Lo más importante de la ley del clima

Molinos generadores de energía eólica en la provincia de Zamora.
Molinos generadores de energía eólica en la provincia de Zamora.© Luis Sevillano / EL PAÍS

Cuando se planteó por primera vez que España tuviera una Ley de Cambio Climático, el mundo era otro. De esto hace más de una década y al Acuerdo de París le quedaban unos años para ser aprobado. La Unión Europea empezaba a entender que el cambio climático era algo importante, pero apenas intuía el reto. Obama mostraba sensibilidad, pero su industria y sus élites financieras ni imaginaban la dimensión del desafío. Los países de la OPEP miraban hacia otro lado. Y China… ¿qué dice China de esto?, se preguntaba en los pasillos de las cumbres del clima.

Una década después, la UE ha entendido que modernizar la economía es digitalizarla y reverdecerla. Biden ha decidido convertirse en un nuevo líder de la transición ecológica, anunciando inversiones millonarias y solicitando la reincorporación al Acuerdo de París. China planifica la reconversión hacia las energías renovables, y no hay fondo de inversión de cierta magnitud que no apele a las empresas para que incorporen el riesgo de cambio climático en sus previsiones y transiten de la economía marrón a la verde.

Si escuchamos lo que dice la ciencia, todos estos planes son insuficientes. No tienen ni la ambición ni la velocidad que sería deseable para acelerar la Gran Transición. Sin embargo, en conjunto, tienen dos virtudes: dibujar un camino sin retorno y permear a todos los sectores.

Algo parecido ocurre con la ley española. Mientras el resultado de la negociación ha sabido a poco a las organizaciones ecologistas y a varios grupos de la oposición, el Gobierno lo defiende como el máximo posible. Ha sido precisamente esta misma tensión la que ha ayudado a avanzar, y seguirá empujando e imprimiendo velocidad y ambición a la transición. Pero no es esto, en mi opinión, lo más importante. Las cifras habrán de ser revisadas a la luz de los acontecimientos y el mejor conocimiento disponible.

Lo más importante es que la ley consiga que nada ni nadie quede al margen. Si no hay presupuesto público ni privado, ni iniciativa legislativa, estrategia empresarial, iniciativa financiera o plan de investigación que lo pueda obviar, su éxito será rotundo y no habrá marcha atrás. Es muy posible que cuando esto ocurra ya no sea suficiente, y habrá que revisar los objetivos para alinearlos con los retos del momento, pero para entonces ya no habrá marcha atrás ni nadie podrá mirar para otro lado.


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