La vida al otro lado de las trincheras


Es una de las contrapartidas que tiene el hecho de ser el cuarto clasificado y ser una de las sensaciones de la Liga. Los equipos te temen y cuando te enfrentas a ellos se pertrechan atrás hasta en su propia casa. Te esperan en las trincheras, como sucedió, en esta ocasión, en Valladolid y eso añade un plus de dificultad a la empresa de conseguir el máximo botín en uno de esos escenarios que al final de una Liga sirven para separar el grano de la paja, el premio, del séptimo o el octavo puesto.



En Zorrilla la Real tuvo las mejores ocasiones del partido, estuvo mucho más tiempo en campo contrario que su adversario, tenía en el campo calidad como para resolver el encuentro, pero se topó con que sus delanteros esta vez fueron inconclusos. Con que Willian
José envió a Salamanca el balón con el que sueña cualquier delantero, con que a Oyarzabal se le desvió unos centímetros un gran disparo desde la frontal, con que Monreal le dio con la coronilla cuando tenía todo a su favor para hacer el 0-1 en la primera parte…

Dio la sensación de que, si este encuentro se vuelve a jugar, no se les escapa a los de Imanol, pero conviene también otorgar cierto mérito a un rival que supo elegir la que era la mejor opción para anular a la Real: aguardar en su campo. Y así incluso dispuso de sus oportunidades para llevarse el partido, como esa de Guardiola o el lanzamiento al larguero de Hervías.

Lo que le espera

La Real tendrá que acostumbrarse a encontrar este tipo partidos, a atacar las trincheras rivales. Sin ir más lejos, no le esperará algo muy diferente en Iruñea dentro de dos semanas. Es la consecuencia directa de que casi nadie de por malo un empate frente a la Real Sociedad, por mucho que sea en su propia casa.

La capacidad para adaptarse a este escenario que se les plantea a los equipos grandes marcará la diferencia entre clasificarse para las competiciones europeas o quedarse cerca.

En Valladolid, desde el banquillo no se halló esa solución para cambiar el registro del encuentro, aunque al menos sí que se dio la orden de percutir y percutir hasta el final, de no conformarse con la igualada ni pasado ese minuto 70, en el que daba la sensación de que el equipo pucelano pretendía dar un pequeño paso al frente tras la salida de Óscar
Plano.

Fue justo entonces cuando la Real se rebeló contra su destino y cuando logró fabricar tres oportunidades que fueron de las más claras del encuentro. Podría haber optado por dar por bueno el empate fuera de casa y por ceder la iniciativa al rival, pero olió la sangre, quizá sabedora de que en estos campos puede estar la diferencia entre el aspirante a Europa y el equipo europeo.

Se quedó en la orilla, sin concretar en goles las opciones de Oyarzabal e Isak, con esa amarga sensación de que si el partido hubiera durado cinco minutos más podría haber ganado.


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