Los números le dan la razón a Garitano


Con estas líneas no vengo a inventar nada nuevo ni a descubrir la pólvora. Decir que todo en el fútbol se mueve por la tiranía del resultado es una obviedad. La pelotita manda y cuando no entra el pagano habitual es el entrenador. La cuerda siempre se rompe por el mismo lado. La mecha acostumbra a ser corta cuando se dirige al banquillo.



Sin haberse alcanzado una situación remotamente similar en Bilbao, la sensación que percibo es que el foco de la culpabilidad apunta directamente a Garitano a la mínima ocasión. Su listón está más alto que para otros inquilinos pasados del banquillo del Athletic. Se encuentra todavía más sujeto si cabe a la dictadura del resultado. Quizás sea por el estilo que propone, que no termina de embelesar al público.

Cierto es que su fútbol no es el más atractivo del panorama. Pero tampoco pretende serlo ni dispone de mimbres para elaborarlo. Los resultados, eso sí, le dan la razón por el momento. 32 partidos de Liga con Garitano a los mandos y 54 puntos. Viniendo de donde venía, sin fichajes y mirando solo a Lezama. Se ha ganado con creces un voto de confianza.

Parece que ser entrenador del Athletic se ha convertido en una profesión de riesgo de un tiempo a esta parte. Hasta a Valverde se le pusieron peros. Ahora han llegado dos derrotas consecutivas, por vez primera desde que el deriotarra aterrizó en el conjunto bilbaíno, y algunos ven de cerca el apocalipsis. Paciencia a la hora de juzgar. Ni iba a quedar campeón cuando marchaba líder ni en estos momentos hay que buscar tres peores.

Tampoco hay que obviar que Garitano necesita dar una importante vuelta de tuerca a domicilio. En San Mamés todo marcha en orden por mucho que el Valencia se anotara la victoria. ¿Dónde hay que firmar para estar otro año sin perder? El problema está a domicilio. Fue el lastre que impidió obtener el billete europeo la pasada temporada y la cosa no ha mejorado. Existe una preocupación severa con el gol. Pero no atañe solo a Williams o a Muniain. Los hombres de ataque están abandonados a su suerte cuando actúan de visitantes.


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