La excéntrica vida del autor de la novela ‘El Graduado'

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El Graduado ha quedado como una película para la historia. La interpretación de Dustin Hoffman y Anne Bancroft es un mito recurrente cuando se quiere escenificar el capricho de una mujer madura por un jovencito, que en la película es un universitario que en realidad quiere a la hija y no a la madre del matrimonio Robinson. Sin embargo, el nombre del autor de la novela original en el que está inspirada la historia no es tan popular como el argumento o los protagonistas de la película que consiguió el Oscar a mejor director, tuvo otras siete candidaturas en 1967 y terminó siendo seleccionada para su preservación en el National Film Registry después de que la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la considerara “cultural, histórica y estéticamente significativa”.El Graduado es la primera novela de Charles Webb, un hombre peculiar, que casi no ganó dinero por su adaptación al cine y que acaba de fallecer a los 81 años de edad a causa de una afección en la sangre, según ha confirmado su viejo amigo y periodista Jack Malvern en el medio estadounidense Deadline. Webb, que falleció el pasado 16 de junio en Eastbourne, Inglaterra, consiguió que su novela se publicara en 1963 y cuando se adaptó a la versión cinematográfica que dirigió Mike Nichols cuatro años después, su autor sólo consiguió 20.000 dólares (algo más de 17.700 euros) por sus derechos, mientras que la película ha recaudado en taquilla casi 89 millones de euros desde su lanzamiento.Webb dijo que la historia del joven que se lanza a una aventura con la señora Robinson, esposa del socio comercial de su padre, no era autobiográfica, pero que estaba basada en experiencias propias que había vivido en Los Ángeles después de graduarse en una universidad de la costa este de Estados Unidos. El autor del libro en el que se basó la película que generó millones de ingresos —y que sigue dando derechos de autor— eligió sin embargo una vida lejos del brillo y del glamur de Hollywood. “El Graduado ha dado millones y millones y aquí estoy yo, buscando un par de libras para comprarme un sandwich”, llegó a decir en una ocasión en una entrevista que le hicieron en la BBC.Bohemio y peculiar, Charles Webb optó junto a su esposa, Eva, por una vida diferente a lo que se podría suponer al autor de semejante éxito. Educaron en casa a sus hijos, dirigieron un campamento nudista en Nueva Jersey y, como muestra de activismo contra las leyes del matrimonio en Estados Unidos, se divorciaron para seguir permaneciendo juntos hasta que Eva falleció el año pasado.A los que alguna vez se asombraron de que su situación financiera no fuera tan desahogada como podría suponérsele solo podía argumentarles que fue feliz de no vivir una vida centrada en el materialismo: “Mi esposa y yo hemos hecho muchas cosas que no hubiéramos hecho si fuéramos ricos… Hubiera estado contando mi dinero en lugar centrarme en educar a mis hijos”, afirmó en una entrevista con Associated Press en 2006.En otro perfil publicado por The Telegraph se afirma que en 1970 regaló todas sus posesiones y que trabajaba en una sucursal de los almacenes Kmart cuando se dio cuenta de que en los estantes había un nuevo producto para enseñar a los niños a ir al baño que se llamaba precisamente The Graduate. Un momento en el que llegó a entender cómo su novela le perseguiría para siempre. El medio británico le describe como un hombre delgado y desgarbado, al que no le interesaba el dinero y que llegó a escribir una secuela de su famosa novela solo para saber cómo continuaba la historia de los jóvenes protagonistas de su libro original, Benjamin y Elaine, la hija de la señora Robinson, que consiguen escaparse juntos al final de la primera entrega. Home School, que fue el título de este segundo libro, retoma la historia 11 años después de aquel final. La pareja tiene dos niños y se ha mantenido dentro del sistema y es más burguesa de lo que está dispuesta a admitir.En la entrevista que le realizó el periódico británico reconoce que él y su mujer habían llevado “vidas más caóticas, ilógicas e irracionales, aunque cuanto más lo miro, más puedo ver que hay un orden extraño en todo”. Webb vivió una mala relación con su padre y afirmó que había bloqueado casi todo lo que sucedió en su infancia —que se desarrolló en una familia tradicional burguesa y acomodada— porque lo recordaba como “una depresión interminable”. “La actitud de mi padre hacia El Graduado es ilustrativa de cómo era”, le dijo Webb a The Telegraph: “Cuando salió el libro, estaba horrorizado de la vergüenza que podía causar a la familia. Pero cuando la película fue un éxito dijo: ‘¡Ese es mi chico!’.También contó que escribió su novela en parte para exorcizar algo de la angustia que sentía por su familia y en parte para ganar el favor de su madre que siempre estaba leyendo libros: “Pensé si podía escribir uno. Siempre estaba buscando migajas de aprobación de ella. Pero no funcionó”, dijo Webb. Cuando se estrenó la película el escritor ya estaba casado con Eva, que cambió su nombre por el de Fred para representar su identificación con un grupo de autoayuda para hombre que sufrían de baja autoestima. Juntos decidieron deshacerse de sus posesiones: primero regalaron sus entradas para el estreno vip de la película, después sus regalos de boda y más tarde dos casas; en total un millón de euros en activos.Libres de lo que para ellos eran cargas, viajaron y trabajaron como cuidadores, recolectores de frutas, lavaplatos… y Webb aseguró que se sintieron más felices. Como para ellos lo fue estar huyendo de un domicilio a otro para evitar que sus hijos fueran escolarizados como exigían las leyes. En 2001 Eva-Fred colapsó a causa de trastornos alimenticios y durante dos años básicamente durmió, como explicó su marido. “Cuando salió de ese estado tenía dos personalidades alternas”, contó a The Telegraph, “un día era normal y al siguiente una niña de cinco años. Es su forma de lidiar con las cosas”.Sus hijos salieron relativamente bien parados de su vida de paranoia: uno eligió dedicarte al arte en forma de performance y el otro trabaja en una empresa petrolera. Webb no se sabe si se arrepintió de sus elecciones pero cuando el diario británico le interrogó sobre ello, solo supo decir: “Creo que cuando algo parece inevitable, el arrepentimiento es un lujo que no puedes permitirte”. De lo que no cabe duda es que vivió cómo eligió hacerlo.


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