Zelenski busca disolver el Constitucional y acusa a sus jueces de lastrar la lucha anticorrupción en Ucrania

La artista ucrania Daria Marchenko con su obra ‘El rostro de la corrupción’, en su estudio de Kiev. En vídeo, Ucrania celebra hoy elecciones presidenciales.

La obra de Green y Marchenko —conocida por otros polémicos retratos: del presidente ruso, Vladímir Putin, hecho con balas; y de Donald Trump, con monedas— es un colorido reflejo del enojo de la sociedad. El 91% de los ucranios creen que la corrupción en el Gobierno es un problema generalizado, según datos de Gallup. Es su principal preocupación —unida a la guerra latente en el Este con los separatistas respaldados por Rusia—; un escollo que está desempeñando un papel determinante en las elecciones presidenciales de este domingo.

Ucrania (44 millones de habitantes) se sitúa en el puesto 122 de 188 en el índice de percepción de la corrupción de la organización Transparencia Internacional. Ha mejorado, pero aún sigue cerca de países como Níger o Malí. Así que, el país más pobre de Europa —por detrás de Moldavia—, según el Fondo Monetario Internacional, está bajo la lupa de sus socios internacionales. Las ansias de democracia y transparencia alimentaron en 2014 las protestas europeístas del Maidán que derribaron al prorruso Viktor Yanukóvich; pero pese a las reformas que han llegado desde la que los ucranios llaman la Revolución de la dignidad, no se ha logrado desterrar la corrupción.

Para Inna Borzylo, experta en buen gobierno y transparencia del centro UA, el panorama no es tan sombrío como indican los sondeos. “La percepción de la corrupción es muy alta, pero eso no significa que haya más ahora que antes. Hoy está en los medios de comunicación, se puede investigar y los ciudadanos son conscientes que se debe hacerlo”, señala. Sin embargo, apunta Borzylo, la persecución de estos delitos deja mucho que desear.

El Gobierno del nacionalista Poroshenko ha puesto en marcha varias agencias anticorrupción. Sin embargo, también estos organismos se han visto envueltos en algunos escándalos. Además, hace solo unas semanas, el Tribunal Constitucional anuló una ley sobre enriquecimiento ilícito de funcionarios de alto rango. El mandato de la corte dio carpetazo a más de 70 investigaciones de altos cargos. Y los ucranios salieron a la calle, de nuevo, indignados.

Carteles electorale en una calle de Kiev.
Carteles electorale en una calle de Kiev. REUTERS

“Corruptelas, sobornos, conflictos de interés. Pero al final no pasa nada, la impunidad es generalizada”, recalca el periodista de investigación Denis Bihus. Sus galardonados trabajos han destapado escándalos mayúsculos en los últimos años. El último, que ha revolucionado una ya movida campaña electoral, ha desvelado que el hijo del presidente del sensible Consejo de Defensa y Seguridad, que además es uno de los socios comerciales de Poroshenko, vendió componentes militares rusos de contrabando a fábricas ucranias. “Y que lo hizo, además, a precios inflados”, incide el periodista, apurando un té, justo después de la reunión semanal de coordinación editorial de su publicación, muy activa estos días.

La investigación de Bihus y su equipo dan directamente en el corazón de la Administración de Poroshenko, que ha incrementado de manera considerable el presupuesto de defensa del país—de los 3.300 millones de dólares anuales hace cinco años, a unos 7.800 millones de dólares anuales hoy—. No señalan al presidente ucranio, que se enfrenta a la reelección este domingo, pero si le muestran como alguien que ha consolidado su poder pese a un sistema de corrupción generalizada.

El magnate del chocolate, de 53 años, no es el único candidato que ha afrontado graves escándalos en los últimos meses. Otras averiguaciones han señalado al favorito en esta primera vuelta, el famoso comediante Volodímir Zelenski, de 41 años. El actor, que ha hecho de la lucha anticorrupción su bandera electoral, tiene una millonaria villa en Italia no declarada y negocios en Rusia, pese a que había afirmado que los cerró en 2014, tras la anexión de Crimea. También a Yulia Timoshenko, que se disputa codo a codo con Poroshenko la segunda posición en los sondeos y la garantía de pasar a segunda vuelta. La dos veces primera ministra, de 59 años, está siendo investigada por financiación irregular de su partido y por la supuesta compra de votos.

Con una reforma de la justicia aún pendiente para luchar contra la corrupción, son los medios independientes y organizaciones de derechos civiles quienes en gran medida destapan los casos y presionan para cambiar las cosas. Pero en los últimos años, los ataques contra activistas y periodistas críticos se han incrementado. El pasado julio, la activista anticorrupción Yekaterina Handziuk fue rociada con ácido cuando se dirigía a su trabajo. Tenía 33 años. Falleció meses después, a consecuencia de las quemaduras. Una situación que ha alertado a las organizaciones internacionales.

Para algunos, esos ataques muestran que las cloacas del sistema están aflorando porque se avanza. Y, con los datos en la mano, se ve que en los últimos años —y pese a la impunidad—, Ucrania ha mejorado. Se han cerrado varios bancos sospechosos, se ha transformado la sociedad gasista estatal y se ha emprendido una reforma del sistema educativo y sanitario. También, señala la experta en buen gobierno Borzylo, se ha lanzado un programa de compras electrónicas pionero que garantiza que todo el dinero público se gasta no solo de manera transparente; también eficiente.

Reformas que exigía el FMI para otorgar préstamos, señalan los expertos, que han sido posibles sobre todo por la presión y el trabajo de la sociedad civil, que tras las movilizaciones del Maidán pusieron esfuerzos mayúsculos en reparar el sistema. Su brío y su pasión suplieron entonces la falta de red y de medios. Hoy, algunos de esos activistas se han incorporado al sistema. Otros, como hacía Handziuk, siguen tratando de reinventarlo.

Riesgo de inestabilidad

Miembros de la milicia nacional Azov, vinculada a la extrema derecha, el 2de marzo en Kiev.
Miembros de la milicia nacional Azov, vinculada a la extrema derecha, el 2de marzo en Kiev. AP

39 candidatos se presentan este domingo a las elecciones presidenciales ucranias. Si ninguno de ellos tiene más de un 50% de los votos habrá una segunda vuelta. Y los sondeos indican que la habrá. La de este domingo es una reñidísima carrera de tres caballos, para hacerse con dos puestos. Se los disputan el actual presidente, Petró Poroshenko, la ex primera ministra Yulia Timoshenko y el cómico Volodímir Zelenski.

La campaña ha estado plagada de denuncias de fraude y manipulación. También de juego sucio. Como que dos aspirantes tienen nombres muy similares al de Yulia Timoshenko. Así que, entre esos aspirantes clónicos y las quejas de engaños, los expertos alertan de existe el riesgo de que los partidarios del perdedor no acepten el resultado y eso derive en movilizaciones y disturbios.

El viernes, el embajador de la UE en Ucrania, Hugues Mingarelli, llamó, junto a sus homólogos alemán y estadounidense, a que los comicios fueran limpios. “En Ucrania, en contra de lo que suceden en otros países de la región, estamos ante unas verdaderas elecciones donde la competencia es real”, señaló también.

La violencia potencial ha preocupado a los diplomáticos occidentales, que hace unas semanas enviaron una carta al Gobierno de Poroshenko alertando de que la llamada Milicia Nacional, una organización vinculada a la extrema derecha involucrada en ataques a gitanos y personas LGTBI, estaban acreditados como observadores electorales.


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