Los códigos de la inspiración

La igualdad reina en el fútbol. En el deporte en general. Es una tendencia que amenaza con instalarse. Mejoran los sistemas de entrenamiento, aumenta la competencia, las tácticas evolucionan y se adueñan del juego, los análisis se cuelan hasta las entrañas del rival. Como consecuencia, y con excepciones, las diferencias se estrechan y los detalles terminan decantando muchas balanzas. Cada vez es más difícil sorprender.

En tiempos de rigor, de roles cerrados y con los encaradores en peligro de extinción, la inspiración adquiere la categoría de lujo. Ayer, en Anoeta, el duelo táctico, la disputa por la posesión y la presión férrea de ambos presidió un derbi que, sin embargo, dejará para el recuerdo la genialidad de dos futbolistas contraculturales. Dos jugones precoces que navegan contracorriente.

Ander
Barrenetxea y Bryan
Gil son el futuro y cada vez más, el presente. Con más talento incluso que juventud, los dos comparten una forma de entender el fútbol que incluye el reto al defensa, el duelo, el regate como forma de expresión. Ayer, en Anoeta, el realista encarnó la contundencia y el armero, el peligro constante.

El implacable disparo de Barrenetxea puso a prueba la solidez del larguero (el carpintero merece un reconocimiento por el alarde de resistencia de la madera ante semejante trallazo). También la resiliencia de un Eibar que supo levantarse para mantener su plan de juego. La Real nunca estuvo cómoda. Huérfana de posesión y de dominio territorial, no pudo romper la igualdad de un derbi en el que el yugo de Mendilibar ensombreció la tarde al líder.

El derroche de talento de Barrenetxea permitió respirar a la Real en la primera parte antes de que la clase de Bryan
Gil se abriese paso de forma definitiva. Dio un recital con el cuero cosido a la bota izquierda. No renunció a una pared, a un regate, a un desmarque. Habilitó a Inui en la primera intervención de Remiro, lo probó desde lejos, a balón parado y, en el minuto 66, se sacó de la manga el jugadón del 1-1, con regate a Zaldua y caño a Le
Normand incluidos.

Apuesta sin premio

La inspiración es una musa reservada a algunos elegidos. En la Real son varios los actores capaces de interpretar sus códigos, pero ayer bastantes de ellos vieron la función desde el banquillo o desde más allá de la fila de suplentes. Imanol volvió a invocar a la profundidad de su plantilla pero, esta vez, la apuesta del oriotarra no fue redonda.

En el 69’, David
Silva se unió al baile de jugones. El as de corazones. Condujo una contra que pudo rubricar Portu y colgó un balón parado desbaratado por las líneas del VAR. Chispazos sin premio.

El derbi finalizó con 1-1. Un resultado que habla de igualdad, alternativas y ocasiones repartidas, pero que lleva la firma de dos futbolistas llamados a ofrecer grandes tardes. Que la inspiración les pille sobre un terreno de juego.


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