La reunión de López Obrador con Biden cierra las heridas de la cumbre de la Américas

La reunión de López Obrador con Biden cierra las heridas de la cumbre de la Américas

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La reunión de esta semana de Andrés Manuel López Obrador en la Casa Blanca estaba diseñada desde el principio como un sucedáneo. El anuncio oficial de la cita llegó el seis de junio, el mismo día que arrancaba la cumbre de las Américas organizada en Los Ángeles y con el presidente Joe Biden como anfitrión. La negativa de su homólogo mexicano a participar, tras semanas de tira y afloja con la justificación de no haber invitado Cuba, Venezuela y Nicaragua, abrió una senda de fricciones diplomáticas que ambas partes se emplazaron a cerrar con la invitación a un encuentro cara a cara en Washington. El saldo de la cita del martes, sin concretar grandes acuerdos en los temas tradicionales -migración, comercio, seguridad- pero escenificando un acercamiento, confirmó la intención de evento: curar las heridas de la cumbre de las Américas.

La conexión con el desencuentro de hace un mes había sido explícita desde el comunicado oficial de la Casa Blanca, que anunciaba que la visita tenía como objetivo “tener la oportunidad de llevar adelante el trabajo de la cumbre a un segundo nivel”. Lo que significa, traduciendo los códigos del lenguaje diplomáticos, que lo importante esta vez eran las formas: la primera foto de López Obrador y Joe Biden en el Despacho Oval. El presidente mexicano ya había estado en Washington en noviembre con motivo de la reunión de líderes de América del Norte, un encuentro a tres bandas donde también estuvo presente el primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

Esta vez, la recepción protocolaria en el Despacho Oval, previa a la reunión en privado, duró además algo más de lo habitual. López Obrador aprovechó su turno para leer un discurso de una media hora donde repasó, según su visión, los momentos felices de la relación bilateral durante las últimas décadas y sintetizó las propuestas de su Gobierno. Biden decidió interrumpirle cuando deslizó que EE UU se había rendido ante la locomotora de producción de China, para recordarle que su país sigue generando más productos agrícolas.

Más allá de ese breve careo, no hubo más desavenencias públicas. Ambos presidentes pasaron por encima, por ejemplo, del caso Julian Assange, que había levantado polémica las últimas semanas con el apoyo explícito del presidente mexicano. No solo se obviaron los asuntos espinosos, sino que Biden cerró filas con un mensaje directo que hacía referencias a las últimas tensiones: “A pesar de los titulares que vemos en la prensa, considero que nuestra relación es muy sólida”.

En terreno de los acuerdos concretos, prácticamente lo único destacable fue el compromiso de México de invertir 1.500 millones de dólares en infraestructura en la frontera y en comprar toneladas de alimentos y fertilizantes a su vecino del norte. López Obrador solicitó además una expansión de las visas de trabajo temporales para los migrantes, pero más allá de las declaraciones de intenciones habituales en estos encuentros no se ha conocido ningún anuncio sobre cifras concretas. En gran medida, porque los pactos específicos ya fueron definidos durante la cumbre de Los Ángeles, confirmando una vez más el sesgo más simbólico de este segundo encuentro bilateral.

La Cumbre celebrada en junio definió una hoja de ruta regional que pretende desincentivar la salida de los países de origen basada en inversiones para el desarrollo y facilitar la devolución de migrantes. Ese ha sido el eje de las negociaciones entre la Administración de Biden y López Obrador, aunque de momento se ha materializado más en acciones concretas de cada uno de los gobiernos que en un plan conjunto. Este mismo jueves, el presidente mexicano explicó que la inversión anunciada en Washington para modernizar la frontera es parte de un programa ya en marcha en varios Estados del norte del país.

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