Trump trató de poner un títere al frente del Departamento de Justicia para que impugnara el triunfo de Biden

Trump trató de poner un títere al frente del Departamento de Justicia para que impugnara el triunfo de Biden

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Las cinco audiencias públicas celebradas por la comisión que investiga el ataque al Capitolio y retransmitidas por televisión han visto desfilar a una galería de hombres y mujeres valientes que resistieron a las presiones y amenazas de Donald Trump y sus aliados en los meses que mediaron entre las elecciones de noviembre y el 6 de enero de 2021. También han señalado con el dedo de la infamia a otros que se plegaron a sus aspiraciones ilegítimas de mantenerse en el poder.

Este jueves era, en el bando de los virtuosos, el turno de los miembros del Departamento de Justicia que, sin que trascendiera entonces, evitaron durante una reunión celebrada de urgencia en el Despacho Oval el domingo 3 de enero, tres días antes de que una turba alentada por Trump atacara el Capitolio, que el aún presidente destituyera al fiscal general interino, Jeffrey Rosen. ¿El motivo? Su negativa a sumarse públicamente a la teoría falsa de que el triunfo de Joe Biden no fue limpio.

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En el otro bando estuvo, in absentia, un títere de Trump, Jeffrey Clark, un miembro del Departamento especializado en derecho ambiental cuya mayor virtud era, según un testimonio grabado del exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, que “no le preocupaba lo que podía pasarle a su reputación” al embarcarse en esa cruzada a las órdenes del presidente derrotado. Pese a su absoluta falta de experiencia en la práctica procesal, Trump quiso colocar a Clark al frente del Departamento de Justicia, solo porque estaba dispuesto a apoyar ciegamente la teoría del robo electoral y a poner la fiscalía general al servicio del plan del magnate para revocar la victoria de Joe Biden.

En el edificio de pruebas que la comisión está construyendo ante la opinión pública, hoy ha quedado demostrado que Trump estaba dispuesto a utilizar el brazo judicial estadounidense en su propio beneficio, en una flagrante violación de la separación de poderes que está en la base de cualquier democracia. “Quería que el Departamento de Justicia legitimara sus mentiras”, zanjó durante su discurso inicial el presidente de la comisión, Bennie Thompson, demócrata de Misisipi.

Poco antes de comenzar la sesión, se supo que el FBI registró el miércoles la casa de Clark, en lo que podría ser una indicación de que las conclusiones que está aireando la comisión, que carecen de consecuencias legales, podrían estar calando en el fiscal general Merrick Garland, sobre quien crece la presión para que tome cartas en el asunto y emprenda acciones penales. No es la primera vez esta semana en la que da la impresión de que ambos órganos estaban más alineados de lo que parecía. Las revelaciones hechas el martes en el Congreso sobre un supuesto fraude electoral urdido tras las elecciones de noviembre ha derivado en el encausamiento de varios de los implicados.

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Rosen, que este jueves ha comparecido como testigo, había sido nombrado tres semanas antes de que lo quisieran defenestrar para sustituir al fiscal general William Barr, una de las piezas claves en el puzle que la comisión está montando. Barr fue quien dijo a Trump, en una frase que ya ha quedado para la historia, que la teoría del fraude era un “disparate”. En un video mostrado durante la quinta audiencia se le vio asegurar, además, que sin su resistencia y su rapidez a la hora de desmontar las conspiranoias electorales, probablemente no se habría producido una transferencia de poder. El presidente quería que Rosen firmara una carta para enviar a los funcionarios electorales del estado de Georgia en el que el Departamento de Justicia apoyara el fraude. Cuando se negó a hacerlo, el propio Clark comunicó a su jefe que Trump le había pedido que lo reemplazara en sus funciones.

Durante una audiencia que tuvo un oyente estelar, el actor Sean Penn, invitado por el policía Michael Fanone, que el 6 de enero resulto gravemente herido, Rosen dijo que, entre otras cosas, no iba a permitir que lo despidiera un subordinado. Así que exigió una reunión con el presidente. Se celebró esa misma tarde en la Casa Blanca y varios destacados miembros del Departamento de Justicia acudieron a defender al fiscal general.

El policía retirado Michael Fanone, que resultó gravemente herido durante el ataque al Capitolio habla con el actor Sean Penn, antes del inicio de la audiencia del 6 de enero, celebrada este jueves en Washington.WILL OLIVER (EFE)

En aquel encuentro en el Despacho Oval estaban presentes los otros dos testigos citados en la quinta audiencia de la comisión: el asistente del fiscal general Richard Donoghue, veterano miembro del Departamento y del Ejército de Estados Unidos, a quien la cita le sorprendió vestido “con camiseta y las botas sucias”, y Steven Engel, otro alto cargo de Justicia. Tras un tenso intercambio con el presidente y armados con la certeza de que cinco funcionarios de primer nivel estaban dispuestos a dimitir inmediatamente si la cosa salía adelante, lograron que Trump cambiara de idea y desistiera de sus planes de sustituir a Rosen por Clark.

Presiones de simpatizantes

Aunque no tuvieron éxito en conseguir que dejara de difundir entre sus seguidores el descrédito del Departamento de Justicia. Según se pudo ver en otro de los videos mostrados en el solemne salón del Congreso en el que se están celebrando las sesiones decenas de simpatizantes de Trump se presentaron durante la insurrección del 6 de enero ante las puertas del edificio del Departamento, cercano al Capitolio, y gritaron: “¡Haced vuestro trabajo!”, en referencia a su supuesta capacidad para impugnar la victoria de Biden.

Los tres testigos han ido pintando el cuadro de presiones y salvajes teorías de la conspiración de esos meses ayudados por el congresista Adam Kinzinger, representante del Estado de Illinois y uno de los dos miembros republicanos de la comisión (que completan siete demócratas). En una actuación comedida, pero contundente, Kinzinger, que se ha ganado el odio de amplios sectores de su partido por contribuir a esta investigación (tanto es así, que anunció a finales del año pasado que no se presentaría de nuevo al Congreso) ha ido aportando pruebas documentales y vídeos, como uno en el que se pudo ver a Eric Herschmann, colaborador legal de la Casa Blanca en la época, recordar su reacción cuando supo sobre los planes de poner al títere Clark al frente del Departamento de Justicia. Le dijo: “Felicidades, acaba de aceptar un puesto con una primera misión: cometer un delito grave”.

La tarea de recordar a los televidentes lo sucedido en capítulos anteriores correspondió, como de costumbre, a Liz Cheney, la otra republicana del grupo, que además es la vicepresidenta de la comisión. Hasta ahora, han tratado de demostrar que Trump se aferró a la teoría del fraude electoral, pese a que no tenía pruebas y pese a que sus colaboradores y familiares le dijeron repetidamente que no había caso; que presionó a su vicepresidente para que no permitiera el traspaso de poderes, en un acto que habría sido ilegal; que participó en un intento de fraude electoral para conseguir los votos que le faltaban; y que puso en peligro las vidas de varios funcionaros al destapar públicamente que no estaban dispuestos a ayudarles a buscar las papeletas necesarias en estados como Georgia o Arizona.

El presidente de la comisión ha anunciado que en las dos vistas que quedan se centrarán en cómo hizo creer a sus seguidores su gran mentira, los convocó en Washington el 6 de enero y, cuando se quedó sin más opciones para conseguir sus espurios objetivos, “recurrió a la violencia”.

Pese a los planes iniciales, las audiencias no continuarán la semana que viene, sino que lo harán a mediados de julio. “Seguimos investigando”, ha advertido Thompson.

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