Tamara Falcó: “No sé si el baile tan sensual de Tangana es algo que deba hacerse en la iglesia”

Tamara Falcó, este miércoles, en Madrid.
Tamara Falcó, este miércoles, en Madrid.Olmo Calvo

Tamara Falcó (Madrid, 39 años) se metió en Masterchef para ganar dinero para su firma de moda y la cocina la atrapó. El concurso, que ganó, la presentó ante la audiencia como algo más que la hija pija de Isabel Preysler. Hoy Tamara Falcó es una marca que da trabajo a una docena de personas. En la presentación de su primer libro, Las recetas de casa de mi madre (Espasa), varias de ellas revolotean a su alrededor, retocando el maquillaje, controlando las fotografías. Junto a las recetas, Falcó revela anécdotas: los huevos rotos son el plato que le sirvieron a George Clooney cuando fue a casa a cenar, y la tarta de melocotón, lo que descubrió una nota “bastante comprometida” en la chaqueta de Boris Izaguirre.

Tras la muerte de su padre por coronavirus, se convirtió en marquesa de Griñón. “Me cuesta pensar en la imagen que se pueda tener de la aristocracia porque no es la que yo he tenido en casa. Espero llevar bien ese legado”.

Pregunta. La vemos hacer muchas cosas. ¿Cuál es su profesión? ¿Qué casilla rellenaría?

Respuesta. Ya, es difícil, lo pienso muchas veces. Creo que ya no es como en otra época, ahora puedes ser más de una cosa y a mí me gusta ser polifacética. Soy una chef que tiene una empresa de moda y que participa en programas de televisión.

P. Acaba de obtener el título de chef de la escuela Cordon Bleu. ¿Abrirá un restaurante?

R. Me encantaría, pero me gustaría formarme más. Es un proyecto, pero a largo plazo.

P. ¿Qué recuerda de sus prácticas en Inditex? ¿Conoció a Amancio Ortega?

R. Sí, tuve esa suerte. Decía que la tienda es lo más importante y todo el que trabaja en el grupo tiene que pasar por ellas. Yo estuve en Zara, Massimo Dutti y Bershka, la música era muy fuerte y era muy divertido. Luego pasé a oficinas. Sobre todo, recuerdo que había muchas mujeres y que se premiaba el esfuerzo, la meritocracia. Eso es Amancio Ortega.

P. “Mi álbum familiar es el Hola”. Dígame un momento en que hubiera preferido no ser famosa.

R. Sobre todo de adolescente. Ahí era más difícil porque te cuestionas un poco todo, quién eres, tus padres dejan de ser tus únicos referentes… en ese momento me lo planteé. Ahora creo que me lo tomo con naturalidad.

P. ¿Recuerda en qué momento se dio cuenta de que era famosa?

R. Sí. Estaba en Tenerife y un niño vino a pedirme un autógrafo en la piscina. Yo tenía unos seis años y pensé: “Ah, soy famosa”.

P. ¿Cómo le explicaría a un profano para qué sirve tener un millón de seguidores en Instagram?

R. Mi equipo hizo que me diera cuenta de la importancia de las redes, que son un medio en sí mismo. Es una forma de crear una comunidad con gente con los mismos intereses y compartir. Hay bastante gente trabajando detrás.

P. ¿Cuántos?

R. Muchos. Entre 12 o 15. Son expertos en cada sector: imagen, comunicación, negocio, agenda… sin ellas no podría hacer todas las cosas que hago.

P. ¿Desde cuándo son 12 o 15?

R. Empezamos antes, pero crecimos exponencialmente desde Masterchef. Para mí fue un trampolín impresionante. Tuvieron mucha paciencia porque yo entré sin saber nada de cocina.

P. Ha comentado que llegó a plantearse hacerse monja. En los últimos días ha dimitido el deán de la catedral de Toledo por un videoclip de Tangana y Nathy Peluso grabado en el templo. El deán consideró que podía acercar a los “alejados”. El arzobispo censuró la grabación. ¿Está más cerca del deán o del arzobispo?

R. La polémica me pilló de viaje de chicas con mi madre en Maldivas, pero amigos católicos me escribieron para contarme que se había montado una tremenda y he visto algo en redes. Intenta acercar a la juventud a la Iglesia; la letra cuenta eso, pero como cristiana, creo que la iglesia es un sitio de oración, sagrado, y no sé si el baile y ese en concreto, tan sensual, es algo que deba hacerse allí. Hay un alejamiento entre los jóvenes y la Iglesia y es importante que un artista como Tangana haga ese esfuerzo, pero el cómo se hace también es importante. Hay que encontrar un equilibrio.


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