Peor, imposible

Socorro. Cuesta asimilar el partido ofrecido ayer por los leones ante el recién ascendido Cádiz en San Mamés. Lamentable, penoso, horroroso, frustrante, calamitoso… Cualquier adjetivo de índole similar serviría para calificar en su justa medida al Athletic que ayer se estrenó en Liga ejerciendo como local.

Con el equipo de Garitano paso lo mismo de un tiempo a esta parte que con el propio césped del campo. Los cuidadores, los del verde, tratan disimular como pueden el mal estado del terreno, pero la cosa sigue igual con el discurrir de las semanas e inclusos los meses. La reciente Champions Women fue un claro aviso a navegantes, pero la cosa sigue igual.

Al conjunto rojiblanco le sucede tres cuartos de lo mismo cuando, sobre todo, le toca ejercer como local. Sus carencias de cara a la portería contraria son de sobra conocidas. Sus lagunas en el juego creativo, también. El tiempo y los partidos transcurren sin que nadie, ni de dentro ni de fuera del césped, ponga remedio. Con la de yer ya son cuatro derrotas consecutivas en San Mamés. Cuidadín.

Esta última pérdida escuece más aún si cabe dadas las circunstancias propias a la visita de este nuevo primera. Álvaro Cervera, su entrenador, tiró de rotaciones para medirse a los leones. Sus mejores jugadores, a nivel ofensivo al menos, empezaron en el banquillo.

Garitano, no. Garitano apostó por los mismos futbolistas que puso en liza días antes frente al Eibar en Ipurua. Viendo que su propuesta inicial no funcionaba, el técnico deriotarra esperó hasta el descanso para retirar a Morcillo y sacar a Villalibre. El mismo cambio que le funcionó de maravilla ante los armeros, pero que ayer no surtió efecto.

Y eso que el partido, tras un primer tiempo infumable, se le puso de cara en los primeros compases de la segunda mitad. Akapo fue expulsado, por doble amarilla, en el minuto 48. El Cádiz, lejos de asustarse por esta inferioridad numérica, optó por retrasar a un interior al lateral diestro y a un medio punta a la banda para dejar solo arriba a Lozano.

Una apuesta que le salió a pedir de boca porque los amarillos aprovecharon la manifiesta impotencia creadora del Athletic para sorprenderle a la contra. Unai Simón respondió con acierto en el primer aviso serio de Lozano. Unai López, en cambio, metió el balón en la propia portería bilbaína tras una nueva arrancada con pase atrás del suplente de Negredo.

Garitano tiró entonces de Sancet y del debutante Iñigo Vicente retirando, sorprendentemente, a Williams, que poco antes había mandado un balón al larguero, y Muniain, uno de los pocos valientes y decididos a la hora de crear. El técnico rival, por su parte, dio entrada en ese mismo momento a tres jugadores de corte ofensivo, Negredo incluido. El veterano delantero centro, sin embargo, apenas duró ocho minutos sobre el verde, el tiempo justo para ganarse dos amarillas.

El Cádiz, con dos jugadores menos y un tanto a favor, retrasó todas sus líneas, a excepción del portero, hasta su propia área. Al límite de la misma montó una barrera de ocho futbolistas con la misión principal de taponar tanto las bandas como los remates por el centro. El Athletic, sobre todo por la banda de Iñigo Vicente, lo intentó de varias formas, pero apenas puso en aprietos a Conan Ledesma. Kenan y Lekue fueron las dos últimas balas del técnico deriotarra, pero no hubo manera de superar la muralla amarilla.

El conjunto rojiblanco fue incapaz en todo momento de imprimir al partido un ritmo alto, de mucha intensidad. Y a falta de tralla en el juego, las carencias atacantes del equipo bilbaíno fueron saliendo a flote de manera paulatina. Cierto es que el míster buscó la frescura y el descaro que se presupone a la juventud con sus primeros cambios, pero en sus filas sigue habiendo determinados jugadores que continúan sin dar la talla.

La de ayer, sin duda, era una noche ideal para la reivindicación y el golpe en la mesa, aunque acabó convirtiéndose en una nueva muestra de la cruda y dura realidad. Peor imposible


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