Llovió en Valladolid, diluvia en Bilbao

¡Cuesta creer lo que ha podido cambiar el Athletic y el propio mundo desde el 8 de marzo hasta el 8 de noviembre! Todo, claro está, con el nuevo Zorrilla como referencia. Ocho meses después de aquel 1-4 con público en las gradas, los leones volvieron a rendir ayer una nueva visita liguera al estadio del Valladolid. Nada fue lo mismo. Ni el resultado, ni la animación en las gradas, ni siquiera la meteorología.

Los estragos del coronavirus son de sobra conocidos en cualquier rincón del planeta. Los males futbolísticos del conjunto bilbaíno también empiezan a traspasar la frontera vizcaína. El equipo de Garitano no funciona, sobre todo lejos de San Mamés.

El técnico rojiblanco está cada vez más cuestionado y sus pupilos tampoco son capaces de retornar a la buena senda. Derrotas consecutivas fuera de casa frente a Alavés, Osasuna y el colista Valladolid. Lo de ayer en la lluviosa jornada pucelana solo fue otra más.

Seguramente volveremos a escuchar aquello de que “somos uno de los equipos de la Liga que mayor posesión de balón tenemos” y al que “menos ocasiones de gol le hacen”. Pura y dura estadística que solo sirve para engordar el ego, pero no para sumar puntos en Liga. Los leones continúan además pegándose un tiro en el pie cada vez que les toca hacer las maletas.

Ayer le tocó el turno a Unai
Simón. El portero internacional allanó el camino a la victoria de la necesita tropa de Sergio con un mal control de balón que le obligó cometer un penalti apenas superado el primer cuarto de hora de juego. Garitano pone un circo, visto lo visto, y le crecen los enanos.

El Valladolid, con su presidente Ronaldo ‘el gordo’, dicho esto con todo el cariño del mundo, en el palco se comió a unos leones que se desmelenaron sin cabeza, ni ideas, ni instinto asesino. Su propuesta ofensiva deja mucho que desear. Las pruebas llevadas a cabo por el míster de inicio, también.

Los albivioletas supieron nadar y guardar la ropa. Lo suyo no fue esta vez el típico ejercicio de nadar, nadar y nadar para ahogarse en la orilla. Al contrario. Estuvieron puestos de principio a fin.

El detalle de Nacho pisoteando el punto de penalti antes de que Williams ejecutase la pena máxima a favor del Athletic habla bien a las claras de su grado de implicación. Llovió en Valladolid, diluvia en Bilbao.


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