Máriam Martínez-Bascuñán repasa dos años de “responsabilidad” y “privilegio” al frente de Opinión

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El pasado septiembre EL PAÍS nombró a Andrea Rizzi, hasta el momento redactor jefe de la sección Internacional, director de Opinión. Quien le cede el puesto, después de algo más de dos años, es Máriam Martínez-Bascuñán (Madrid, 1979). Doctora en Ciencias Políticas, continuará vinculada al diario a través de su columna y como asesora. “Creo que puedo ser de utilidad para el periódico y me pongo a su disposición para lo que se me necesite, me siento parte de él y el director –Javier Moreno- así me ha hecho sentir”, apunta por teléfono.

Martínez-Bascuñán accedió al cargo con tres propósitos: internacionalización, paridad y rejuvenecimiento de la sección. Si bien el diario siempre ha tenido vocación europeísta y global, tal y como subraya la exdirectora, quería incorporar más voces foráneas que apoyaran este precepto. Así, sumó a autores como el británicos John Gray y Guy Standing, la alemana Carolin Emcke o el búlgaro Ivan Krastev, “para que hablaran tanto de España como de lo que pasaba en sus respectivos países”.

La segunda cuestión, el equilibro de género, resultó algo más complicada. “Con una tradición grande de firmas tan prestigiosas era difícil encajar nuevas voces”, explica, indicando que hubo que reajustar el calendario de publicaciones. Además, se topó con otro inconveniente: “Cuando invitaba a autoras a escribir en las páginas de Opinión no había una permanencia, mientras que la red principal daba por hecho que eran colaboraciones habituales”, aclara. Su “obsesión” fue aunar estas dos fuentes. “Con algunas lo he conseguido y me siento muy orgullosa”, concede.

Su último empeño era el de “sacudir la sección” con jóvenes firmas que identificaran temas que, de otra manera, quedaban ocultos para el diario. Martínez-Bascuñán da un ejemplo: Paul B. Preciado, reconocido internacionalmente por sus aportaciones en la teoría queer. Sus tribunas han causado algún revuelo, pero la politóloga considera necesario “sorprender” para crear diálogo. “El lector de EL PAÍS tiene un nivel cultural y capacidad crítica muy alta y el periódico se debe a ellos, forma parte del juego de complicidad entre Opinión y sus lectores ofrecer algo inesperado”, considera. Como pensando en voz alta sobre aquello que más hace reflexionar a los lectores, añade: “Luego está El Roto claro, que es un editorial en sí mismo”.

Las firmas de Opinión ayudan a componer un elenco diverso. “Con límites claros, la condición de la pluralidad es posible, porque no significa barra libre, sino que se tienen que respetar determinadas líneas”, aclara. Estas son el respeto sagrado a los hechos y el rechazo a los discursos del odio.

La riqueza ideológica conlleva presiones desde todos los ángulos, pero para Martínez-Bascuñán no están reñidas con “la profesionalidad, autonomía y honestidad personal” de quien ocupa el cargo de director de Opinión. Consciente del peso, lo asumió como “parte del juego democrático” del que ningún espacio de poder se libra.

Deja la dirección alabando la calidad profesional y personal de la redacción de EL PAÍS y todo el equipo de Opinión, que recientemente ha perdido al editorialista Jesús Mota, fallecido en septiembre. “Trabajar en el periódico es una responsabilidad y un privilegio, sobre todo ver las dinámicas desde dentro, las discusiones, lo viva y estimulante que puede ser una redacción”, detalla.

Dinámica de sección

La sección tiene tres patas: los editoriales, las columnas y las cartas al director. La primera se identifica con la voz del periódico y, como señala la exdirectora, es “probablemente la más compleja”. Para identificar el tema, el equipo de Opinión debe estar conectado con el resto de secciones del diario, pues son quienes marcan la agenda del día. Después toca “bajar al barro” y decidir la posición que el diario adoptará. Esto es discutido por los editorialistas y finalmente pertenece al director.

Una línea editorial definida permite tener una red de colaboradores y analistas amplia que nutre de columnas diariamente las páginas de EL PAÍS. Las únicas líneas rojas que Martínez-Bascuñán se marcó son las que contradicen los principios fundacionales de EL PAÍS: la defensa de las instituciones, los valores progresistas y que acompañan los cambios de la sociedad, el europeísmo y el Libro de Estilo.

La tercera pata de la sección son los propios lectores, que participan a través de sus cartas. El equipo de la sección las lee y selecciona con mimo, sabiendo que EL PAÍS se debe a sus lectores.

 


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