Los fetiches más difíciles de comprar

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A Marcos le obsesionaba la idea de que en Japón pudieran existir máquinas expendedoras de bragas usadas. Esa prenda le provocaba una excitación que, según confiesa, no se parece a ninguna otra. “Solo de pensar que podía ir por la calle, meter unas monedas y conseguir unas bragas usadas me provocaba mareos. Había escuchado muchas historias sobre esas máquinas y pensar que ‘lo mío’ podía solventarse tan fácilmente, me parecía imposible”. No sabemos si fue por su fetichismo o por casualidades de la vida, pero Marcos consiguió ir a Japón dos semanas. En ninguna calle japonesa de las que estuvo encontró las famosas máquinas expendedoras de bragas usadas que, desgraciadamente para los fetichistas, son solo una leyenda más de la sexualidad japonesa. Para Marcos supuso una gran decepción no conseguir sus bragas de desconocida. Por ese tema, su última pareja lo llamó ‘rarito’.
“Japón es un lugar que se conoce poco. Y menos por los españoles; nos pilla demasiado lejos”. Luis Rodríguez, autor de Japonismo y entregado a la causa por la divulgación de Japón, revela el misterio de las máquinas expendedoras de bragas: “Hubo una. Se tiene constancia de una, pero la ley japonesa promulgó una ley en 1993 sobre la venta de antigüedades y la obligación de que las autoridades locales den su conformidad para las transacciones económicas. Esto evitó que aparecieran más y obligó a  que se retirara la existente. A partir de ahí se convirtió más en una leyenda”. Las máquinas expendedoras de bragas usadas no existen. Pero sí las que venden bragas nuevas. Perfectas. Envueltas. Asépticas. No se consideran ‘antiguas’ sino casi ‘material de urgencia’. No sabemos si en Japón es costumbre salir sin bragas, pero, desde luego, si lo haces, puedes conseguir en la calle lo que no llevas.

El fetichismo de ropa interior es, quizás, el más extendido. Y de los más explotados. Lo de las máquinas expendedoras no funciona como tal, pero la red permite que el trasiego de ropa interior sea constante. Muchas trabajadoras del porno han encontrado en él una fuente de ingresos extras. Carolina Abril, Lucía Lapiedra y Amarna Miller son solo una muestra. Los precios de las bragas dependen del tirón de la artista y de la puja de los demandantes. En algunos casos, se ha llegado a pagar cientos de euros por una prenda que, seguramente, la actriz apenas ha usado. Pero para muchos, solo imaginar que han estado en contacto con el cuerpo de la mujer que idolatran es suficiente. “Si pudiera pagar por unas bragas de Sasha Grey, sin duda lo haría. Ya ha dejado el porno, pero sus imágenes siguen en la red. Me excita solo pensar que podría tener ropa interior manchada por ella”. Javier es abogado financiero; no se lo imaginen de barrio humilde.
Un fetiche, como tal, es una figura, un elemento, una imagen que representa a un ser sobrenatural al que se le atribuye poderes mágicos que, lástima, no tiene. En cuestiones de sexo, lo sobrenatural es la capacidad de excitar. Y, aunque a las bragas usadas entendamos que puede pasar, en algunos casos es más complicado. Por ejemplo, los zapatos de tacón no fueron concebidos, originariamente, para excitar a nadie. Eran una chulería de las clases pudientes para estar por encima de los más humildes. Podían mirarlos desde arriba sin esfuerzo. Pero la altocalcifilia es uno de los fetichismos más extendidos. “Un fetiche es algo muy personal. Cada persona buscará en su fetiche un motivo en concreto”, explica Ignasi Puig Rodas, psicosexólogo experto en sexualidades no convencionales, “Tener un fetiche, de por sí, no tiene por qué ser nada malo. Lo que puede ser malo es cómo se lleve a cabo el uso de ese fetiche”. Es decir, si para conseguir esas bragas usadas se emplea violencia, el fetichismo se convierte en un problema legal.
Una vez más, Internet es la panacea que sacia estas apetencias. Igual que los practicantes de sexualidades no convencionales necesitan la red para encontrar a las personas que gustan de su misma sexualidad, los fetichistas de ropa usada recurren a la red para conseguir sus prendas amadas recordemos: ropa interior usada. Prácticamente, todos los portales de compraventa tienen su propio apartado para la ropa interior, pero existen algunas específicas como panty.com, quienes, también, venden ropa interior masculina usada. El olor es una de las referencias más buscadas por estos fetichistas, disfrutan con el olor del sexo ajeno. En este portal encontramos hasta mascarillas que han sido usadas como bragas con referencias tan inquietantes como esta: “(…) Utilizaré una mascarilla para absorber todos mis flujos y aromas por un día entero, y te la enviaré toda olorosa para que la puedas utilizar en la calle, en público, oliéndome en todo momento”.
Quizás, en estos casos, el fetichismo pueda convertirse en un peligro para la salud pública. ¿Cuánto tiempo de cuarentena se debe guardar para usar una de estas mascarillas que han sido utilizadas como bragas? ¡Puag!


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