Si usted tiene una bomba atómica

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Si usted tiene una bomba atómica en casa, lo mejor que puede hacer es esconderla y jamás entregarla, por mucho que se lo rueguen las instituciones internacionales, se lo exijan unas superpotencias armadas hasta los dientes o se lo pida de rodillas el Papa de Roma.
La experiencia demuestra que, siendo mala su posesión, sobre todo por la amenaza y el peligro que significa para todos, peor es abandonarla después de haberla tenido. Muamar el Gadafi no puede contar su experiencia, precisamente porque abandonarla fue lo que le costó la vida. Quiso ser bueno después de haber sido muy malo y quienes le conminaron a entregar su arsenal no tuvieron reparo en apoyar a quienes le liquidaron.
Análoga fue la experiencia de Sadam Husein, que quería conseguirla, pero jamás la tuvo, a pesar de sus ímprobos esfuerzos. Y bien que la echó de menos cuando fue invadido, primero, a medias y perdonándole la vida, por Bush padre, y luego de veras y sin perdón, por Bush hijo. Este último arrasó con su régimen y ocupó el país en busca de unas armas de destrucción masiva, químicas, pero también nucleares, que habrían evitado la invasión de haber existido.
Algo similar ha sucedido en Ucrania, donde el precio pagado por entregar su formidable arsenal nuclear soviético ha sido la pérdida de Crimea y la guerra en el Donbás: las garantías rusas sobre la intangibilidad de sus fronteras, avaladas por las grandes potencias, quedaron en papel mojado.
Ahora es la República Islámica de Irán la que se ha adentrado en la experiencia de entregar las armas y encontrarse luego inerme ante quienes quieren liquidarla. De no mediar el Pacto Nuclear multilateral firmado por Obama, Irán estaría ahora a cinco minutos de obtener el arma nuclear o quizás ya la poseería, circunstancia que hubiera alejado de la mente de Trump la idea de descabezar su cúpula militar como ha hecho con Qasem Suleimani después de haber roto unilateralmente el pacto firmado por todas las superpotencias.
Irán, además de una dictadura teocrática y cruel, es también un país dotado de muchos recursos, de forma que, aun sin arma nuclear, puede seguir dando guerra. Pero la lección más destacada la están aprendiendo los norcoreanos, y especialmente su rechoncho y astuto líder, Kim Jong-un. A la vista de lo sucedido, para nada va a renunciar al arma nuclear, y menos todavía a instancias de Donald Trump, porque sabe que en ello le va la cabeza.
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