Es muy difícil encontrar a alguien que, sin una fobia irracional contra su persona, no se alegre por lo logrado por Julen Lopetegui. El técnico guipuzcoano conquistó este viernes su primer gran título como entrenador a nivel del clubs, apenas dos años después de encadenar varios meses de desgracia deportiva que a buen seguro le dejaron muy tocado. Tocado, pero no hundido. Después de ser privado de luchar por alzarse con el Mundial con la España que él había puesto en el carril correcto para ello y ser despachado del Madrid con cierta precipitación, Lopetegui supo rehacerse y encontró en el Sevilla un lugar idóneo para demostrar su valía. Una temporada ha tardado en hacerlo, logrando el que es el sexto título de la Europa League para el cuadro de Nervión que, de la mano del bueno de Julen, el próximo curso estará en una Champions League que no ha disputado estos dos últimos cursos.
El éxito de Julen es más causalidad que casualidad. Su idea y plan de juego, firme en lo de ser protagonista con el balón, acepta los matices necesarios que cualquier equipo que quiere ser campeón necesita. Muestra de ello es cómo supo sufrir este Sevilla en semifinales ante el Manchester United.
Nunca sabremos qué hubiese sido del Madrid si a Lopetegui le hubiesen dado un mínimo de crédito. ¿Recuerdan el 3-0 a la Roma en Champions League? Pintaba bien la cosa, eh. Pero un par de derrotas en Liga, incluida una bofetada con la mano abierta en el Camp Nou (5-1 de un Barça sin Messi) significó su sentencia. Entonces pareció una tragedia para el bueno de Julen, pero visto con perspectiva quizá le hicieron un favor.
Lopetegui, con esta Europa League, finaliza esta temporada 2019/20 como uno de los mejores técnicos del momento, dejando además el poso de que lo mejor está por llegar. En Sevilla celebran por todo lo alto tanto el título logrado como contar con el técnico al que en el Madrid no supieron valorar en su justa medida.
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