La pregunta del verano: ¿Cuántos anticuerpos tengo?

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María y su familia tenían billetes para volar en mayo de 2020 a Bogotá, pero el confinamiento les dejó en tierra. Auxiliar en una residencia de la tercera edad, a lo largo de los siguientes meses consiguió ir sorteando las sucesivas olas sin llegar a contagiarse. Su hija, enfermera en una clínica ginecológica, superó la infección con síntomas leves, pero su marido, gerente en una empresa de restauración, pasó cinco días ingresado en el Hospital Isabel Zendal, de Madrid. Dentro de un mes, ya vacunados los tres, retomarán aquel viaje pospuesto y volarán por fin a Colombia. “Pero antes nos vamos a hacer una serología. Queremos saber cómo estamos”.

Por su trabajo, María fue de las primeras españolas en vacunarse. Tres semanas después de recibir la segunda dosis, acudió con una compañera de la residencia a hacerse una prueba de anticuerpos. “A lo largo de este año nos estuvieron haciendo PCRs en el trabajo todos los meses. Después de la vacuna, tocaba ver los anticuerpos. Teníamos curiosidad”. Los resultados les sorprendieron: ella tenía “poquitos”; su compañera, en cambio, “muchos más”. “A mi hija también se lo hicieron en la clínica y le dijeron que estaba muy bien, que había generado bastantes anticuerpos”. Poquitos, bastantes, muchos. Le preguntamos si conoce realmente cuáles son sus niveles y lo que significan, y nos dice que sabe lo importante: “Estoy protegida”.

Su caso no es tan inusual. Tras un año en el que en uno u otro momento prácticamente todos nos hemos tenido que hacer alguna prueba para determinar si nos habíamos contagiado, ahora, con millones de españoles vacunados, entramos en un nuevo escenario: el de si estamos protegidos. Mientras desciende la realización de pruebas PCR y de antígenos —que identifican una infección activa—, se incrementan las que evalúan la respuesta del organismo a las vacunas. Y surgen nuevas preguntas, porque hay diversos tipos de pruebas y no todas sirven para lo mismo.

Los anticuerpos IgG son la señal que guarda nuestro organismo de haber estado en contacto con el virus y de haber desarrollado estrategias para defenderse de él.
Los anticuerpos IgG son la señal que guarda nuestro organismo de haber estado en contacto con el virus y de haber desarrollado estrategias para defenderse de él.Getty Images / iStock

El ‘chivato’ interno más fiable

El punto de partida para entender ese concepto de inmunidad es el de los linfocitos B. Se trata de unas células del sistema inmunológico que se activan ante una infección y generan unas proteínas que van a ayudar a nuestras defensas a luchar contra el virus. Estas proteínas son los anticuerpos y, en el caso del SARS-CoV-2, pueden detectarse en la sangre a los 14 días después de producirse la infección.

Ahora bien, hay diferentes anticuerpos. Aunque hay de muchos tipos, en el caso de la covid-19 nos interesan especialmente dos: las inmunoglobulinas M (IgM) y las inmunoglobulinas G (IgG). “Las IgM suelen ser un marcador de que hay una infección activa; son las que se elevan cuando el virus está replicándose; luego, teóricamente, desaparecen”, explica el doctor Roberto Alonso, virólogo del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. Por tanto, una prueba serológica que detecte niveles elevados de IgM nos estará indicando que, en ese momento, estamos infectados. De todas formas, continúa el doctor Alonso, “en los laboratorios más especializados si queremos caracterizar una infección activa, utilizamos PCR o antígenos”.

A medida que la infección remite y se reducen los anticuerpos IgM, van apareciendo poco a poco los IgG, que se mantendrán en el tiempo. De alguna manera, son la señal que guarda nuestro organismo de haber estado en contacto con el virus y de haber desarrollado estrategias para defenderse de él. “Y esta ‘señal’, esta respuesta inmunitaria, puede ser natural (producida por la infección) o inducida por una vacuna”, aclara el doctor Alonso.

Es decir, tanto las personas que han pasado la infección como las que se han vacunado generan anticuerpos. Si se da el caso de que el virus vuelve a entrar en el organismo, estos anticuerpos lo reconocerán y lo bloquearán para ayudar al sistema inmune a combatirlo.

La longevidad de los ‘escudos’

Pero la pregunta del millón es la de cuánto tiempo duran en nuestro organismo, y hasta dónde pueden protegernos. “Esta es una enfermedad nueva de la que cada día aprendemos algo más. No sabemos con exactitud cuál es su duración, pero la experiencia nos va demostrando que el número de anticuerpos IgG, tanto vacunales como naturales, se van reduciendo con el paso de los meses”, explica el doctor Alonso.

Habla el experto de dudas, y realmente en torno a la covid-19 sigue habiendo pocas certezas. En lo referido a los anticuerpos, aún no se sabe por qué unas personas desarrollan cifras más altas o en ellos se mantienen durante más tiempo. “Lo que pensamos es que, aun cuando tus niveles sean bajos, no va a significar que hayas perdido la protección; aunque se haya reducido el número de anticuerpos circulantes, los linfocitos b van a guardar una memoria y, ante una nueva infección, los volverán a producir”.

En tanto se van encontrando respuestas a todo aquello que aún no se sabe, las pruebas serológicas de anticuerpos se perfilan como una herramienta para brindarnos algo más de información sobre nuestra relación con el virus. Esta información, concluye María, “no va a ser determinante en nuestra decisión de viajar en julio, pero sí pensamos que nos va a dar mucha tranquilidad”


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