Tenía que ser de penalti, tenía que ser Oyarzabal

El destino es caprichoso y quiso que Mikel
Oyarzabal, el hombre que había fallado sus tres últimos lanzamientos desde el punto de penalti, diera a la Real el triunfo en la final. El destino es caprichoso y quiso que Iñigo
Martínez, el hombre que en 2018 abandonó el barco txuri urdin en plena zozobra para irse al eterno rival, cometiera la pena máxima que dio a toda Gipuzkoa la alegría más grande de los últimos años. El destino es caprichoso y quiso que tras 34 años de espera, infinidad de ridículos coperos y una pandemia, la Real reverdeciera laureles ante el eterno rival en lo que ya se ha convertido en la victoria más hermosa de todos los tiempos. El destino es caprichoso, pero la espera ha valido la pena.

El penalti que en el minuto 46 el VAR escamoteó a la Real por una mano de Iñigo
Martínez que tenía todos los visos de ser dentro del área, hizo que los fantasmas sobrevolaran en La Cartuja, pero el destino es caprichoso y 10 minutos después el mismo protagonista derribó a Portu sin que esta vez hubiera lugar a la duda, aunque el VAR intervino otra vez para cambiar el color de la cartulina.

Oyarzabal, quien ya había anunciado que no iba a titubear si debía afrontar otro lanzamiento desde los 11 metros, corroboró con hechos sus palabras y agarró el esférico para ponerse delante de Unai
Simón. Hubo cuatro minutos de tensa espera mientras el VAR revisaba la acción. Tiempo suficiente para que por la mente del delantero eibartarra desfilaran las imágenes de sus últimos errores ante Ter
Stegen en la Supercopa, ante Dean
Henderson en la Europa League y ante Cárdenas en la Liga. Augurio de nada bueno.

Sin embargo a Oyarzabal no le tembló el pulso. Rostro serio, mirada fija en un Unai
Simón que no paraba de moverse en paralelo a la línea de gol y clásica carrera hacia el balón para engañar al meta rojiblanco y hacer un gol que pasa a la historia.

Las lágrimas del ’10’

“No siempre se puede marcar”, aseguró tras la final recordando sus errores. “A todo el mundo le gustaría que todo fuera siempre bonito. Yo tenía claro lo que iba a hacer, los compañeros confiaban en mi y eso me ha dado mucha energía”, afirmó un emocionado Oyarzabal que, entre lágrimas, se acordó de los que no habían podido estar en La Cartuja. “Este es un día muy bonito en el que te acuerdas de todo el mundo. Todo el mundo está pasando por malos momentos y estos es para la afición. Hay mucha gente que me hubiera gustado que estuviera aquí y esto es para todos, para la familia, los amigos, para todos. Les hemos sentido. Somos campeones y lo vamos a celebrar todos juntos cuando se pueda, sin ninguna duda”.


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