El enfermero Filipe Orfao, en la sala de urgencias del hospital Santa María de Lisboa el pasado viernes 21.

Portugal, una sanidad necesitada de cuidados intensivos

El enfermero Filipe Orfao, en la sala de urgencias del hospital Santa María de Lisboa el pasado viernes 21.
El enfermero Filipe Orfao, en la sala de urgencias del hospital Santa María de Lisboa el pasado viernes 21.Armando Franca (AP)

Poco antes de que el desacuerdo de la izquierda abriese la puerta a una inesperada crisis política en Portugal, ocurrió algo histórico en el sindicalismo sanitario. Todas las organizaciones se unieron por vez primera para convocar una huelga de enfermería. El adelanto de las elecciones, que se celebran este domingo, frustró la protesta, que se desconvocó a la espera de tiempos más eficaces para presionar a un Gobierno. Los enfermeros portugueses se han extenuado durante la pandemia mientras su salario seguía a la cola de los países de su entorno: 23.000 euros de salario medio anual en Portugal frente a los 41.000 de salario medio en la OCDE. Una precariedad que está fomentando salidas masivas hacia otros países, en especial Reino Unido, y generando carencias en el Sistema Nacional de Salud luso.

Ana Rita Cavaco, presidenta de la Ordem de Enfermeiros (el colegio profesional), calcula que unos 20.000 enfermeros portugueses trabajan en otros países. “Desde 2016, hemos recibido 12.272 solicitudes de declaraciones con destino a la emigración, con un ejercicio récord en 2019 con 4.506. Hemos visto que cada año más del 50% de las peticiones tienen como destino Reino Unido”, apunta por correo electrónico. El éxodo del colectivo se debe, según Cavaco, a dos razones: “La falta de contratación en Portugal, sobre todo antes de la pandemia, cuando había paro, y por la falta de expectativas de promoción en la carrera. En este momento no hay desempleados, pero las condiciones que se les ofrecen no son mínimamente dignificantes de la profesión: contratos de cuatro meses y menos de 1.000 euros al mes”.

La enfermería no es el único colectivo con quejas en la sanidad portuguesa, muy diezmada de recursos durante las políticas de austeridad impuestas por la troika y sin refuerzos suficientes para afrontar la gran presión generada por la pandemia. Después de dos años de excepcionalidad, los profesionales están al límite por la sobrecarga de trabajo y la falta de refuerzos. En 2021, según el diario Público, los profesionales del SNS batieron el récord de horas extraordinarias, con 21,9 millones, un 26% más que las realizadas el año anterior, cuando ya se habían disparado debido a la crisis del coronavirus. La falta de médicos es un problema grave también en la atención primaria: más de un millón de personas no tienen un médico de familia asignado.

En 2021 comenzaron a producirse dimisiones en bloque de médicos en varios hospitales. A comienzos del año, firmaron su renuncia 87 integrantes del equipo de dirección del hospital de Setúbal en solidaridad con la dimisión del director clínico, Nuno Fachada. “Es el último grito de alerta ante la situación desesperante a la que ha llegado este centro hospitalario”, afirmó entonces Fachada. La falta de anestesistas, oncólogos y personal en urgencias llevó al hospital al límite. En los meses siguientes, se repetirían otras dimisiones colectivas en Braga, Póvoa de Varzim/Vila do Conde o Beja. Los argumentos se repetían en todos ellos: falta de recursos y exceso de carga laboral.

La falta de personal también comienza a ser un problema en la escuela pública portuguesa, que necesitará contratar a más de 34.000 profesores en la próxima década para cubrir las bajas provocadas por jubilaciones, según un estudio de la Universidad Nova de Lisboa presentado a finales de 2021. Las dificultades para encontrar sustitutos son muy evidentes en colegios del área metropolitana de Lisboa y del Algarve, penalizados en las peticiones de traslado de los profesores, que prefieren cambiar el sur por el norte.

En la agrupación de escuelas Francisco de Holanda, de Guimarães, en el norte del país, no hay carencias en este curso, pero vislumbran que el problema está a la vuelta de la esquina. El 65% de sus profesores tiene más de 50 años. Los que están por debajo de los 40 no llegan ni al 2%. “Es una cuestión que nos preocupa y que podrá afectarnos directamente a corto o medio plazo debido al envejecimiento del cuerpo docente y a la disminución de matrículas en los cursos del área de la educación”, señala por correo electrónico Helena Ferreira, adjunta a la directora de la agrupación.

El envejecimiento explica en parte el déficit de maestros en la escuela pública (en especial en áreas como Informática, Portugués, Geografía y Matemáticas), que podría resolverse si hubiese recambio generacional. Sin embargo, la cifra de jóvenes que se matriculan en Educación ha disminuido alrededor del 70% desde principios de este siglo. Según los datos de la Dirección General de Estadísticas de Educación y Ciencia, en el curso 2001/2002 se inscribieron 51.224 alumnos mientras que dos décadas después la cifra ha caído hasta los 13.781. “Ha habido una disminución del atractivo de la carrera docente, que podría aumentar con mejores salarios al comienzo de la carrera, mejores condiciones de promoción, más reconocimiento de los profesores por la sociedad y más apoyos y recursos para ejercer la profesión”, añade Helena Ferreira.

Un informe del Consejo Nacional de Educación realizado en 2019 preveía la salida del sistema de 52.200 profesores (el 58% de los 90.000 que estaban en activo a la fecha del estudio) hasta 2030. Si en 2018 se habían jubilado menos de 1.000 docentes en Portugal, en 2023 se prevé que las salidas se tripliquen. La falta de profesores, compartida con otros países europeos, llevó al Gobierno a anunciar el pasado otoño que abrirá la puerta para que los diplomados en otras carreras puedan capacitarse como docentes y ayudar a cubrir las carencias.

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