Las reuniones por videollamada perpetúan las dificultades de las mujeres para ser escuchadas

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Desde que se extendió el teletrabajo al inicio de la pandemia cada vez más investigaciones analizan los cambios sociales que ha traído este tipo de actividad al mundo laboral: desde las dificultades para conciliar hasta sus efectos emocionales en los empleados. También hay un enfoque de género: ¿cómo ha afectado a la situación de las mujeres con su entorno laboral? El Foro Económico Mundial recoge en un informe publicado recientemente que a casi la mitad de las líderes empresariales estadounidenses les resulta más difícil hablar durante las reuniones virtuales en plataformas como Zoom, mientras que una de cada cinco sintió que directamente son ignoradas en esas llamadas.

El trabajo, realizado en conjunto con la ONG Catalyst, que trabaja para reforzar el liderazgo de las mujeres, encontró también que tres de cada cinco empleadas están convencidas de que sus perspectivas de obtener un ascenso son peores en su nuevo entorno de trabajo remoto. Este temor es mayor para ellas que para ellos.

Las investigaciones previas avalan estas conclusiones. Hasta ahora, varios estudios han señalado que ya se pasaba por alto las opiniones de las mujeres durante las reuniones en persona. Algunos investigadores acuñaron términos como manterrupting, cuando una mujer es continuamente interrumpida por un hombre; mansplaining, cuando un hombre explica ideas a las mujeres dando por sentado que no las saben, y bropropriating, cuando un hombre se apropia de la idea de una mujer. “En las reuniones, incluso cuando son informales, las mujeres tienen más dificultad para discrepar y exponer su opinión. Es una señal de la socialización que han tenido a lo largo de su vida por su género”, explica Concepción Fernández, profesora de psicología social de la Universidad Complutense de Madrid. 

Ahora, dado que el trabajo remoto es el escenario común para muchos empleados, esta dinámica se ha trasladado al mundo digital. En opinión de Fernández, no es la tecnología la que ha provocado estas dificultades, tampoco está ayudando a resolverlas, sino que las perpetúa. “Esta situación se está reproduciendo también en el entorno digital simplemente porque ahora es ahí donde se hacen las reuniones”, explica Fernández.

Hay algunos aspectos concretos en los que puede ser un poco más complicado expresar ideas durante una videollamada. “Es fácil ser ignorado o silenciado durante una llamada o una reunión de Zoom, donde los demás no pueden leer tu lenguaje corporal e intuir si tienes una pregunta o quieres intervenir”, explica Dafne Cataluña, psicóloga y fundadora del Instituto Europeo de Psicología Positiva. “Y es más fácil también que suceda a personas cuya opinión se suele tener menos en cuenta en esos entornos, como es el caso de las mujeres”.

Otras habilidades personales también influyen, como la directividad, es decir, la capacidad de poder plantear un objetivo y conseguir que los demás te acompañen para lograrlo. “La investigación en psicología ha mostrado que esta fortaleza está más desarrollada en hombres”, cuenta Cataluña. “Esto explicaría en parte que no nos comuniquemos con la misma confianza o autoridad con la que suelen hacerlo ellos”. La directividad tiene mucho que ver con la confianza que se tiene en uno mismo y con los procesos de socialización.

“Las mujeres son vistas sistemáticamente como con menos autoridad, su influencia es menor. Hablan menos y cuando lo hacen no se les escucha tanto y se les interrumpe más”, explica Jessica Preece, profesora asociada de ciencias políticas la Universidad Brigham Young (EE UU). Su equipo de investigación descubrió el año pasado que, a pesar de los avances, las dinámicas sociales que ponían por debajo a las mujeres seguían prevaleciendo, “incluso en los entornos mejor intencionados”. “El problema no es necesariamente intencional, es un problema sistémico. Hemos sido socializados durante años para descartar la experiencia y las perspectivas femeninas con más facilidad que las masculinas”, asegura Preece.

La tecnología no ha arreglado este problema, simplemente ha hecho que se le preste un poco más de atención. “Hasta que no hemos tenido que teletrabajar, nadie se ha preguntado si las mujeres también son menos escuchadas en las videollamadas”, explica Cataluña.

¿Soluciones?

Para que se tenga más en cuenta la opinión de las mujeres, tanto en el mundo analógico como en el digital, el consejo más señalado por las expertas es que tanto ellas como el resto de compañeros presentes denuncien este comportamiento en el momento en que sucede. Para ello, señala Cataluña, es necesario tener un nivel adecuado de asertividad, “ser capaz de comunicarse expresando nuestra opinión claramente. Cuando llevamos mucho tiempo queriendo decir algo y no nos hemos sentido capaces de hacerlo, tendemos a ir al extremo opuesto y pedir las cosas enfadados, pero no es lo recomendable”. 

También es importante que los líderes de la empresa hagan su parte para garantizar que no se perpetúa una cultura en la que lo habitual es interrumpir a las compañeras o apropiarse de sus ideas. “Los jefes deben estimular la participación de las mujeres, no deben dejar que se imponga por sistema la opinión de quien más participa o de quién más se hace oír”, aconseja Cataluña.


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