El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el pasado viernes en su despacho.

López Obrador resiste el desgaste y mantiene su aprobación en el ecuador del mandato

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el pasado viernes en su despacho.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el pasado viernes en su despacho.Presidencia de México

Andrés Manuel López Obrador cumplirá el próximo miércoles tres años al frente del Gobierno mexicano, un mandato que asumió tras ganar las elecciones con holgura con el propósito de “transformar el país” e impulsar cambios estructurales. El presidente llega al ecuador del sexenio con varias iniciativas en marcha y una victoria de los comicios federales del pasado junio que, sin embargo, marcó los límites de su proyecto en el Congreso. Lo hace en medio del habitual aluvión de críticas de la oposición, que aún no se ha recuperado del descalabro de 2018, y sobre todo con unos índices de aprobación que muestran su enorme resistencia al desgaste propio del poder. En la mayoría de los estudios de opinión, incluso durante las polémicas más tensas que han rodeado su gestión, el mandatario tiene una aceptación cercana o superior al 60%.

El presidente, que fue durante décadas un líder opositor a los Gobiernos del PRI y del PAN, siempre fue, para millones de mexicanos, un símbolo además de dirigente político. A eso se debe probablemente su capacidad de conservar una popularidad que supera la evaluación de su propio trabajo, el del Ejecutivo federal o de las actividades de su formación, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Para Roy Campos, a la cabeza de la consultora Mitofsky, hablar de la aceptación de López Obrador es casi un lugar común. “Cada dos de tres lo aprueban, pero eso tiene que ver con los logros, ni con su partido, sino con la parte personal. Es un posicionamiento personal más que de Gobierno”, señala.

Esta es de alguna manera la paradoja del mandatario y su proyecto político, la llamada Cuarta Transformación. Su valoración durante la última semana es del 65,9%, según la medición de la firma de Campos. Esos datos suelen estar muy por encima, en ocasiones más de 15 puntos, de lo que opinan los mexicanos, por ejemplo, sobre los problemas de seguridad o las medidas de corte eminentemente político. Esta semana el jefe de Estado recibió críticas por la publicación de un decreto, que no había sido anunciado ni publicitado, con el que se blindan las obras promovidas por el Gobierno como el Tren Maya o el el aeropuerto internacional Felipe Ángeles al declararlas asunto de seguridad nacional. Pasaron pocas horas y se conoció su decisión de reconsiderar el nombramiento del exsecretario de Hacienda Arturo Herrera como gobernador del Banco de México para postular a Victoria Rodríguez Ceja, una funcionaria con perfil técnico sin experiencia en política monetaria.

A eso se decisiones como la cesión de competencias a la Secretaría de Defensa Nacional, la reforma eléctrica o las duras críticas del movimiento feminista ante el 8 de marzo o su apoyo a Félix Salgado Macedonio. Más allá de los vendavales, aparentemente, nada le pasó factura. “Si analizamos la primera del mandato parte vemos que se recupera de las grandes caídas, con la pandemia, el hijo del Chapo Guzmán, el feminismo… Y de repente recupera los niveles de inicios de gestión”, reflexiona Roy Campos. Con estas premisas, ¿qué le puede debilitar? En México se siguen sucediendo los escándalos de corrupción, cuya eliminación es precisamente es una de las banderas del presidente. “La percepción es que sí hay corrupción menos en López Obrador”, prosigue el analista. Ahora no le afecta el acuerdo sobre infraestructuras ni la inflación, pese a que el aumento de los precios es ya preocupante y en la primera quincena de noviembre superó el 7%.

Una de las incógnitas es si, en el mediano plazo, el presidente será capaz de infundir esa fortaleza al partido, que ya está sumido en el debate de la sucesión de 2024, y al candidato que resulte elegido del proceso interno. La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, el canciller, Marcelo Ebrard, y el coordinador de senadores de Morena, Ricardo Monreal, encabezan de momento todos los pronósticos. Y sea quien sea, pese a contar con el apoyo explícito de López Obrador, no tendrá su perfil. El propio Monreal planteó ese debate en un acto público la semana pasada. Morena, en su opinión, “se cuelga de la presilla del pantalón del presidente para no caerse, le falta vida propia, le falta autonomía, le falta que sus liderazgos caminen a la par de la etapa progresista que vivimos”.

López Obrador ha convocado ahora a un acto con simpatizantes -que se celebrará mientras crece la preocupación por la variante ómicron de la covid-19- recurriendo precisamente al simbolismo de su trayectoria, empezando por la de líder social ante que por la de gobernante. La segunda parte del sexenio, entre las dudas generadas por su posibilidad de promover más reformas estructurales y el hecho de que no tenga números para acometer cambios de la Constitución, es el la etapa para sentar las bases de su legado. Y este es un momento para su proyecto.

“Les invito a participar el miércoles próximo, nos vamos a congregar en el Zócalo de la Ciudad de México a las cinco de la tarde, para el informe sobre lo realizado en estos tres años”, dijo en un video difundido por redes sociales que empieza con un “amigas, amigos, les habla Andrés Manuel López Obrador”. “Así”, ha rememorado el presidente, “convocábamos antes, por teléfono, cuando estábamos en la oposición y quise recordarlo, porque me llena de sentimientos”. “Ahora tenemos la posibilidad de invitar, de comunicarnos por este medio y con todo mi cariño les invito a que nos acompañen”, ha agregado para anunciar “una fiesta cívica, y además combativa”. “Cumplimos tres años de estar luchando, enfrentando adversidades, de lograr el propósito de transformar el país, acabar con la corrupción y que vivamos en un país más justo, más libre, más soberano, más democrático, más igualitario”. Un camino ante el que millones de mexicanos manifiestan muchas dudas, según las encuestas, y que sin embargo no ha restado popularidad al presidente.

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