Victorias que solo pueden ser pírricas

El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián.
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián.Marta Fernández Jara (Europa Press)

Es solo una anécdota, pero muy reveladora. Muestra cómo el independentismo está cada vez más atrapado en un bucle melancólico del que ERC intenta salir sin acabar de conseguirlo porque Junts se aferra a su cuello como un náufrago que se hunde. La última polémica no puede ser más explícita: el diputado de ERC Gabriel Rufián tratando de desmarcar a su partido de los contactos del entorno de Carles Puigdemont con dirigentes rusos señalándoles como señoritos que se reúnen con sátrapas creyéndose James Bond; y el portavoz de Junts respondiéndole que esas críticas solo son una cortina de humo para tapar la huelga de profesores que acorrala al consejero republicano de Educación.

No solo son dos partidos con dos lecturas diferentes de la realidad. Son dirigentes carcomidos por un resquemor que no pueden superar. Es muy dudoso que quienes han protagonizado el mayor envite, seguido del mayor fracaso de la historia reciente de Cataluña, puedan dirigir con éxito la nueva era política. Si el independentismo era lo único que les unía, ahora cada vez está más claro que lo único que les queda es el deseo de conservar el poder. No es de extrañar que el apoyo al independentismo se haya desplomado, como muestra el último sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO). La gestión de la derrota tiene mucho que ver en esta evolución. ERC tiene encarrilada su salida del pozo con la apuesta por el diálogo entre los gobiernos de Cataluña y España, que cumple una función de salvavidas, incluso si no da resultados inmediatos. Oriol Junqueras está inhabilitado judicialmente, pero esa situación no durará siempre, y la tarea de gobierno le ofrece una muleta en la que apoyarse. Junts, en cambio, ha quedado atrapado en una estrategia de confrontación que, dado el clima general, solo puede ser simbólica. No sabe qué hacer con Carles Puigdemont y el resto de dirigentes perseguidos por la justicia. Incluso en el caso de que los tribunales europeos le den algún día la razón en los pleitos planteados, que bien puede ser, porque los procesos contra los independentistas han tenido evidentes dosis de chapuza, la victoria jurídica no implica necesariamente una victoria política.

El tiempo juega en contra. Uno de los errores de esta estrategia es no haber tenido en cuenta los diferentes ritmos de la política y la justicia. Junts se aferra a la esperanza de unas victorias jurídicas que, en cuanto a sus efectos, solo pueden ser pírricas. Algunos dirigentes de Junts especulan con la posibilidad de propiciar un último golpe de efecto: el regreso sorpresivo de Puigdemont para intentar una revuelta que revitalice el movimiento. El autoengaño continúa en un segmento del independentismo que, incapaz de asimilar el cambio producido, se refugia en el voluntarismo ignorando que en política se pueden intentar fugas hacia adelante, pero difícilmente se puede volver a páginas pasadas.

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