Roberto Leal: “Venía de pueblo y me dijeron que limase mi acento, pero de ahí a quitármelo…”

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Casi no concede entrevistas. El rapero granadino Ayax escribió su primer tema con 12 años y comenzó en la música junto a su hermano gemelo como Ayax y Prok hace más de una década. Desde entonces, sus miles de fans le siguen por redes, agotan las localidades de sus conciertos, se tatúan sus frases y su cara y sus canciones acumulan millones de escuchas. Por algunas de sus letras y vídeos, una espera encontrarse con un hueso duro de roer, pero aparece un chaval tierno, fiel a su gente, ávido de aprender y acompañado de una pequeña libreta para apuntar sus pensamientos. Esta es la historia de un chico de barrio que no lo tuvo fácil. A pesar de ello, rechazó ofertas de multinacionales para hacer las cosas a su manera. En 2020 ha ganado un disco triple platino por su primer trabajo en solitario, Cara y cruz, editado con su propio sello, ha construido una escuela para huérfanos en Mozambique, acaba de debutar como actor en la película Hasta el cielo, de Daniel Calparsoro, y ya le llueven proyectos cinematográficos. Todo sin renunciar a su esencia.

¿Cuánto tiempo lleva dedicándose en exclusiva al rap? A partir de los 23 [tiene 29]. Desde los 16 hasta los 23 trabajé en lo que pude: en la obra, de camarero, de relaciones públicas, de reponedor en un supermercado… También hice cosas ilícitas para ganarme el pan en aquella época. Mis padres tenían una situación muy complicada, nos iban a desahuciar, yo no llevaba dinero a casa y me fui a Ibiza.

Entonces, el tema de Desahucio de su disco Cara y cruz es una historia real. Todo lo que digo en las canciones es verdad. En Me hizo fuerte hablo de las situaciones complicadísimas que viví de joven y todo eso pasó. Soy sincero, si no es imposible llegar a la gente.

“No tenerlo fácil ha agudizado mi ingenio. Con las hojas de cuchillo con las que me han apuñalado he creado un escudo”

“Jamás te avergüences de aquello que te hizo fuerte”, dice en esa canción. ¿Qué le ha hecho más fuerte? No tenerlo fácil ha agudizado mi ingenio. Con las hojas de cuchillo con las que me han apuñalado he creado un escudo.

La gente se tatúa sus frases, su cara… Lo de la cara es una pasada. Les digo que se esperen a que me muera, no vaya a hacer un cagadón fuerte.

Escribe, compone y dirige videoclips. ¿Qué ha estudiado? Soy autodidacta, llevo desde los seis años alquilando pelis y estudio el lenguaje cinematográfico en Internet. Tengo el bachiller y me metí en Antropología Social y Cultural pero estuve solo un año porque me hice famoso y ya no podía ir a la facultad. Me pedían fotos a las ocho de la mañana. Después lo volví a intentar en la Complutense para estudiar Filología Hispánica y fue peor porque aún era más conocido.

Ha debutado como actor en Hasta el cielo. ¿Cómo ha sido esta experiencia? Increíble. Tanto en el cine como en la música la gente se da cuenta cuando dices la verdad. En la peli intenté creerme que estaba en esa situación [una banda de aluniceros]. Ahora me han ofrecido un par de papeles protagonistas diferentes. Motos [su personaje en Hasta el cielo] tiene ciertos aspectos parecidos a mí, como ser un chaval de la calle que no ha tenido la vida fácil y ha estado preso. Yo también estuve en un centro de menores. No me resultó difícil empatizar con él.

Junto a Prok metió a más de seis mil personas en dos días en Las Ventas en sus últimos conciertos en Madrid. Todo lo que recaudamos se destinó a crear una escuela para huérfanos en Mozambique. Me mandaron una foto de los chavales haciendo los cimientos con una sonrisa gigante y me puse a llorar porque yo iba para chaval de barrio con pocas posibilidades. Soy de Haza Grande, un barrio gitano de Granada que se sostiene por la droga. No me veía haciendo una peli, ni ganando un triple platino. Incluso menos construyendo una escuela para 300 niños cuyos padres han muerto en la guerra.

Tumbado sobre la Gran Vía, Ayax viste americana de cuadros Emporio Aarmani.
Tumbado sobre la Gran Vía, Ayax viste americana de cuadros Emporio Aarmani.

¿Cómo es su público? En los conciertos tengo a chavales de 14 años en primera fila y al fondo a los de 50 con camisetas de Eskorbuto. Mi música es como Los Simpson, cuando los ves de chico no lo entiendes pero te divierten y cuando te haces mayor empiezas a reírte de verdad porque lo comprendes. Con mis canciones sucede igual. Eso me da una horquilla más amplia que a otros raperos que solo les escuchan de los 14 a los 25 años.

¿Qué ha significado para usted ganar el triple platino por su disco Cara y cruz? Un reconocimiento por parte de la industria musical. Nos han puesto cheques encima de la mesa con altas sumas pero yo prefiero morir tranquilo y no cederle mi arte a unas personas para que se lucren de él sin merecerlo. Esta decisión ha hecho que no sonáramos en la radio mientras somos de los músicos españoles que más gente mete en un concierto. Que un disco completo de crítica social, rap duro y todo bases secas de los noventa, sin publicidad ni nadie detrás haga triple platino y casi 70 millones de visitas es increíble.

¿Para hacer rap hay que vivir en los márgenes de la sociedad? Sí. Si no, tu rap va a ser muy blanco y eso no lo considero rap. Si no has vivido ciertas cosas no sé qué vas a contar. Puedes abstraerte pero no te vas a acercar tanto a la gente.

Ha concedido muy pocas entrevistas pero la última fue en directo en un informativo para hablar del centro de menores almeriense Tierras de Oria, donde estuvo. Cuando me llamaron para hablar del chaval que murió en Tierras de Oria dije que sí porque podría haber sido yo. A mí me llevaron a esa tortura que se llama la cama pero la gente no sabe que hay otra que se llama la silla ni cómo funciona. Cuando vi las imágenes de todos encima de él se me pusieron los pelos de punta. Me recordó a cuando yo los tenía encima para atarme. Me atravesó un escalofrío porque no solo podría haber sido yo, le puede pasar a más gente.

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