EL PAÍS

Rabia y dolor entre la comunidad kurda de París una semana después del tiroteo con tres muertos: “Condenamos ese ataque fascista”

El centro cultural kurdo Ahmet Kaya de París es estos días un lugar de luto. Sus puertas permanecen abiertas tanto de día como de noche para que amigos, familiares, vecinos o miembros de la comunidad puedan homenajear a las tres víctimas del ataque xenófobo que el pasado viernes sacudió la capital francesa. Ese día, un jubilado francés de 69 años, identificado por la prensa local como William M., disparó presuntamente contra los kurdos Emine Kara, Mir Perwer y Abdurrahman Kizil cuando se encontraban justo delante del centro antes de herir a otras tres personas en una peluquería a pocos metros. Desde entonces, cientos de personas acuden diariamente al lugar para recordarlas.

Dos personas vestidas con un chaleco rojo observaban este jueves quién entraba y salía del centro cultural, situado en el número 16 de la calle d’Enghien. Un furgón de la policía vigila también la zona, donde han sido erigidos pequeños altares con flores y velas en memoria de las víctimas. Sus fotografías están presentes en la mayoría de los comercios, cafés y restaurantes junto a un lazo negro. “Estamos de luto. Condenamos firmemente este ataque terrorista fascista”, rezan los carteles. El barrio donde tuvieron lugar los asesinatos es conocido como la “pequeña Estambul” y cuenta con una importante población de exiliados turco-kurdos.

Frente al centro cultural, bautizado en homenaje a un cantante kurdo que murió en París en 2010, varios grupos de personas hablan y se saludan. Un hombre sube las escaleras que conducen a la entrada, prende una vela y observa los altares colocados a ambos lados de la puerta. A la izquierda, sobre una mesa recubierta por una tela roja, está el retrato de Abdurrahman Kizil, el jubilado de 59 años que solía frecuentar la asociación “a diario” y había dedicado su vida a la lucha kurda, según el Consejo Democrático Kurdo de Francia (CDK-F).

A la derecha, la imagen de Emine Kara, de 48 años. Era la responsable del movimiento de mujeres kurdas en Francia y había combatido al grupo yihadista Estado Islámico en Rojava, el Kurdistán sirio. “Era una luz para las mujeres kurdas. Desprendía mucha energía”, explica Sengul, de 43 años, que prefiere no dar su apellido. Conocida también bajo su nombre de guerra Evin Goyi, Kara había llegado a Francia hace dos años para pedir asilo. Pero las autoridades rechazaron concederle el estatuto.

La tercera víctima, el músico Mir Perwer, de 29 años, sí había recibido el estatuto de refugiado en Francia por ser perseguido en Turquía por las letras de sus canciones, que cantaba en kurdo, señaló a los medios Berivan Firat, una de las portavoces del CDK-F. En una de las paredes exteriores del centro colgaba también su retrato.

El CDK-F, que reúne a 24 asociaciones del exilio, tiene su sede en el centro cultural, fundado en 2021 con el objetivo de promover la cultura kurda e informar a la sociedad sobre la cuestión kurda. El consejo es conocido por ser cercano al PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, en guerra contra el Estado turco y considerado como una organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea.

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Suscríbete“Estamos aquí por nuestro pueblo”

En el centro cultural, los homenajes se suceden. Las velas permanecen prendidas y siempre llegan nuevos ramos de flores. En la primera sala a la izquierda, unas 20 personas están sentadas frente a una televisión, que transmite noticias en kurdo de manera continua. Algunos beben una taza de té, que se distribuye de manera gratuita como parte de la vigilia a los fallecidos. Otros hablan entre ellos y miran de reojo las imágenes que salen en la pantalla.

“Estamos aquí por nuestro pueblo”, explica Delil Kara, un joven de 27 años. Viene todos los días, añade, sobre todo porque su tía es parte del movimiento de las mujeres kurdas. “En 2013 pasó lo mismo y no supimos quién estuvo detrás” de los asesinatos, recuerda. El ataque del viernes ocurrió unos días antes del décimo aniversario de la muerte a tiros el 9 de enero de 2013 de tres militantes kurdas —una de ellas muy ligada a Abdulá Ocalan, el líder y fundador del PKK, hoy encarcelado— en el mismo barrio de París. Las autoridades francesas nunca resolvieron el caso.

Desde hace una semana, el centro Ahmet Kaya recibe cartas por correo de toda Europa y mensajes de solidaridad en el contestador del teléfono. En la segunda sala, la más grande, están los altares principales. El primero está dedicado a las tres víctimas del viernes. El otro recuerda a las asesinadas de 2013.

En una de las paredes están los retratos de los líderes e intelectuales del Kurdistán, una región repartida entre Turquía, Siria, Irán e Irak. Entre ellos está Abdulá Ocalan y a su lado, una placa dorada resume la historia del PKK. Los responsables del centro colocaron sillas para los homenajes. En frente, instalaron una gran mesa en la que están sentados algunos familiares de las víctimas, que reciben las condolencias. Aún no se sabe cuándo serán los funerales. Pero hasta entonces, la vigilia seguirá. Es importante —insiste Sengul, la mujer de 43 años— porque permite “estar juntos, mostrar nuestro enfado, denunciar y decir que estamos presentes”. “La comunidad aún está en estado de shock”, subraya.

“Odio a los extranjeros”

El principal sospechoso del ataque del viernes es un conductor ferroviario jubilado de 69 años, que era miembro de un club de tiro y que ya había sido condenado por otros actos violentos contra inmigrantes. Durante su detención, reconoció que sentía un “odio a los extranjeros que se volvió completamente patológico”, según la fiscal de París, Laure Beccuau. Antes de disparar contra el centro kurdo, tenía previsto ir hasta Saint Denis, un suburbio en el norte de la capital que cuenta con una gran población migrante, para “matar a personas extranjeras”, según la misma fuente.

Pero al final dio marcha atrás porque había poca gente y no lograba recargar su arma, según relató. El sospechoso fue inculpado por asesinato y tentativa de asesinato por motivos de raza, etnia, nacionalidad o religión, así como por adquirir y portar armas sin autorización, según la Fiscalía. El acusado, que se describió como “depresivo” y “con tendencias suicidas”, fue trasladado el sábado a una dependencia psiquiátrica de la policía.

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