Un policía federal mexicano pasea frente a un cartel de protesta por el muro de Donald Trump en Tijuana (México), el 13 de marzo.EDGARD GARRIDO (Reuters)
Estados Unidos acaba de acudir a las urnas en unas elecciones claves para el futuro de su democracia. La última batalla electoral ha tenido en liza la renovación de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y el Gobierno de 36 Estados, en una votación que ha tenido como telón de fondo la guerra en Ucrania, la inflación más alta en décadas, la polarización y la reaparición de Donald Trump como apóstol de la extrema derecha. El mundo ha puesto el foco en el nuevo mapa político estadounidense y México no ha sido la excepción. Los primeros resultados conocidos apuntan a que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador enfrentará un mayor escrutinio en la relación bilateral y en la conducción de su política interna; mayores presiones en el tema migratorio, comercial y de política energética, y nuevos desafíos en la ya de por sí complicada relación con el Legislativo estadounidense, de acuerdo con académicos, analistas y diplomáticos consultados por .
“Lo más importante es que no hubo esta ola roja que se esperaba y que se temía”, afirma Martha Bárcena, embajadora en Washington de diciembre de 2018 hasta febrero del año pasado. Los especialistas consultados coinciden de forma unánime en que esas son buenas noticias. A menos de 48 horas de las elecciones, demócratas y republicanos todavía pelean voto a voto el control de ambas Cámaras y en algunos casos esas batallas durarán meses. De todas formas, apunta Bárcena, la embestida de los candidatos trumpistas en estas elecciones intermedias “va a significar retos para la Administración de Joe Biden y el Gobierno de México”.
El grueso de los análisis perfila que el Gobierno de Biden perderá el control del Congreso, una derrota calculada, aunque parece resistir el embate conservador en el Senado. “La percepción generalizada, sobre todo entre el sector empresarial y las élites políticas, es que a México le va mejor con los republicanos, aunque a mí me parece un error”, comenta Arturo Sarukhán, embajador mexicano en EE UU entre finales de 2006 e inicios de 2013, durante las Administraciones de George W. Bush y Barack Obama. “Sin duda alguna, lo que más le conviene a México es que el Partido Demócrata se mantenga en la Casa Blanca y en control de ambos recintos legislativos, sobre todo por este escoramiento hacia la extrema derecha que estamos viendo en el Partido Republicano”, agrega Sarukhán.
“No quiere decir que vayan a estallar grandes problemas, pero tenemos que estar preparados”, advierte Bárcena, que lidió con el tramo final de la presidencia de Trump y la renegociación del TMEC. Un nuevo liderazgo republicano en la Cámara de Representantes implica también un cambio de manos en el control de los comités y subcomités parlamentarios, con atribuciones para decidir presupuestos en materia de cooperación, control de fronteras y seguridad, entre tantas otras áreas, apunta Sarukhán. “No hay que olvidar que el presidente mexicano ha cuestionado por nombre y apellido a legisladores demócratas y republicanos por igual”, dice el exembajador.
El diplomático matiza que Biden ha obligado a “poner un freno de mano” a los cuestionamientos de la aún vigente mayoría demócrata para no comprometer la colaboración de México en materias prioritarias de la relación bilateral y ese dique puede esfumarse con la nueva composición del Capitolio. “Desde el asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena, no recuerdo un momento más disfuncional de la relación entre un titular del Ejecutivo mexicano y el Congreso estadounidense como la que hay ahora”, asegura Sarukhán.
En tres visitas a suelo estadounidense, López Obrador no ha tenido reuniones oficiales con congresistas, senadores y liderazgos parlamentarios de ninguno de los dos partidos. Bárcena coincide en que las autoridades mexicanas tienen que tender más puentes con el Congreso de EE UU, pero no está de acuerdo con el diagnóstico de Sarukhán. “En los dos años que estuve como embajadora pasé la mitad de mi tiempo en reuniones con el Congreso y el Senado”, asegura.
Las presiones llegarán de perfiles predominantemente conservadores. “La estrategia de seguridad del presidente López Obrador amenaza cada vez más la seguridad nacional de Estados Unidos”, declaró, por ejemplo, el republicano Michael McCaul, uno de los más adelantados para presidir el Comité de Asuntos Exteriores, en junio pasado. Kevin McCarthy, que se encamina a ser el líder de la mayoría si se confirma que los republicanos dominarán la Cámara baja, dijo que su prioridad en la nueva legislatura que arranca en enero será imponer un control más estricto en la frontera y revivir el programa Quédate en México.
La llegada de representantes de Estados con grandes empresas energéticas, ya sean de fuentes renovables o fósiles, también añadirán presión al país latinoamericano, justo cuando EE UU y Canadá han llamado a consultas a México por su política energética. En la ecuación también se pueden ir agregando varias capas de complejidad: desde el narcotráfico y la revisión de la reforma laboral a la luz del TMEC hasta la relación de López Obrador con la prensa y la política mexicana hacia Nicaragua, Cuba y Venezuela.
El analista Carlos Bravo Regidor señala que los candidatos más conservadores han seguido explotando una imagen “tóxica y muy satanizada” de México para sacar réditos electorales. “La idea de México, al margen de como es la relación en realidad, se ha convertido en una gran piñata electoral, en especial para los republicanos”, comenta. “A senadores como Ted Cruz no les importa realmente López Obrador ni México, pero usan como un arma para tratar de atacar a Biden y eso va a seguir pasando”. En la campaña, algunos candidatos apoyados por Trump han vuelto a apelar al muro y a la xenofobia, incluso amagando con “invadir” para confrontar al crimen organizado o cerrar vías legales para la regularización migratoria. Más de 3,5 millones de votantes de origen mexicano estuvieron llamados a votar, ninguna otra minoría étnica es más grande, según el Pew Research Center.
Un grupo de mariachi en un mitin político en Los Ángeles (California), el pasado 8 de noviembre.FREDERIC J. BROWN (AFP)
“El tema mexicano está fundamentalmente definido por la cuestión de la migración, eso no va a cambiar, de hecho ha habido continuidad en las tensiones entre ambos países”, afirma Bravo Regidor. “Es un tema que favorece a los republicanos y que los demócratas ya dieron por perdido porque son muy susceptibles de ser retratados como hipócritas o de pagar un muy alto costo electoral”, agrega.
Bravo Regidor insiste en que el impacto de las elecciones intermedias no se puede medir solo en clave de “qué afecta a México o no” y en que la política interna de Estados Unidos mantiene un peso específico en el escenario internacional. Es un punto de vista compartido por Rafael Fernández de Castro, académico de la Universidad de California. Más allá de la llegada de un partido republicano con perfiles más radicalizados e intervencionistas de la mano de Trump, el reparto del control político representa en su opinión un reto enorme de gobernabilidad para Biden. “Es posible que haya una gran parálisis gubernamental en Washington y eso es funesto para la agenda de Biden”, asevera.
Las trabas que enfrentará el Ejecutivo, dice Fernández de Castro, pueden también pintar un panorama complejo en lo económico. Las actitudes de varios nuevos rostros en la política estadounidense hacia el comercio, el papel del Estado en la economía y las acciones para remediar la inflación pueden tener un impacto en el clima financiero global, comenta el académico. En lo estrictamente político, la democracia estadounidense parece haber sobrevivido a un trumpismo que ya hizo “metástasis”, comenta Bravo Regidor.
“Trump fue el gran perdedor y malas noticias para Trump se traducen en una corrección de los extremos en la democracia de Estados Unidos”, agrega Fernández de Castro, que cita el fracaso de la marea roja y el relanzamiento de figuras como Ron DeSantis, el gobernador de Florida, como evidencias del fracaso del expresidente. En las elecciones para gobernador el saldo es parejo, pero de confirmarse la victoria demócrata en Arizona, el corredor fronterizo tendría solo a Greg Abbott como único representante republicano.
“López Obrador llevó bien a Trump porque tienen caracteres parecidos, pese a que tienen posiciones políticas muy diferentes”, comenta Bárcena. “A Trump le caía muy bien López Obrador”, agrega. Sobre Biden, la diplomática dice que es “un viejo lobo de mar”, que entiende que “la relación con México es importante y que debe mantenerla”. La exembajadora recomienda hacer un análisis profundo para entender cómo votan los nuevos legisladores, cómo acercarse a ellos y quiénes pueden ser aliados. “Si no se puede crear una agenda constructiva, sí se debería trabajar para evitar problemas mayores”, opina.
Pese a todo, el consenso es que aún es pronto para medir todo el impacto de lo que vendrá. “La política estadounidense tiene muchísimos fierros en la lumbre”, señala Bravo Regidor. Con más de 3.000 kilómetros de frontera, dice Bárcena, Estados Unidos y México “somos un matrimonio que no se puede divorciar, por la geografía”. “Estamos condenados a entendernos”, concluye la diplomática.
Suscríbase aquí a la newsletter y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país
Source link