Warren y Buttigieg se enfrentan en público por sus credenciales progresistas



Además, en Estados Unidos hay unas elecciones en marcha. Algo así parecían querer decir a los espectadores los siete candidatos que subieron al escenario en Los Ángeles para el sexto debate de las primarias demócratas para las elecciones de 2020. No hace ni dos meses que no se podían imaginar que iban a aparecer en televisión al día siguiente del tercer impeachment de la historia. Los candidatos en cabeza, el vicepresidente Joe Biden, los senadores Elizabeth Warren y Bernie Sanders y el alcalde Pete Buttigieg, dominaron el encuentro, marcado por la ausencia de candidatos de color.
Sin grandes momentos o novedades en las posiciones políticas de los candidatos, el debate arrancó con cierto aire de mera formalidad, aplastado por la relevancia de las noticias de las últimas horas. Solo una dinámica emerge como la principal en esta carrera, y es la de candidatos percibidos como izquierdistas contra candidatos percibidos como moderados. Por ahí estalló el debate de este jueves, con Warren y Buttigieg como caras visibles de esas dos sensibilidades del partido.

Hablaba Bernie Sanders de cómo su campaña ha batido el récord en número de donaciones en la historia, con una media de 22 dólares. Él inició en 2016 el compromiso de no aceptar dinero de millonarios. En su turno, la senadora Warren decidió referirse directamente al alcalde Pete Buttigieg, un contendiente en ascenso en las encuestas y que despierta recelos entre el ala izquierdista del partido, que lo ve como una versión joven del mismo establishment que fracasó en 2016 y al que quiere jubilar. Warren se refirió a las reuniones con grandes donantes que Buttigieg ha mantenido a puerta cerrada, y concretamente una en una bodega particular de Napa, California. Warren lo presentó como el ejemplo de campaña elitista, en contraposición a la suya y sus “100.000 selfis” con gente que “no ha pagado por hacerse la foto”.
Buttigieg respondió con dureza. “Soy el único candidato en este escenario que no es millonario ni billonario” y se refirió a la fortuna personal de Warren. “Ese es el problema de poner pruebas de pureza que tú mismo no puedes pasar”. El rumor en la sala se oyó nítidamente. “Yo no vendo acceso a mi tiempo”, respondió Warren, “no me reúno a puerta cerrada con grandes donantes. Si no te puedes enfrentar a los ricos cuando eres candidato y lo tienes fácil cómo vas a hacerlo cuando seas presidente y te sea difícil”. Buttigieg le recodó entonces que ella hizo actos de recaudación de fondos anteriores a esta campaña y que está usando esos fondos.
Fue un intercambio que rozó lo desagradable. Se sumaron Bernie Sanders y el vicepresidente Joe Biden, en otra versión del mismo contraste. “Mi amigo Joe recibe donaciones de 44 billonarios”, dijo Sanders. “Pete, sin embargo, solo tiene 39 billonarios. Ya que tienes tanta energía, Pete, a ver si te metes con Joe en este tema”, añadió en solidaridad con Warren. Biden tuvo la última palabra: “Mi contribución media son 43 dólares. Todos mis actos de recaudación son abiertos a la prensa”. Dijo que se propone reformar las leyes y “prohibir la financiación privada”. “Mientras, tenemos una campaña que financiar”.
Poco después, Buttigieg también recibiría críticas por su falta de experiencia por parte de la senadora Amy Klobuchar, con quien compite por el espacio de candidato moderado del medio oeste que podría ganar los votos que los demócratas perdieron en 2016 en esa zona del país. El jueves pareció ser el día en que los candidatos decidieron atacar la viabilidad de Buttigieg.
La campaña de primarias está siendo muy larga y las políticas de cada uno están más o menos claras. Ya hay poco que discutir sobre tal o cual plan de inmigración o económico. Solo un asunto concreto sigue haciendo saltar chispas entre los demócratas y es la reforma de la sanidad. Joe Biden llegó a levantar la voz para atacar duramente la propuesta de sanidad pública universal de Bernie Sanders. Dijo que el coste iba cambiando de los “20 billones a los 40 billones”. “¡Antes por lo menos era honesto!”, dijo Biden. Sanders no entró al ataque personal y repitió que a la clase media norteamericana le merecerá la pena una subida de impuestos a cambio de eliminar todos los costes extra de la sanidad.
Para los comentaristas, llamaba la atención la composición del panel de este jueves. Unas primarias presidenciales que arrancaron con la mayor diversidad de candidatos que ha visto Estados Unidos han quedado reducidas a siete candidatos, todos blancos menos uno, de origen asiático. El detalle no pasa inadvertido en un partido especialmente sensibilizado con representar a todas aquellas minorías que no ven a los suyos habitualmente en política. Un candidato negro, el senador Cory Booker, y otro hispano, el exalcalde de San Antonio Julián Castro, siguen en la carrera pero no se clasificaron para el debate.
El debate, organizado por la cadena pública PBS Newshour y el diario Politico, se celebraba en la Universidad Loyola Marymount de Los Ángeles. Era la primera oportunidad para los norteamericanos de ver en horario de máxima audiencia a los aspirantes a presidente en 2020 defender lo que había ocurrido el día anterior en la Cámara de Representantes. Tres de los que estaban en el escenario, Elizabeth Warren, Bernie Sanders y Amy Klobuchar, tendrán que votar el impeachment en el Senado. Fue la primera pregunta de la noche. Ninguno entró a explicar el asunto. Todos lo presentaron como una obligación constitucional, en línea con el discurso marcado por la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi.


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