“Los jueces dedicados al narcotráfico del Estrecho nos sentimos desprotegidos y abandonados”

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Una de las últimas operaciones antidroga realizadas en La Línea de la Concepción (Cádiz) contra las mafias del hachís el pasado 19 de septiembre.
Una de las últimas operaciones antidroga realizadas en La Línea de la Concepción (Cádiz) contra las mafias del hachís el pasado 19 de septiembre.A.Carrasco Ragel / EFE

Sentado a la mesa con sus lugartenientes y dos proveedores árabes, el poderoso narco del Estrecho Antonio Tejón, alias Castaña, lanzó una encomienda: “Ahora estoy en libertad, pero en cualquier momento entro en prisión. Se va a pagar a todo el mundo, no quiero tener a nadie pidiendo. Pero todo lo que hemos perdido hay que recuperarlo”. Ocurrió el 3 de septiembre en un piso de la lujosa urbanización de Sotogrande (San Roque), según asegura un guardia civil de la zona. Cuarenta y ocho horas después un policía acababa herido de gravedad, tras ser embestido por un todoterreno que participaba en un alijo en Algeciras.

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El ataque al inspector no fue el primero —habían ocurrido tres más en días anteriores—, pero sí el que hizo que la Guardia Civil y Policía Nacional atasen cabos en que la agresividad de los narcotraficantes locales no era fruto de la casualidad. “Fue señal clara de que era una directriz desde arriba”, apunta un agente especializado en la lucha contra los traficantes de hachís. Ahora, con más de una docena de efectivos policiales heridos entre Cádiz y Málaga, el mismo guardia civil que describe el encuentro del Castaña con los suyos va más allá: “Están desesperados. No tienen un duro. Tienen las guarderías —lugares donde esconden la droga— vacías. Están en las últimas”.

Esa combinación de desesperación y carestía ha devuelto a los narcos a unos fueros que no son nuevos para los agentes desplegados en el Campo de Gibraltar. La decisión de estrellar potentes y lujosos todoterrenos robados contra indicativos policiales cuando se ven sorprendidos en un alijo recuerda a las cotas más altas de impunidad de las que el narcotráfico llegó a hacer gala entre finales de 2017 y principios de 2018. Hoy, los agentes ven con preocupación cómo, además de las embestidas, les encuentran cada vez más armas en cada registro. “Antes ver una era excepcional y, generalmente, eran usadas para defenderse de otras organizaciones, para evitar que les roben. Ahora, se está poniendo todo más peligroso. Y hasta que no pase una desgracia más grande, nadie hará nada”, asegura un agente destinado en Málaga.

Hace ya tiempo que, en cada detención, el narco que acababa apresado advertía a los agentes que el cerco policial tendría consecuencias. Era la queja al plan especial de seguridad del Ministerio del Interior que, desde mediados de 2018, complica el millonario negocio del transporte de hachís por el Estrecho de Gibraltar. Pero el confinamiento de la primavera por la pandemia del coronavirus y la posterior represión policial ha terminado por agravar la situación del narco. Las guarderías con fardos de hachís se han ido vaciando, pero el mercado español y europeo sigue demandando mercancía.

“En el Cantábrico se ha triplicado el precio del hachís. Aunque esté entrando menos, se están jugando más”, explica el mismo agente especializado. En esta ley entre la oferta y la demanda, hace semanas que la Guardia Civil se ha percatado de que la producción de los cultivos de marihuana no para de crecer. “Está siendo tremendo y eso puede estar haciendo daño grande al hachís. Tiene la etiqueta de natural y lo está desbancando. Puede influir que necesiten recuperar ese terreno”, justifica el investigador. “Las nuevas directrices son que la droga tiene que llegar a su destino sí o sí. Por eso pagan más a los empleados, que ahora asumen más riesgos para conseguir su objetivo”, añade el efectivo de Málaga.

Escasez de droga

No son pocos los guardias civiles de la zona que ven en el modus operandi de las embestidas la firma de Antonio el Castaña, el poderoso narco del Estrecho que, junto a su hermano Isco, domina el negocio con una fortuna estimada de 30 millones de euros. El capo salió en julio de prisión tras un error judicial y pronto dejó claro que no pensaba dejar de alijar. En aquella supuesta reunión del 3 de septiembre —descubierta en las pesquisas que le han devuelto a prisión a mediados de este mes— quedó claro que la situación actual solo le dejaban margen a pagar deudas con los suyos, vaciar zulos de billetes ya maltrechos por reiterados golpes policiales y llenar las guarderías a toda costa con grandes alijos. “La orden de embestida del vehículo lanzadera mientras el coche de atrás sale por patas cargado de droga es su sello. Y fue lo que dejó claro en esa reunión con su gente al decirles que había que recuperar el dinero”, asegura el agente de Cádiz.

Ninguna de las fuentes consultadas sabe decir hacia dónde se dirige el submundo del narco en este contexto tan incierto. El Castaña, como ya él mismo predijo, ha vuelto a prisión y ha dejado a un sustituto al frente. El mercado sigue al alza, pero la droga en el Estrecho escasea mientras los agentes, pese a los ataques, estrangulan el negocio cada vez más. “Empieza el miedo para ellos. No hay hachís y no hay dinero. Aunque lo intenten con la maría no va a ser lo mismo. Veremos”, advierte el guardia civil campogibraltareño.

Hachís por toda la costa

El narcotráfico del Estrecho de Gibraltar funciona por la ley de los vasos comunicantes. Si tapas una entrada se hace fuerte otra, como suele ejemplificar el presidente del a federación antidroga Nexos, Francisco Mena. Ahora que el cerco policial es cada vez más potente en la zona, la diáspora del narco se ha hecho aún más evidente. Ya se ha hecho común que los narcos del Campo de Gibraltar recurran a las costas malagueñas de Estepona, Manilva, Marbella, Fuengirola o Mijas. Más extraño es que lleguen incluso a la comarca de La Axarquía, donde se han llegado a descubrir narcoembarcaderos, como recuerda un agente local. Tampoco es habitual lo que le sucedió a la Policía Nacional a plena luz del día en una zona de marismas junto al centro comercial Bahía Sur en San Fernando: unos narcos aprovechaban las zonas inundables en mitad de la bahía de Cádiz para introducir 900 kilos de hachís que llegaron a esconder en un chalet de Chiclana de la Frontera.


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