Nikola Jokic, los pívots dominantes y el recuerdo de Dikembe Mutombo

Nikola Jokic, los pívots dominantes y el recuerdo de Dikembe Mutombo

Mi corte es clásico, lo reconozco: a mi me gustan los equipos que tienen pívots dominantes. Tal vez sea porque vengo de una época en que si no tenías un center potente, tampoco tenías opciones de ganar el título. De ahí los grandes nombres de George Mikan, Bill Russell, Willis Reed, Kareem Abdul-Jabbar, Hakeem Olajuwon o Shaquille O’Neal. Me gustaría incluir en esta lista al gran Pat Ewing, a pesar de que no consiguió ganar ningún anillo con los New York Knicks. Me gustaba esa época, queridos lectores, en que el juego se basaba en el entendimiento de los bases con sus pívots y el tiro exterior era misión de los llamados bajitos. Sí, ya sé que los tiempos han cambiado: que ahora todos los jugadores deben tener buen tiro y estar dispuestos a correr por la pista muy rápido.

Pero como yo soy un nostálgico, estoy contento de que los Denver Nuggets hayan obtenido el título. Por mucho que Nikola Jokic haya puesto en valor la aportación de todos sus compañeros, es muy evidente que promediando 30 puntos, 14 rebotes y 7 asistencias en unas Finales tienes medio título en el bolsillo. Y estoy contento porque cuando Denver lo eligió en el Draft en el número 41 –una segunda ronda, un verdadero robo– nadie daba un céntimo por él; como mínimo, nadie veía en el serbio un futuro MVP de la NBA. Las dudas por su físico me recordaron a las que generó en su día Marc Gasol. Hasta el punto que su entrenador en el Barça de aquellos tiempos llegó a decir en una reunión: “Marc Gasol no es jugador de baloncesto”. Madre mía, menudo visionario.

Marc Gasol, durante un partido entre el Barça y el Joventut

Propias

La pregunta que ahora hago me inquieta: ¿Podría hoy en día Kareem Abdul-Jabbar jugar hasta los 42 años como titular en los Lakers, ejecutando su maravilloso sky hook? ¿Sería aún hoy tan trascendente el maravilloso dream shake de Hakeem Olajuwon? ¿Podría Pat Ewing dominar los escenarios sin abrir la pista para lanzar de tres? Incluso, ¿Sería Shaquille O’Neal tan importante hoy como lo fue? Me temo, queridos lectores, que no.

Recuerdo los primeros años de Michael Jordan en Chicago. El equipo era bueno, tenían a uno de los mejores, pero les faltaba algo. ¿Y sabéis qué necesitaban? Un pívot. Fue entonces cuando el denostado Jerry Krause, general manager del club, optó por un trueque arriesgado con los Knicks: Charles Oakley, un cuatro rugoso, por Bill Cartwwright, un cinco poco brillante, pero muy solvente. Jordan comentó que sin Oakley nunca ganarían el anillo. Pues bien, el Sheriff contribuyó a los tres primeros títulos. Por cierto, algún día deberíamos hablar de Krause, a mi modo de ver el gran arquitecto de los seis títulos de Chicago, hoy en día injustamente vilipendiado por Mr. Jordan. Tengo cosas que comentar al respecto.

Pero si hablamos de pívots dominantes y de Denver no podemos dejar de recordar al gran Dikembe Mutombo. El congoleño fue un taponador excepcional que puso de moda el gesto de mover ostensiblemente el dedo índice en señal de negación, como diciendo: no es personal, o como diciendo, por aquí no

El jugador de Kinshasa siempre fue uno de mis favoritos para entrevistar. De voz enormemente grave –más, incluso, que Scottie Pippen–, hablar con él era una delicia. Con un francés perfecto, Mutombo me explicó avatares del juego, de los rivales, historias de su país, del hospital que construyó en recuerdo de su madre… una auténtica maravilla. Sólo tenia un inconveniente: era muy presumido y sólo quería hablar cuando estaba perfectamente vestido. Y como vestía con traje, chaleco y corbata siempre era el último en salir de la ducha. Un servidor de todos vosotros, como siempre, pues, el último periodista en abandonar el vestuario camino al hotel de turno. Pero valía la pena.

Por cierto, el otro día estaba a pie de pista en el Olímpic de Badalona, cuando Mario Hezonja, en el cuarto partido, colocó un sonoro tapón y luego hizo el gesto mutombiano de negación con el índice. Y yo pensé: “Mario, te aprecio desde que te conocí jovencito cuando fichaste por el Barça y eras un poco tarambana, pero, por favor, no te compares con Mutombo: saldrás perdiendo”.




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