Falta de liderazgo



El ministro de Universidades, Manuel Castells.KIKE PARAMás de 1,3 millones de estudiantes iniciarán en las próximas semanas un nuevo curso universitario marcado por la inquietante marcha de la pandemia y por una escasa información pública sobre los planes de contingencia previstos. Los datos sobre nuevos contagios señalan a los jóvenes y al ocio nocturno como los principales vectores de expansión del virus, lo que convierte a aulas y campus universitarios en espacios de riesgo que hay que controlar. La mayoría de las 83 universidades españolas dejaron perfilados ya en julio los planes para un nuevo curso basado en una combinación de enseñanza presencial y telemática que minimizara la necesidad de contacto interpersonal. Pero la evolución de la pandemia en las últimas semanas ha obligado a revisar y endurecer los protocolos que habían pactado los rectores, las autoridades autonómicas y el Ministerio de Universidades. Además del uso obligatorio de mascarilla, de respetar la distancia mínima de 1,5 metros entre estudiantes y de ventilar las aulas al menos 15 minutos entre clases, las universidades deberán designar un responsable sobre la covid que coordine el seguimiento de los contagios y los posibles contactos de estos. Esta es una tarea absolutamente esencial que debe contar con una red de apoyo en las distintas facultades, pues de la agilidad con la que opere este dispositivo dependerá que se puedan cortar las cadenas de transmisión y mantener la actividad docente.Tanto los rectores como las autoridades educativas han trabajado en los últimos meses para adaptar la enseñanza universitaria a la nueva situación, pero ese trabajo ha tenido escaso reflejo ante la opinión pública. Particularmente discreta ha sido la actuación del Ministerio de Universidades, cuyo titular, Manuel Castells, salvo en las comparecencias parlamentarias, se ha prodigado muy poco a la hora de dar explicaciones públicas sobre cómo se preparaba el nuevo curso. Con esta actitud, el ministro de Universidades corre el riesgo de que lo que a él puede parecerle una virtud sea percibido por la sociedad como un menosprecio o, en el peor de los casos, como una forma de eludir la necesaria rendición de cuentas. Siempre es un error minimizar la importancia de la comunicación en la sociedad de la información, pero lo es todavía más en una situación de emergencia como la que vivimos. En un momento en el que predominan la ansiedad y el desconcierto, tan importante como acreditar competencia técnica es transmitir capacidad de liderazgo. Quienes ejercen responsabilidades políticas no solo tienen que dar respuesta a las demandas sociales y resolver los problemas de su área. Deben procurar también que su actuación sirva para reforzar la cohesión social, el respeto por las instituciones y el aprecio de la ciudadanía por la actividad política.


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