura y necesitamos expresarnos con libertad”.

En la misma línea opina el artista mallorquín Bernardí Roig, que explica que el 80% de la venta de su obra se produce en las ferias y en el último Arco sufrió varias cancelaciones. “No sabemos qué está ocurriendo en las subastas y yo nunca he vendido nada online. Desconozco si a algunos les funciona. Creo que estamos en un momento muy dramático, pero que hay que resistir y esperar a ver porque este es un mundo en el que el coleccionista tiene que acercarse a la obra, respirar su olor. Por lo que se sabe, los grandes coleccionistas no van a viajar hasta que se sepa cómo evoluciona la pandemia. Tenemos todos un reto por delante para reinventarnos, empezando por los galeristas”.

El pintor Secundino Hernández, uno de los artistas españoles más cotizados desde 2013, reconoce que la última edición de Arco fue más floja que el año anterior, pero no tiene queja. Sus galeristas movieron fechas, pero las exposiciones previstas se celebraron y con buenos resultados. “A mí nunca me ha preocupado vender”, reconoce. “Lo mío es pintar. Creo que las galerías que no tienen suficiente músculo financiero entraron en pánico ya en abril y esa imagen de desesperación no es buena para nadie. Tengo claro que el mercado es una cosa y el arte otra. No es lo mismo vender pisos que vender pintura aunque algunos se confundan. Para Hernández, “el artista tiene un papel muy importante frente al miedo porque la gente se acerca al arte en momentos de necesidad espiritual. Hay que trabajar para la sociedad, hay que buscar que la gente reflexione. Tenemos que saber que vienen tiempos muy difíciles pero tenemos que seguir trabajando”.

Un deseo mayoritario entre los artistas españoles es que el Reina Sofía adquiera obra suya. Pero los tiempos tampoco son buenos en el primer museo de arte contemporáneo español. Su director, Manuel Borja-Villel, sufre su propio vía crucis intentando sobrevivir con minúsculos ingresos. Los apoyos de las fortunas latinoamericanas vinculadas al Patronato son tibias y ahora se trata de hacer propuestas para el dinero que venga de los fondos europeos. El equipo directivo trabaja en la transformación del museo para que sea sostenible, verde y digital, pero se tiene que enfrentar a problemas inmediatos como la ruina de negocios paralelos al museo tales como su librería asociada La Central, o la tienda. “Si los visitantes son pocos, el negocio de ellos se derrumba. Estamos buscando soluciones que permitan cierres temporales. La tienda, por ejemplo, tiene un gasto de 700.000 euros al año. Si todo fuera como en años anteriores (en 2019 se registraron 4.425.699 visitantes) el beneficio sería suficiente para ellos y para nosotros. Pero desde mediados de marzo apenas venden nada. Hay que buscar una solución urgente”.


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